El Rioja

El laberinto de Ollauri

La bodega riojana ‘Conde de los Andes’ acoge la I Cata Internacional ‘Premios Best Of Turismo Vitivinícola 2018’

El director de cine Guillermo del Toro no conoce Ollauri. Esta pequeña localidad en el corazón de La Rioja Alta esconde un escenario perfecto para rodar una secuela del exitoso filme ‘El laberinto del fauno’. No necesita ni guión porque ‘Conde de los Andes’ tiene todo lo suficiente para darle al mexicano su segundo Óscar. La bodega riojana cuenta con su propio laberinto, aún por descubrir al completo, donde descansan alrededor de 450.000 botellas desde 1892. Y de la primera añada, aún quedan seis que nunca verán la luz del sol.

Bajo un monte que los oriundos de la localidad han denominado como “mágico”, se esconden más de un kilómetro de calados y caminos subterráneos excavados durante siglos de las formas más rudimentarias que conoce el hombre. “Rioja, tal como es, tal como era”. Es el lema de una bodega que se ha propuesto recuperar poco a poco la esencia de un tesoro que tiene escondido entre la tierra mientras evoluciona la elaboración de unos vinos en los que no se olvida de sus orígenes.

En el laberinto de Ollauri no hay cobertura ni móvil que valga. Hace frío y hay humedad. Es un regreso casi completo al final del siglo XV y el comienzo del XVI, cuando las casas solariegas florecían al abrigo de la agricultura. Y para guardar los alimentos, se construyó una red a más de veinte metros bajo tierra que ahora sirve para vivir una experiencia que creíamos olvidada por el frenesí de nuestro día a día.

Parar. Abrir una botella de vino en la “sala de los candiles” y tener un momento íntimo. Un cementerio acogedor en el que la tenue luz invita a mirarse a los ojos, charlar y escuchar. Es el principio y el final de todo. A partir de esa estancia, a camino entre ninguna parte y el paraíso, comienzan a ramificarse el resto de pasos subterráneos y calados de la bodega. El corazón de ‘Conde de los Andes’.

Ahí, una noche, el protagonista de esa secuela de Guillermo del Toro podría descubrir las ruinas de otro laberinto en el que encontrarse de nuevo con un fauno que le haga ver la luz: que en realidad es un príncipe, el último de su estirpe, y los suyos lo esperan desde hace mucho tiempo. Y para poder regresar a su mágico reino, el niño deberá enfrentarse a tres pruebas.

La primera puede que tuviera lugar en la I Cata Internacional ‘Premios Best Of Turismo Vitivinícola 2018’ que ha acogido la bodega riojana este jueves. Un laberinto cuyo inicio no fue la “sala de los candiles” sino Dr. Hinkel (Chardonnay, 2016) y su final ‘Aamarone Della Valpolicella’. Pasando por ‘El Acierto’ (Syrah, 2014), el ‘Grand Vin du Reignac’ (2010) y tres vinos propios (blanco 2015, tinto 2015 y tinto 2001), la velada sirvió para “probar otros vinos” y “ver cosas diferentes”, como señaló el jefe de los Servicios Técnicos del Consejo Regulador, Pablo Franco.

En mi humilde opinión, como aprendiz de crítico de vino al escribir estas líneas, podría decir que todos estaban buenos. Si acaso hubiera que quedarse con uno, barremos para casa con el ‘Conde de los Andes’ del 2001. Y así podemos volver cuanto antes a ese laberinto escondido en Ollauri, una joya en la que merece la pena perderse para encontrarse con uno mismo y con la esencia del Rioja.

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