El Rioja

Martínez de Toda: “El calentamiento climático es globalmente positivo en Rioja”

Fernando Martínez de Toda es una de las personas que más saben de viticultura en esta bendita tierra que es La Rioja. Une teoría y práctica con la soltura del que imparte clases en las horas de trabajo y cuida la viña en las de ocio. Nadie más cualificado que él para valorar el indiscutible impacto que el cambio climático tiene en nuestro viñedo.

Desde su cátedra de Viticultura en la Universidad de La Rioja valora detenidamente las variaciones de temperatura que sufren las 65.000 hectáreas de la DOC. Mide y analiza los datos, desplaza con concentración las líneas de oscilación térmica y luego, sabio como buen profesor, lo aplica a su centenario viñedo de Badarán para obtener de sus garnachas lo mejor que pueden dar.

“En general”, afirma convencido, “el calentamiento climático es globalmente positivo. El fiel de la balanza en la DOC Rioja se inclina hacia el beneficio con este aumento de temperatura, ya que en muchas zonas frías que antes trabajaban sin la seguridad de una correcta maduración ahora tienen la certeza de cerrar el ciclo; sí, es cierto que el área más oriental de La Rioja, si no trabaja para mitigar el cambio, no se verá beneficiada. Pero en el Alto Najerilla, por ejemplo, en los años setenta llegamos a vendimiar con la uva prácticamente enverada y 10-11 grados de alcohol, y ahora tenemos asegurada la madurez de la uva”.

La evolución al alza de las temperaturas es imparable. No puede negarse que el cambio climático está aquí.

Para una maduración óptima es necesario que el ciclo se lleve a cabo de la manera más lenta posible, escalonadamente, y que se alargue en el tiempo buscando el salto térmico que se da entre el día y la noche de septiembre y octubre. Es así como se consiguen los vinos de calidad. “La maduración repentina es muy cómoda para los viticultores porque el miedo a tormentas, piedra, enfermedades, etc, se reduce considerablemente, pero en términos estrictos de calidad no interesa”.

“En las últimas décadas hemos asistido a un adelanto progresivo de la maduración de la uva por las altas temperaturas, donde las variedades tintas alcanzan niveles óptimos de concentración de azúcares, pero con bajos niveles de color, acidez y complejidad aromática. En las zonas cálidas se alcanzan fácilmente niveles de alcohol de 15-16 grados para un determinado nivel de antocianos (color), mientras que en zonas frescas se obtienen los mismos niveles con grados que oscilan entre los 12 y los 13. Pero el consumidor no quiere grados alcohólicos tan elevados”.

El aumento de temperatura en Haro resulta evidente. Tras el bajón de la década de los setenta, la curva muestra un incremento sostenido e imparable.

La pregunta llega a la hora de intentar mitigar los efectos negativos del calentamiento global, ¿qué se puede hacer? “No hay que ser catastrofistas, el cambio es gradual y los viticultores siempre han sabido lidiar con los problemas del campo y adaptarse. Un primer paso es buscar zonas más frescas en altitud para los nuevos viñedos, también se pueden minimizar los efectos climáticos dando mayor protagonismo a variedades riojanas de ciclo más largo como la garnacha o el graciano. Técnicas de cultivo como la poda tardía o el recorte de vegetación dejando menos superficie foliar para retrasar la maduración de la uva también se antojan ideales para retrasar en dos o tres semanas el ciclo”.

Recapitulando: “No hay que ser catastrofistas. La viticultura ha pasado por problemas más graves que éste, lo que ocurre que las altas temperaturas siempre habían castigado a zonas de menos nivel enológico que Rioja y no se había estudiado la manera de combatirlas. Por ejemplo, en Montilla-Moriles se ha llegado a vendimiar la chardonnay un 27 de julio, imagínate. En Rioja debemos abordar nuevas experiencias para poder adaptarnos, pero no veo ningún tipo de problema en hacerlo. Siempre se ha buscado un grado alcohólico alto y ahora se penaliza, ¡qué paradoja!”.

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