El Rioja

El stock cualitativo en Rioja, una medida de autoprotección

La figura del stock cualitativo autoriza una reserva de un 8 por ciento de rendimiento en previsión de problemas en el campo

Hablar de la cosecha 2016 supone todavía para algunos viticultores riojanos todo un trauma. Esa añada el Consejo se puso duro y obligó a respetar el rendimiento máximo amparado en una vendimia generosa, exigiendo retirar la uva sobrante. Llegó 2017 y la helada de san Prudencio trajo una cosecha escasa. Lo que un año dio de más, el siguiente lo quitó. Así es la naturaleza.

Pero en manos del hombre está la autoprotección ante la incontrolable climatología. Esto escribía en mi blog ‘Quien a Rioja vino…’ en noviembre de 2016: “Llegó la vendimia con precintado de remolques, caras largas y descarga de racimos en viñedo a mediados de octubre. Incomprensible haber llegado a una situación en la que la uva –de calidad y casi madura– se desperdiciaba y se dejaba pudrir en el viñedo. ‘Miles de euros tirados a la basura’, pensaban los agricultores; ‘son las normas y hay que cumplirlas por el bien de la DOCa’, resolvía el Consejo. Y lo peor, la imagen de la Denominación por los suelos”. Y esto es precisamente lo que se pretende evitar con la aprobación del conocido como stock cualitativo.

Palabra del Consejo Regulador: “Tras la compleja realidad productiva de 2017, y con ella, el debate planteado en torno al equilibrio de la Denominación, recupera la figura del stock cualitativo voluntario, un sistema novedoso que opera a nivel individual y colectivo mejorando el rendimiento ya planteado por el sector en 2007. El stock marca un nuevo hito en Rioja demostrando que vuelve a ser pionera en liderar avances en materia cualitativa”. Amén.

No deben repetirse imágenes como ésta de la cosecha 2016. Uva de calidad
desperdiciada y podrida en el viñedo por falta de previsión.

La creación del stock cualitativo supone la posibilidad de aumentar en un periodo de tres años un 20% la producción. Este 2018, los viticultores podrán incrementar del 110 al 118% el volumen de uva máximo permitido, fijado tradicionalmente en 6.500 kilos por hectárea en tinta y de 9.500 kilos en blanca. De ese porcentaje, un 8% será para la creación de la reserva. Una de las características del stock es que es una medida voluntaria de manera que sólo se acogerán los viticultores que así lo quieran.

Su carácter cualitativo viene de la posibilidad de que se puede reemplazar la cosecha de menor calidad de un año por una mejor de una campaña anterior. Si no existe acuerdo entre bodega y viticultor para la guarda del stock, deberán comunicarlo antes del 30 de noviembre. En este caso, se podrá entregar en bodega hasta el 8 por ciento del rendimiento tipo aprobado para la campaña, pero el vino elaborado se convertirá en vino común y antes del 31 de mayo de 2019 deberá salir de bodega.

Esta medida no afectará de ninguna manera a los vinos de viñedos singulares, que mantendrán un rendimiento máximo amparado de 5.000 kilos por hectárea para tintos y 6.992 para blancos. El vino ‘stockado’ no podrá permanecer en bodega tres años después de su cosecha si no se ha calificado, al perder -precisamente- la razón de ser de la norma.

Quede claro que esta figura no es nueva en el panorama europeo. En Francia, un país al que en muchas ocasiones recurrimos como ejemplo de las cosas bien hechas, la mayoría de las denominaciones de origen tiene un instrumento de este tipo. Y en nuestro país, regiones con graves problemas de heladas estudian sin disimulo la nueva norma. “No puedes tirar un año uva de calidad y tener que mendigarla y pagarla por encima de su valor al año siguiente”, claman muchos.

La impresión general es positiva ante esta norma que, en el fondo, flexibiliza la rigidez del reglamento y permite un pequeño blindaje ante efectos incontrolables ajenos al control del viticultor.

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