El Rioja

“¿Diseño con terroir? ¡El terroir es del vino!”

El ‘packaging‘ es un término que aún no ha sido aceptado por la Real Academia Española (RAE) en su diccionario, pero que a pocos se escapa su significado (empaque, envase o embalaje) y mucho menos su importancia a la hora de vender. El impacto inmediato. La primera conmoción visual al estar ante un producto. En el mundo del vino, también. Por supuesto. Una botella con líquido en su interior sólo puede diferenciarse a través del etiquetado.

Si nos ponemos puristas, el color de la botella, su forma, la cápsula… pero no seas tiquismiquis. En los últimos tiempos hay cada vez propuestas más arriesgadas. La etiqueta es la que manda. Y sobre ello se pusieron a debatir este lunes cuatro expertos en el Espacio Lagares de Logroño en el ‘V Foro Diseño de Packaging del Vino’.

¿Es importante la diferenciación de la botella? Está claro que sí. Pocas vueltas podemos darle a esto si no queremos confundirnos a la hora de comprar. Aquí, todos de acuerdo. Siguiente punto. “¿Vende más un vino por llevar una determinada etiqueta o por el producto de su interior?”, pregunta Víctor Palau, director y editor de la Revista Gráffica. Responde tajante el viticultor alfareño Álvaro Palacios: “El vino es todo”.

Un rato más tarde estalla cuando le sugieren el concepto del ‘diseño con terroir’. “¿Diseño con terroir? ¡El terroir es del vino!”. Asunto zanjado pues. “Para el consumidor el vino tiene que ser bueno, más bueno, mejor, especial, mágico, puro, radiante”, añade, contando su experiencia personal: “He visto triunfar con presentaciones desastrosas”. Y pone como ejemplo ‘Tinto Pesquera’, que tenía un packaging que era “un bodrio total”, pero daba igual la etiqueta.

Otra cosa son las circunstancias y los caprichos. No es lo mismo una bodega que empieza o que tiene que actualizarse. La presentación entonces es un elemento más que habla, al igual que el vino, al sector vinícola y al consumidor, aclara Palacios, resaltando que ahí el productor está diciendo (“y se puede hablar mucho”) que limpia la casa, se renueva y trae nuevos aires aunque mantenga la esencia…

V Foro Packaging en el mundo del vino | Foto: Gobierno de La Rioja

Álvaro Palacios, quien se presenta como “un humilde labrador” al que le gusta lo artístico, confiesa que siempre le ha gustado el mundo de la venta, por lo que las primeras etiquetas de su bodega las diseño él mismo. “Luego tuve el dinero para ir a una casa de diseño y ponerme en sus manos. Todo se mantuvo como estaba, pero se produjo un afinamiento”, apunta, al tiempo que reconoce las limitaciones que pueden tener los agricultores en este campo.

“Cuando entras en la casa de los diseñadores profesionales, te das cuenta de lo torpe que puedes llegar a ser y de las barbaridades que has podido hacer en la vida. Ellos te entienden y transforman tu deseo en algo definido que acaba funcionando en el mercado de forma inmediata”, añade, aunque también pone un pero a la explosión del diseño: “Ahora hay que ordenar un poco todo eso”.

¿El problema? Palacios, quien representa a la perfección la revolución enológica que vivió España a partir de la década de los ochenta, señala que reside en atender más a los artificios de fuera que al vino, lo que resalta sobre todo en vinos surgidos en la última década: “Hay etiquetas muy coloridas, joviales… hasta los nombres también son la pera”. “La gente ha creído en los diseñadores y ha funcionado, aunque esos vinos no se sabe de dónde vienen y simplemente son regionales”.

La diferenciación

El vino regional viene de muchas madres y hay que decorarlo más, argumenta Palacios, poniendo el acento en que cuanto más cierras el círculo, más datos tiene que tener en la etiqueta (finca, paraje…) y menos colores, fantasía y sensación jovial, alegre e inmediata. “Hay más rasgos clásicos y menos dibujos”, remarca, ejemplificando con los vinos de Borgoña, donde no se presume de un diseño colorido sino de una buena tipografía para resaltar el origen de la denominación de origen municipal, el nombre de la familia… o su escudo.

Aterrizando en Rioja, Palacios se lamenta de que la Denominación haya escogido la vía del Nuevo Mundo en lugar de la del Viejo, y en especial de la francesa, para definir las nuevas zonificaciones. “Habría que hablar de vinos de villa y no de vinos de municipio, pero no por capricho, sino por similitud con villevillage. Todo el mundo lo entendería. Y por la misma razón hubiese preferido que se hablara de grandes viñas, al estilo francés y sus grand crus, en lugar de viñedos singulares, que imitan los singular vineyards del Nuevo Mundo”.

A Álvaro Palacios le gustaría que en España se produjeran más vinos especiales, “de esos que nacen de una viña que está tocada por una mano divina”. Esos vinos hay que explicarlos muy bien en la etiqueta “porque el mundo del vino así lo entiende y está esperando esa información”. Y avisa: hay mercado, porque “hay mucha gente con dinero a la que le gusta mucho el vino”.

Albert Martínez López-Amor, experto en comunicación y contenidos de gastronomía y vino, afirma que la diferenciación puede tener dos grandes objetivos: uno hacia lo eterno, una marca que permanezca durante generaciones (la cúspide de la pirámide), y otro que busca la oportunidad. “Tenemos mucho producto, una construcción de marcas y una oportunidad para aspirar a segmentos de mercado concretos, por lo que se deben utilizar marcas diferentes para aspirar a ellos”, comenta, al tiempo que valora el diverso ecosistema del mundo del vino como “un tesoro a proteger”.

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