La Rioja

Chuchi Jiménez, un riojano cosmopolita: “Viajo para borrar los prejuicios”

El riojano Jesús Jiménez ha visitado ya 42 países, pero quiere recorrer más mundo

Jesús Jiménez es un reputado psicólogo riojano. Por un lado, realiza estimulación cognitiva a los afectados de alzheimer y otras demencias. Por otro, coordina los ‘Talleres de envejecimiento saludable en el entorno rural’, realizados en diferentes pueblos de La Rioja. Sin embargo, fuera del ámbito laboral, se transforma en Chuchi, un intrépido viajero que ha visitado ya más de cuarenta países de cuatro continentes, aunque su debilidad es el sureste asiático. Un cosmopolita que ha podido conocer diferentes culturas, religiones, momentos únicos, experiencias y personas a través de toda la aldea global.

Su último destino ha sido Laos y su próximo plan, viajar a Sri Lanka y con un ‘tuc-tuc’ (una especie de vehículo) para circunvalar toda la isla. En 2018, por ejemplo, visitó Colombia y, posteriormente, hizo su primer viaje con un grupo de nueve personas a Nepal. “Me interesó por mi labor como psicólogo, saber cómo gestionar un grupo de nueve personas en un entorno complicado. No me consideraba un guía, solo un coordinador, ya que todos tomamos decisiones”.

Una bonita obsesión por viajar y huir de los tópicos

Su pasión por hacer la maleta le hizo fundar ‘Mil millas mochileras’, un soporte multimedia (podcast, Facebook, Twitter, Instagram) donde divulga sus experiencias a lo largo del planeta. “Para calmar mi ansiedad de viajar, acepté diferentes charlas (Decathlon, La Gota de Leche), hablar por la radio (Radio Marca, Onda Cero). Con ‘Santos Ochoa’ edité el libro de ‘Mil millas mochileras en Irán’ y entonces tuve que hacer una marca para aunar todo este contenido”.

Chuchi se marca como principal meta desmitificar al mochilero: “No somos hippies ni pasamos de todo, yo tengo familia, un hijo y les quiero con locura. Pero yo tengo un ‘wanderlust’, una pasión por los viajes”. Afirma también que le gusta disfrutar de la incertidumbre: “Antes hacía planes, de los que solamente se cumplían un 30-40 por ciento”. Al final, ha aprendido a disfrutar de lo desconocido: “¿Qué voy a hacer mañana?, no sé si estaré en Kuala Lumpur o en un pueblo perdido”.

Este riojano defiende con alegría los viajes independientes, pero no se muestra en contra de los ‘tours’ organizados: “Viajar es una forma de alcanzar nuestros objetivos y sueños y cada uno puede hacerlo como quiera. Sin embargo, creo que ir de forma independiente te permite conocer más a la gente”.  De hecho, él mismo ha realizado este tipo de rutas con su familia, con destino a Suecia, Escocia y Eslovenia.

¿Cuesta coger el hábito de viajar? Para Jiménez es cuestión de mentalidad, de salir de la ‘zona de confort’: “Pensamos que estamos lejos de sitios a los que podemos acceder en ocho horas en avión. Te plantas en cualquier parte del mundo y un pasaporte como el español te hace ser bienvenido en casi cualquier lado”. También pone énfasis en la cultura mediterránea, con menor tendencia a salir. “Aquí si viajas siendo joven, tu familia te dice: ¿Huyes de algo?”. Sin embargo, comenta que en la cultura anglosajona los mismos padres son los que fomentan un viaje de un año al exterior.

Amante de las novedades, Chuchi admite que hay un país donde volvería: Japón. Para él la cultura oriental es totalmente diferente a la española: “Cuando está mala la comida, se les da propina a los restaurantes para que mejoren su comida”. Los japoneses acompañan al turista a donde haga falta y nunca te mentirán: “Es un mundo psicodélico, tan tradicional y tan precioso. Combina la economía capitalista total con una sociedad colectivista”. Lo peor, el ritmo frenético y la exigencia cultural de las grandes ciudades: “Nadie protesta, los niños a los cuatro años limpian los baños para tomar conciencia. No viviría ahí, pero para visitarlo es delicioso”.

Anécdotas por doquier

Cualquier cosmopolita colecciona recuerdos, y este viajero no es una excepción: “En Birmania nadie está acostumbrado a montar en autobús y la gente vomita con frecuencia. En una ocasión, el conductor paró para mear en medio de una carretera a las dos de la mañana. Nos bajamos todos, yo el último, y, ¡el autobús salió sin mí! Me dejé la mochila, la cámara, todo dentro”. En ese momento, salió corriendo y tuvo la suerte de encontrarse a tres chavales motoristas. “Me llevaron y alcanzamos el autobús, de todas formas en este país nadie me hubiera robado”.

Otro pasaje curioso le ocurrió en Irán, en la ciudad santa de Qom, una lección para derribar prejuicios. “Llegué a una mezquita en una ciudad donde ponía que los no musulmanes no eran bienvenidos, cosa que es mentira, pero quería comprobarlo. Fui a la mezquita de Fátima y una persona me dijo algo en farsi (idioma persa) y me metió en una salita”. En ese momento, por su mente pasaron las peores sensaciones y miedos. Pero nada más lejos de la realidad: “Queríamos buscar un guía español, estamos muy orgullosos de enseñarte nuestra historia y queremos que vengas con nosotros”. Recorrer mundo ayuda por tanto a borrar tópicos.

Respecto al trato con las mujeres, afirma que todas tienen la obligación de llevar el ‘hijab’: “Al llegar a Teherán, cuando el piloto anuncia que estamos en espacio aéreo iraní todas se lo ponen. Es verdad que las mayores lo ven como una seña de cultura nacional”. Esta organización social está llena de claroscuros: ellas pueden conducir, ir a la universidad y organizan la familia y la economía en sus casas; pero deben caminar por detrás del hombre y son menos consideradas por su sexo. Queda por tanto, un duro camino hacia la igualdad.

Kilómetros y kilómetros

“En África solamente he estado en tres sitios, Marruecos, Túnez y Guinea Ecuatorial”. Su periplo hacia la antigua colonia española fue casualidad, durante un viaje en China: “Necesitaba dinero para volver a España y un chico guineano me ayudó, luego nos hicimos amigos y visité su país”. Asegura que le gustaría conocer la zona subsahariana, aunque su predilección es claramente el sudeste asiático (India, Vietnam, Indonesia, Laos, Camboya, Thailandia, Indonesia…).

También muestra afición por visitar América Latina, de la que remarca su diferencia cultural con respecto a España: “Son mucho más amables y todo está mucho más desorganizado, salvo Chile. Aparte del idioma, no creo que haya tantos parecidos. Mucha gente cuando viene aquí tiene una difícil adaptación y eso es por algo”.

Gran conocedor de Europa, tiene una pequeña ‘espinita’, descubrir Oceanía, donde uno de sus deseos más fervientes es Nueva Zelanda. Pero tampoco renuncia a descubrir cómo es la vida en las pequeñas islas polinesias. Su freno: el elevado precio del billete.

Como se puede comprobar, Chuchi es un continuo reguero de vivencias. Si no pudiera vivir en España, lo haría en Suecia, donde ha estado cuatro veces y es “un país que me apasiona si solvento la barrera climática”.

Chuchi no olvida sus raíces

“Cuando voy al extranjero, siempre digo que soy de España y después que soy de La Rioja, al lado de País Vasco y Pamplona. De primeras no te sitúan, pero cuando hablas del vino, sí. Cuanto más salgo, más diluyo las fronteras”. Dentro de su mochila, lleva una bandera pequeñita de cada país en el que he estado y una bandera pro Tíbet. Y en el centro, una de la calle Laurel o ‘senda de los elefantes’: “Estoy muy orgulloso de ser riojano y de hecho me gustaría hacer algo de publicidad turística de La Rioja”.

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