«Hay que desmarcarse del mercado actual para seguir desarrollándose». Esa es la idea que plantea desde el sector agrario la empresa de soluciones integrales Agrovidar en relación a la apuesta por el producto ecológico, lo que considera «el futuro de la agricultura y más en las circunstancias actuales donde el comercio local con productos hortofrutícolas de proximidad se está abriendo cada vez más hueco en la sociedad».
Con este planteamiento se celebró el pasado mes de marzo uno de los cursos formativos sobre fruticultura ecológica organizado por la organización agraria ARAG-ASAJA e impartido por Agrovidar “donde los agricultores conocieron alternativas de cultivo que les permitan diferenciarse dada la crisis que atraviesa el sector de la fruta en general», apuntan desde ASAJA. Por su parte, Agrovidar ya organiza nuevos cursos similares para la próxima temporada.
El cambio a unos canales de comercialización más cortos ha sido, en las últimas semanas, una actuación casi obligada debido a las restricciones de movilidad, pero que sin duda ha favorecido a la agroecología: «Hay que aprovechar este nuevo modelo de venta porque no existe un mercado grande en este sentido y la oferta tampoco es amplia, ya que hasta ahora aquí se han consumido muchos productos ecológicos del extranjero».
Un ámbito al alza que plantea una “diferencia de precios entre las frutas tradicionales y ecológicas del 20 por ciento”, según el gerente de la empresa. Una rentabilidad que ya han sabido apreciar agricultores como Santiago Jiménez, con siete hectáreas de cerezos, de los cuales cerca del 40 por ciento están en ecológico y el resto en proceso de transformación. Con su propia marca de cerezas ecológicas, Dequelia, asegura que la diferenciación en el mercado es «indispensable porque sino es difícil entrar».
La demanda del consumidor hacia ese producto de ‘kilómetro cero’ se está disparando durante esta cuarentena, pero Jiménez recalca: «Lo cierto es que producimos mejor de lo que consumimos, porque casi todo lo que se cultiva aquí se lleva al extranjero, al menos hasta antes de que llegara esta crisis sanitaria. Sin embargo, a la agricultura ecológica le queda por delante un futuro grande y largo en el que tendrá que ir de la mano con la tradicional».
A unas semanas de comenzar la campaña de recolección de la cereza, este agricultor ya se prepara, a título individual, en la búsqueda de mano de obra, así como de material de protección para esos trabajadores: “Por el momento la gente está respondiendo bien a la oferta, a ver si están disponibles para finales de mayo. Pero también tenemos que saber gestionar bien la situación. Yo, por ejemplo, estoy intentando proveerme ya de EPI, mascarillas, guantes, geles desinfectantes e incluso un detector de fiebre”.
«La Rioja, tercera comunidad con más presencia de fitosanitarios»
El manejo de suelos y cubiertas vegetales, la biodiversidad con el empleo de estructuras arbustivas y bandas florales para combatir enfermedades y plagas, así como el uso de fertilizantes equilibrados son algunas de las pautas principales a la hora de optar por un cultivo ecológico. Desde Agrovidar, Villalba recalca su importante aplicación también en la viticultura: “Siendo Rioja la Denominación de Origen que más vende, tan solo produce el uno por ciento de uva ecológica».
El “uso abusivo” de los productos fitosanitarios en los cultivos riojanos se refleja, según el gerente de la empresa, en que “La Rioja sea la tercera comunidad que más los utiliza por hectárea y la primera en el uso de productos fungicidas”. Esta exposición a elementos químicos, aseguran desde la empresa, «está provocando la contaminación de acuíferos y aguas subterráneas, así como la extrapolación a la población infantil». Es por ello por lo que lo ecológico se percibe ya como un nicho de mercado a explotar.
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