A lo largo de los siglos han corrido ríos de tinta asegurando que el pueblo español adolece de constancia. Que adoptamos nuevos hábitos con energía, pero que mantenerlos en el tiempo ya tal. Y puede que la sentencia no esté vacía de razones, pero cuando realmente vienen mal dadas la cosa cambia.
Porque ni un confinamiento inimaginable hace solo unas semanas, ni las horas de rutina forzosa que se hacinan entre las cuatro paredes del hogar interrumpe la ovación a quien más lo merece en estos momentos: todo el personal implicado en que la cuarentena propiciada por el coronavirus dure lo menos posible, señal inequívoca de que, todos juntos, le estamos ganando la batalla ‘al bicho’.
Este martes, por cuarto día consecutivo, las ventanas de miles de hogares riojanos han vuelto a abrirse de par en par para rendirle ese sonoro homenaje en el que sobran las palabras. Aplausos cuyo eco se cuela en las trincheras de la primera línea de batalla contra el Covid-19 y que, lejos de perder intensidad, ganan decibelios a cada día que pasa. Porque esta batalla la ganamos entre todos y la ovación es el mejor bálsamo para nuestros guerreros en la mayor guerra que le ha tocado librar a nuestra sanidad.
