La Rioja

Mucho más que un comedor

Sor Julia, una de las trabajadoras de la Cocina Económica

Desde su nacimiento hace 125 años, su principal finalidad ha sido que ningún ciudadano de Logroño o transeúnte pase hambre, un objetivo que con el tiempo perdura a la vez que evoluciona. ‘Más que un comedor…’ es el lema que acompaña a la Cocina Económica de Logroño, porque, como si de un iceberg se tratase, alimentar a cientos de personas diariamente solo es una de las acciones principalmente conocidas que caracterizan a esta institución vinculada a la Compañía de las Hijas de la Caridad desde sus orígenes.

Presidente de la Cocina Económica, Emilio Carreras.

De los 24 empleados y 180 voluntarios que la componen, 88 personas trabajan en el comedor social, donde se reparten 400 raciones diarias entre comida y cena, y en estas fechas navideñas no iba a ser diferente. Aunque la organización de la cena de Nochebuena corre a cargo de la Sociedad Gastronómica la Becada, en Nochevieja es la Cocina Económica quien se encarga de todo. “Se trata de que los más vulnerables vivan la Navidad de la misma manera que lo puede hacer un ciudadano cualquiera”, apunta su presidente, Emilio Carreras.

Con capacidad para 120 personas, con posibilidad de ampliar a 140, además de los servicios de tuppers para las familias, ya que la entrada al comedor está prohibida para los menores de edad, este espacio está siempre al servicio de los más necesitados. Es, sobre todo, en septiembre cuando mayor afluencia muestra debido a la época de vendimias y la llegada de temporeros, donde se duplican los servicios de comida y cena y donde los voluntarios y empleados son más que necesarios.

Pilar, una de las empleadas en las cocinas de la institución.

Es por ello que en los últimos años la Cocina se vio obligada a aumentar sus espacios de almacenaje de alimentos, incorporando unas cámaras frigoríficas y un almacén. “Antes teníamos comida guardada por el comedor e incluso por las habitaciones”, apunta Sor Julia, una de las Hijas de la Caridad que colabora con la institución. El Banco de Alimentos también es otro de los colaboradores asiduos, junto con Cruz Roja y Cáritas.

Pero más allá de alimentar a todo al que acude a las instalaciones, “el comedor social también es un lugar de socialización donde se atienden las necesidades de cada usuario a través de la labor de trabajadores sociales, con el fin de conocer dónde se les puede ayudar, además de formarles en cursos de cocina para que aprendan a valerse por ellos mismos, ya que esto es una zona de paso, no donde quedarse de forma permanente”, recuerda Porres.

Sor Julia, de las Hijas de la Caridad, trabajando en la Cocina Económica.

“Fue a partir de los años ochenta cuando la Cocina evolucionó en gran medida gracias a una serie de donaciones y herencias que fueron destinadas íntegramente a los más necesitados”, recuerda el director gerente de la Cocina Económica, Javier Porres. Desde entonces, los programas han ido creciendo para alcanzar esa integración social en todas sus vertientes, siempre con el apoyo económico de la Administración (un 60 por ciento de la financiación total) y las donaciones de particulares.

Así, hace 14 años se creó el Centro de Educación Infantil que a día de hoy acoge a 43 niños, principalmente procedentes de familias en riesgo de exclusión, aunque un treinta por ciento lo componen menores cuyas familias no muestran escasez de recursos y que pagan la tarifa como en cualquier otro centro. “Está enfocado a personas con dificultades económicas, principalmente inmigrantes y refugiados, pero tampoco queríamos crear un gueto que solo recibiera a estas personas”, incide Porres. Los menores, además, “reciben por Reyes su regalo preferido”.

Otra de las actuaciones de la Cocina Económica en defensa de los derechos de la infancia viaja hasta India y Nepal, donde más de 2.000 niños del Tercer Mundo reciben un plato de comida a diario desde hace cinco años. El 10 por ciento del presupuesto en cocina (de un total de cerca de dos millones de euros anuales) va destinado a esos países. “Tenemos escuelas comedor que llevan el nombre de Cocina Económica de Logroño y que, gracias a ese servicio nutritivo, los niños acuden en masa a la escuela, cosa que antes no hacían”,  destaca Porres.

Director gerente de la Cocina Económica, Javier Porres.

“En 2005 año se hizo el Alojamiento Temporal Alternativo”, relata Carreras, “que da cobijo a algo más de cien personas en su numerosas habitaciones y apartamentos familiares”. Actualmente, unas cuarenta personas se encuentran en lista de espera, por eso “este servicio es rotatorio y tan solo se puede disfrutar de él un máximo de tres años, porque siempre hay personas necesitadas que vienen en busca de un techo bajo el que dormir”.

Así mismo, la institución dispone de un centro de día y residencia para estos usuarios en riesgo de exclusión social. “Se trata de mantenerlos siempre entretenidos porque son gente que proviene de adicciones que los han abocado a vivir en la calle o menores que han cometido delitos y ahora se les ofrece una solución, por lo que los cursos de formación, actividades o trabajos manuales como los de tornillería les mantienen la mente ocupada”, apunta el director.

Hacen balance de su trabajo y todos coinciden en que lo único todavía necesario son más manos. “Tenemos voluntarios de todas las edades que colaboran tanto con dinero, alimentos o con su trabajo, aunque las personas jubiladas acuden con más frecuencia debido a su mayor disponibilidad. Ahora estamos intentando concienciar más a las empresas y a la sociedad en general, porque lo que hemos conseguido hasta ahora se ha mantiene gracias a los que se acuerdan de nosotros”, incide Porres, recordando que “aquí todo céntimo que entra va destinado al usuario”.

Subir