La Rioja

Cuatro inmigrantes bolivianos recuperan el pulso del Valle de Ocón

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Son bolivianos y llegaron hace casi dos décadas a España. La familia se separó: unos vinieron a La Rioja, otros a Canarias. El mundo rural les ha dado la oportunidad de volver a unirse; esta vez en el Valle de Ocón. Son Mónica, Malú, Romy y Mauro. Tres de ellos, desde hace unos meses, gestionan el bar de El Redal y hace unas semanas han cogido también el de La Villa de Ocón. Con ellos han llegado sus parejas y sus hijos pequeños, que contribuyen a dar vida a unos municipios, en general, bastante envejecidos y que suspiran por retomar las risas y juegos en las calles.

Malú fue la primera en llegar al valle. “Conocí a Juan y me vine a vivir aquí con él”, cuenta. Juan es rumano y lleva viviendo varios años en el municipio riojabajeño. Ella comenzó a echar una mano en los bares de la zona y cuando Edu decidió cerrar el bar de El Redal ni se lo pensó: “Era una oportunidad perfecta para que mis hermanos pudiesen venir de Canarias y llevar el bar, los llamé y a los pocos días ya habían hecho las maletas y se habían venido”, recuerda.

“No nos vendían ni el periódico”

Al principio no fue fácil. “No nos querían vender ni el pan ni el periódico, parece que no se fiaban de nosotros”, cuentan. “Después la cosa poco a poco fue cambiando y ya tenemos a nuestra clientela habitual. Hay gente que se ha portado muy bien con nosotros y que son fijos, de todos los días”, explica Romy, que entiende que una de las soluciones de la despoblación pasa por la llegada de inmigrantes a los pueblos. “Para eso la gente tiene que abrirse un poco más”, dice Malú: “No te puedes ni imaginar lo que nos costó a nosotros hacernos con una casa aquí, tuvimos que tirar de todos nuestros conocidos para que diesen fe de que éramos buenas personas”.

“Son muchas las casas que están vacías, y hay gente que pregunta para venirse a vivir a la zona, pero hay gente que prefiere tenerlas cerradas a alquilarlas… Hay gente en los pueblos que tiene que abrirse un poco más a la llegada de nuevos vecinos, sean inmigrantes o españoles”, dice tajante.

“Ahora ya no nos sacan de aquí”, bromea Malú, y sus hermanos asienten con la cabeza: “Aquí se vive muy bien, es un lugar perfecto para que se críen los niños, siempre sabes dónde están. Si ahora me ofreciesen gratis una casa en Logroño no me iría”, asegura.

La primera comunión en once años

Los niños van al cole a Murillo. El autobús los recoge cada mañana. Ya son parte del municipio. Este año comulgaron dos de los niños de la familia. Hacía once años que no había comuniones en El Redal. Los dos son monaguillos, un puesto vacante durante casi dos décadas en la parroquia.

Ellos ven cómo la despoblación se va haciendo con los municipios: “Cuando llegué al bar de La Villa llegaba el periódico cada cuatro días. Nos explicaron que Correos no subía a menos que hubiese una carta certificada y que la prioridad era su convenio con Amazon. Imagínate, allí cartas certificadas pocas y Amazon… pues casi que menos”, cuenta Romy. La solución a que en La Villa haya prensa diaria la han puesto ellos. “Nos la dejan en El Redal y nosotros nos encargamos de subirla, así los abuelos to tienen que leer las noticias caducadas”.

Soluciones a la despoblación que tanto temen nuestros pequeños municipios. Soluciones rápidas, concretas que hacen que los servicios vuelvan a ser palpables en las calles de estos pequeños pueblos.

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