Crisis del Coronavirus

Sin brazaletes azules: “La gente no puede actuar de policías de balcón”

ARPA Autismo Rioja

Las redes sociales son durante estos días de confinamiento promotoras de infinidad de iniciativas sociales que buscan convertirse en referentes y tener millones de seguidores. Sin embargo, hay ocasiones en las que una ley vale más que un vídeo, una imagen o un texto ocurrentes. El pasado 20 de marzo entraba en vigor el Real Decreto 463/2020 por el cual el Ministerio de Sanidad permitía la libre circulación de las personas diagnosticadas con el Trastorno del Espectro Autista (TEA), así como para aquellas con algún grado de discapacidad, con el fin de evitar mayores alteraciones emocionales y comprender su situación.

Una norma requerida a iniciativa de la propia Confederación Autismo España pero que fue “rápidamente entendida por el Ministerio”, apunta el psicólogo de la Asociación ARPA Autismo Rioja, Rafael Elícegui. Echa así por los suelos esa idea surgida en redes sociales por la cual se recomendaba a las personas diagnosticadas con este trastorno salir a la calle con un brazalete azul identificativo para evitar abucheos, insultos o agresiones verbales desde los balcones.

“Es totalmente innecesario y carece de todo el respaldo de asociaciones y de la propia Confederación porque las personas con autismo pueden salir siempre y cuando lleven consigo el informe de salud que determine su diagnóstico”, recalca el psicólogo.

“La gente no puede actuar de policías de balcón sin conocer las situaciones de cada individuo. Eso de llevar un brazalete, un identificativo, recuerda incluso a los judíos y por esa misma regla también tendrían que llevarlo los sanitarios, el personal de supermercados, bancos y farmacéuticas que también circulan por la calle”, considera la pedagoga terapéutica del CEIP General Espartero, Cristina Soto.

“Sanidad comprendió que no puedes encerrar a este tipo de personas en casa durante un mes porque podrían desencadenar episodios de sobremedicación o agresividad y bastante tienen sus familias como para encima soportar insultos ajenos”, añade Elícegui.

Los diagnosticados con algún grado del espectro autista carecen de una capacidad cognitiva flexible que les impide interpretar las cosas con naturalidad, por lo que la situación de confinamiento, además de tener dificultad para comprenderla, les puede llegar a generar “irritabilidad y conductas disruptivas donde incluso pueden llegar a autolesionarse”, explica la pedagoga.

“Por eso es importante sacarlos a la calle, porque necesitan una descarga motora, una actividad física que les permita regular esos comportamientos y tener un mayor control cognitivo para romper esas conductas y concentrarse en las actividades que realizan”, añade.

ARPA Autismo Rioja.

Para las familias es, en muchos casos, todo un reto gestionar el confinamiento. El hijo de Ana Gil, de 9 años y con una discapacidad intelectual del 67 por ciento, “tiene buen conformar y está gestionando bien la cuarentena, aunque cada vez se hace más complicado y empieza a ponerse de los nervios, moviendo el pie, dando golpes, …”. En su caso todavía no han salido a la calle pero sí a las zonas comunes de su urbanización donde hay un pequeño parque infantil. Eso sí, con el documento del informe de salud siempre en mano”.

Gil reitera la opinión de las asociaciones respecto al brazalete azul: “Fastidia que tengas que llevar una etiqueta por la calle para demostrar que tu hijo es diferente”. Al igual que ella, Montse lo rechaza y afirma que “ese brazalete habría que ponérselo a quienes gritan e insultan desde los balcones”. Su hijo sobrelleva mejor la cuarentena porque es “bastante casero”, algo que agradece Montse ya que tampoco quiere que ninguno de los progenitores se ponga enfermo porque “debe haber uno que cuide de él”.

Sin perder el ritmo de trabajo

“Cuando decretaron el cierre de las aulas y mandaron a todos los alumnos a casa el pasado 10 de marzo sí que les afectó mucho a diferencia de otros niños que incluso tal vez recibieron la medida con alegría. Pero, aun así, tenían por delante unos días en los que podían salir a la calle e ir al parque para jugar. Hasta que entró en vigor el Estado de Alarma y ya el mundo se les volvió a romper”, explica la pedagoga terapéutica. Eso sí, Soto considera que esta supresión de las clases va a afectar de diferente forma a los alumnos con TEA: “Ellos tienen un aprendizaje lento pero individual, con unas adaptaciones curriculares que otorgan a los docentes mucha flexibilidad a la hora de impartir los contenidos”.

Es decir, donde hayan dejado el temario, lo retomarán cuando las aulas vuelvan a su ser porque no existe esa rigidez como en el resto del alumnado. En cambio, Elícegui sí percibe un punto negativo en todo esto: “Si ya de por si les cuesta retomar sus rutinas, en septiembre, después de tres meses de verano en comparación con el resto de estudiantes, con un periodo de tempo de ‘ausencia’ mayor, el coste de volver a esa rutina también se puede incrementar”. Por el momento, y para todo el colectivo estudiantil por igual, el material educativo se sigue impartiendo vía online, con la reducción de contenidos y ritmo de trabajo que eso supone.

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