La Rioja

El día a día de un bombero en la N-232: “Un accidente tiene un olor característico que no desaparece”

“Esto tenía que estar lleno, es algo que nos afecta a todos”. Así ha arrancado el discurso del bombero logroñés Carlos Bacaicoa este domingo en la manifestación para pedir la liberación de la autopista AP-68, quien ha empuñado el micrófono para explicar cuáles son sus vivencias en los accidentes de tráfico que ocurren en incontables ocasiones en la N-232 a su paso por La Rioja: “Es una de las formas más desagradables de perder la vida”.

Cuando Bacaicoa llega a casa, después de un accidente, intenta dejar todo en el casco, pero hay veces que le afecta, sobre todo cuando hay niños o personas con niños, adolescentes de la edad de sus hijos… ha habido veces que se ha imaginado que era su hija la que estaba ahí. También ha visto a padres en estado de shock que van y vienen por la carretera porque han salido ilesos, pero no saben que en ese momento están rescatando a su hija ni si la sacarán con vida.

“Nosotros no nos andamos con paños calientes, ya que desgraciadamente somos parte del desagradable desarrollo de un accidente de tráfico”, ha iniciado su duro relato sobre su trabajo en los sucesos riojanos, destacando que la mayor parte de las veces es necesario el uso de maquinaria para sacar a las personas de los vehículos: “Es gente que lleva muchas ilusiones en ellos porque van pensando en sus vacaciones o en lo que van a hacer después. Y en un instante, todo desaparece”.

“En los restos de los vehículos nos encontramos restos de la gente. Ya sé que soy muy duro, pero esto lo tiene que saber todo el mundo. Estoy seguro de que si ese político o esos responsables de los que depende que se libere la autopista viniese a uno solo de los accidentes a los que nosotros vamos, estoy seguro de que al día siguiente la autopista estaría liberada”, ha añadido.

Su primer accidente de tráfico le afectó: “Cómo no me va a afectar, es algo que se me quedó grabado. No es sólo lo que vemos sino lo que olemos. Nada más llegar al lugar del accidente, allí hay un olor característico que no desaparece de la ropa: es la mezcla de los fluidos de las personas con los fluidos del vehículo. Es un olor que no se va. Cuando nosotros llegamos al parque y el turno anterior ha tenido un accidente, según entramos por la puerta ya notamos ese olor y sabemos que ha habido un accidente”.

Todo es diferente. Ese olor lo impregna todo para cambiar las caras, los comentarios entre compañeros, las bromas y el ambiente en general del parque de bomberos. “Un accidente de tráfico es una de las formas más desagradables de perder la vida y eso que los bomberos conocemos muchas porque, desgraciadamente, cada vez que actuamos, alguien pierde la vida o pierde dinero. Por regla general, de lo que vemos, un accidente es lo más desagradable”, ha señalado Bacaicoa.

“Imaginaos que llegáis a un accidente y os encontráis todo desperdigado: las maletas llenas de ilusión, los bikinis, los bañadores… y de repente, una silla de niño, a veces con el niño dentro y a veces sin él”, ha proseguido en su discurso, explicando que su labor es intentar sacar a las personas que en ese momento están vivas: “A los muertos los dejamos para el final. Hay que salvar a los vivos. A veces el médico te dice ‘rápido, rápido, ¿qué valoramos? ¿muerto o en silla de ruedas? Sácalo vivo, en silla de ruedas, no podemos tardar…'”.

Reconociendo que su discurso podía resultar desagradable, también ha apuntado que es la única forma de entenderlo: “Estaréis hartos de escuchar que no hay que correr, que hay que tener cuidado, que hay que ir por la autopista, que no adelantes… no, no, no… si te despistas, si adelantas, si vas a reñir a tus hijos y te giras, en un instante, sobre todo en la N-232, estás muerto. Pero es que no hay más que camiones. Nosotros, cuando vamos a los accidentes en la N-232, lo primero que hacemos es colocar nuestros camiones para protegernos porque estamos seguros que con la cantidad de vehículos y camiones que pasan por allí, alguno se puede despistar y atropellarnos a nosotros”.

Una vez asegurada la posición y después de salvar a las personas que aún conservan la vida, llegan las siguientes tareas. Los restos de esas ilusiones truncadas, esas ideas y esas futuras vacaciones que ya nunca se producirán, se quedan apilados en la cuneta, en un lateral de la carretera como si fueran escombro: “Al final, tenemos que tratar los cuerpos como si fueran escombro. Allí los dejamos, donde barremos todo”.

“Encima, se convierten en escaparate porque todos los que pasan por allí se quedan mirando esa sábana brillante. Ahí debajo hay un montón de gente que podía haber sido algo. Hay otra gente a la que, por ejemplo, sacamos sin piernas. Podía haber sido un futbolista o un atleta espectacular, pero ahí se queda el futbolista y el atleta. Y contento de que podrá verlo por televisión”, ha relatado este bombero logroñés.

También podría contar alguna cosa agradable, ha reconocido, como cuando ha salvado la vida de alguna persona: “Llegas, lo rescatas y luego lo ves por la calle. Dices: ‘Mira qué suerte’. Hay otros que te quieren conocer para saber quiénes los rescataron o nos mandan flores y cosas al parque para agradecernos. No, no. Si tú no tenías que haber tenido el accidente y nosotros no teníamos que haber salido si hubieras ido por la autopista”.

“Esto es vender la vida”, ha añadido, poniendo el acento en que “el que tiene mucho dinero tiene un buen coche y va por la autopista, el que no tiene dinero va por la carretera. El que va por la autopista tiene posibilidades de llegar a su destino tranquilamente y el que va por la carretera tiene mucho más riesgo de perecer en ella”.

“Esto son los accidentes de tráfico, la forma más desagradable de perder la vida”, ha concluido, rematando que si alguno de los responsables para que se libere la autopista quiere acompañarle a un accidente de tráfico, se dará cuenta del valor que tiene la N-232 y la autopista: “No mercadees”.

Vídeo de la intervención de Carlos Bacaicoa

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