Siempre ha defendido el maestro Manuel Alcántara que los amaneceres son demasiado bonitos, pero que tienen un problema: los ponen demasiado temprano. La nieve ha ido tiñendo Logroño de blanco durante casi toda la noche. Sin prisa, pero sin pausa. Le ha querido regalar a sus vecinos la sorpresa de abrir la persiana y sorprenderles con una estampa cada vez más insólita.
La ciudad duerme. ¿Toda? En absoluto. Antes de que llegue el alba ya trabajan los operarios del dispositivo especial contra la nieve, algún que otro profesional del transporte y otros tantos se dirigen hacia sus puestos de trabajo aún con la legaña sin terminar de caer.
También los reporteros de NueveCuatroUno, que han querido convertirse en caminantes blancos por un día y dar un paseo sobre la nieve virgen de la capital. Si te ha dado pereza pegarte el madrugón para pisar el manto blanco antes que nadie, no te preocupes: esto es lo que te hubieras encontrado.
