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El aprendizaje de un playoff: de fracaso en fracaso hasta el ascenso final

Ander Vitoria se anticipa a un futbolista de la Real Sociedad B y remata | Fuente: Eduardo del Campo

Prácticamente cualquier aficionado de la UD Logroñés estará eufórico con su equipo. No es para menos: 61 puntos, trece de ventaja con el segundo, dieciséis partidos sin perder… Todos los datos son favorables para un equipo al que todo le sale de cara. Parece que la competición regular no tiene secretos para este equipo, pero eso no asegura, ni de lejos, el ascenso. Carlos Lasheras, director deportivo blanquirrojo, ya apuntó en Radio Rioja que un equipo podía pasar cinco o seis playoffs frustrados como aprendizaje antes de llegar a Segunda.

El conjunto riojano acumula tres promociones frustradas (2015, 2016 y 2019), pero no es el único caso. Que se lo digan al Cartagena, conjunto que ha luchado por el ascenso en cinco de las últimas siete temporadas, cayendo en todas. Su momento más cruel lo protagonizó Míchel Zabaco, que se marcó un gol en propia puerta en el minuto 96 de la eliminatoria de campeones de la temporada 2017-2018 contra el Rayo Majadahonda. El ‘Efesé’ tocaba con los dedos la categoría de plata, pero finalmente fueron los madrileños quienes lograron vivir un año de fútbol profesional.

Otro clásico de las fases de ascenso es el Eibar, especialmente hace diez años. Tras campeonar y ascender directo en la 2006-07, volvió a Segunda B, categoría en la que tuvo que peregrinar muy duramente. Volvió a colocarse entre los cuatro mejores en la 2009-10, quedó primero en la 2010-11 y tercero en la 2012-13. Tres asaltos frustrados, hasta que a la cuarta llegó la vencida. Los guipuzcoanos disfrutan ahora de la élite, camino a su sexta permanencia consecutiva en Primera División, pero tuvieron que hacer un esfuerzo brutal para vencer a la categoría de bronce.

UD Logroñés – Badajoz | Foto: Edu del Campo

Si hubiera que elegir a un experto en estas lides, ese podría ser el Cádiz, que logró ascender dos veces desde la cuarta posición. La primera, en 2003, con formato de liguilla y superando al Universidad de Las Palmas, el Barcelona B y el extinto CD Logroñés. La segunda, ya con el formato actual (2016), tras dejar en el camino al Racing de Ferrol, al Sporting de Huelva y al Hércules. Y antes de ese hecho, otros dos años frustrados (2014 como campeón y 2015 como cuarto). No intenten buscarle lógica, no la tiene.

Un histórico en horas bajas como el Racing de Santander también sufrió los rigores de la Segunda División B. Tras una profundísima crisis deportiva e institucional, los cántabros tuvieron que esperar cuatro temporadas para volver al profesionalismo. Liderato y playoff frustrado en la 2015-16, segundo puesto y fracaso en la 2016-17, debacle al año siguiente y, por fin, ascenso en la pasada temporada. De forma agónica ante el Baleares y sufriendo hasta el último minuto. Ochenta equipos, cuatro recompensas; por algo le llaman ‘el pozo’ a esta categoría.

Los ejemplos no acaban: el Real Murcia encadenó cuatro decepciones entre 2014 y 2018, el Racing de Ferrol otras tres (2013-16)… Cuando se juntan la emoción de una ciudad, la pasión de una hinchada y los nervios de una eliminatoria decisiva, el factor clasificatorio o el estado de forma importan bastante menos. Da igual cómo lleguen los equipos o cuántos puntos hayan conseguido en la temporada regular. Esto es otra cosa y la UD Logroñés cada vez está más cerca de jugarse en 180 minutos su ascenso a Segunda. Pero el campeonato solo es el primer paso y no asegura absolutamente nada.

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