Firmas

El Parlamento del ritmo caribeño

El otro día me llevé una bronca -merecida- en la calle Laurel. No le había tirado el vino a nadie ni me marchaba sin pagar de ningún bar. “¿Por qué has dejado de escribir del Parlamento”, me preguntó un amigo. Y yo pensando que en bendita hora había quedado a cenar con él. Estábamos en el Charly dando cuenta de un par de morritos y similar número de cervezas (detalle intrascendente para la historia, pero que sitúa al lector), cuando hizo la preguntita de marras. “Para lo que hay que contar…”, le respondí.

No se quedó satisfecho y siguió taladrándome la cabeza durante un buen rato hasta que consiguió su cometido: sentimiento de culpa en mi libreta periodística por haber dejado de anotar los avatares del antiguo Convento de la Merced y todo lo que le rodea. Así que aquí estamos volviendo con la frente marchita, aunque las nieves del tiempo no han plateado mi sien.

Jueves. Día de la pinta. Ya lo hemos dicho en anteriores ocasiones. También día de sesión plenaria en el Parlamento de La Rioja. Día de emociones fuertes. Agárrense fuerte. Pónganse el cinturón de seguridad. Si parpadean, se lo van a perder. O se van a quedar dormidos, que es lo más probable. La Cámara riojana funciona a “ritmo caribeño” (Natalia Rodríguez de Podemos dixit), pero no por el reguetón –el Gobierno se ha comprometido este jueves a aportar solo financiación pública a festivales o iniciativas musicales en las que los artistas suscriban un compromiso de no realizar comportamientos ni incluir letras machistas– sino por esa tranquilidad que derrochan al otro lado del Atlántico. Algo parecido a ese anuncio de Malibú de hace unos años.

Sólo puedo darle las gracias a mi amigo, al que llamaremos Sergio (nombre ficticio), por ‘obligarme’ a acudir al Parlamento. La de cosas que pasan. Vaya si pasan cosas al ritmo caribeño. Y las que me habré perdido. Resulta que mi siempre querida Rebeca Grajea de la Torre (Ciudadanos) ahora es ‘Antoñita la Fantástica’, según dijo Jesús Ángel Garrido (PP); y Jesús Ángel Garrido es el pollito Calimero “porque todo el mundo se mete con él”, según dijo Rebeca Grajea de la Torre. No acaba aquí la cosa. La diputada naranja también ha transformado al consejero de Hacienda, Alfonso Domínguez, en Adolfo Domínguez. “Voy a ser breve, que luego me tengo que ir a hacer unos trajes”, dijo irónico el arnedano, aunque ya se sabe que mezclar la política con los trajes nunca ha sido buena idea, especialmente en el PP.

Entre tantos cambios de nombres, apellidos y motes (también le tocó a la diputada Carmen González-Cuevas cambio de DNI), Raúl Díaz (PSOE) nos puso a jugar a las sillitas para emular los cambios en la política riojana: que si el presidente del Parlamento es ahora presidente a secas, la alcaldesa de Ribafrecha presidenta del Parlamento, el presidente es vicepresidente… y así hasta que el portavoz de Ciudadanos, Diego Ubis, casi rompe a llorar en el atril cuando recordó aquellos veranos de su infancia y su juventud en Cataluña. Tenía amigos. Al menos, hasta que entró en política. Eran tiempos felices para el líder naranja y los recordó con nostalgia. Se desconoce por el momento si entre esos llantos había algún amor perdido de esos con los que se camina sin prisa escapando de las olas al atardecer.

“¿Cómo narices hemos llegado hasta aquí?”, se preguntaba Ubis casi entre lágrimas sobre la situación de crispación generalizada en torno a Cataluña, su referéndum y su desafío soberanista, sin anticipar lo que llegaría después. Marcaba el reloj las 15,20 horas. Había hambre en todos los presentes. Reinaban las ganas de marcharse a comer. Y entonces, pum. El tema que faltaba. ¡Venezuela! Pronunció la palabra el multiconsejero (ahora también bloguero) Conrado Escobar para acusar a la diputada Natalia Rodríguez de vaya usted a saber qué actitud autoritaria “más propia de Venezuela” que de un sitio serio como La Rioja. Es el ritmo caribeño, Conrado, es el ritmo caribeño…

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