La Rioja

Siguiendo las pisadas de los gigantes en La Rioja Baja

Foto: Clara Larrea

Es complicado coincidir con alguien que no sienta, al menos, un mínimo de fascinación ante los dinosaurios. Seres titánicos, también diminutos, que dejaron sus pisadas grabadas en la piedra.

En La Rioja contamos con el privilegio de albergar uno de los yacimientos de icnitas (huellas de dinosaurio fosilizadas) y, por ello, os pedimos que nos acompañéis en este viaje que arrancamos en Igea y nos llevará por otras localidades del entorno como Cornago y Enciso.

Para adentrarnos en el legado del Cretácico necesitaremos un vehículo con el que desplazarnos de yacimiento en yacimiento y calzado y ropa cómodos, pues es tan numerosa la impronta de los dinosaurios en La Rioja Baja que vale la pena tomárselo con calma y, de paso, respirar hondo mientras contemplamos su paisaje.

Nuestra ruta arranca en la Era del Peladillo. Debemos dejar atrás el municipio de Igea (donde vale la pena visitar el Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja) y deslizarnos por la calle que lleva el nombre de nuestro destino. Avanzando por la margen izquierda del Linares y flanqueados por huertas y frutales debemos seguir la marcha hasta que se abra ante nosotros un área de aparcamiento de gravilla.

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Ha llegado el momento de resetear la mente y asumir que cuando bajemos del vehículo habremos retrocedido unos 120 millones de años a través del tiempo. Alzando la mirada hacia la izquierda atisbaremos una réplica de ‘Baronyx el pescador’, un amable cicerone de doce metros de longitud y dos toneladas de peso cuyos restos fósiles aparecieron en 2005 en Igea.

No fue el único morador de la zona, a tenor de las decenas y decenas de icnitas que pueblan la era. Antes de abandonar el yacimiento (plenamente adaptado a la contemplación preservando el entorno) puedes jugar a averiguar quién es el más rápido en identificar a cada uno de los responsables de esas huellas.

Antes de marcharnos de Igea y poner rumbo a nuestro sentido es obligado parar a las afueras del municipio y contemplar que no solo los dinosaurios quedaron inmortalizados en la piedra. Un gigantesco herbívoro en pleno festín nos recibirá a las puertas del tronco más antiguo de cuántos se conservan en La Rioja.

Del Cetrácico Inferior (120 millones de años) data el tronco de conífera fosilizado en Igea, que podremos contemplar bajo un techado y a una distancia limitada por las rejas que preservan su envidiable estado de conservación. De nuevo, emprendemos la marcha y ponemos rumbo a Cornago, donde descubriremos que la Prehistoria y la Edad Media están mejor conectadas de lo que imaginamos.

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Sin duda, su castillo es el principal referente turístico de Cornago, pero los más avezados observadores no tardarán en descubrir que las rocas sobre las que se asienta también guardan icnitas. Algunos investigadores aseguran que de aquí pueden nacer las leyendas clásicas que hablan de princesas enclaustradas en los castillos con un dragón en el foso. Cierto o no, lo cierto es que las huellas de dinosaurio fosilizadas dan un encanto especial a esta edificación del siglo XV.

Y reservamos nuesrtras últimas energías para dirigirnos a la joya de la corona en el ámbito de las icnitas. Nuestro último destino no es otro que el yacimiento de Valdecillo, en Enciso, donde los más pequeños disfrutarán sin duda con las réplicas y juegos inspirados en los dinosaurios.

Para los adultos el atractivo es otro: en la ladera de la montaña aparecen grabadas las pisadas de varias especies de carnívoros y herbívoros de gran tamaño (entre siete y diez metros de largo). Siguiendo la ruta monte arriba la paleontología se funde con los deportes de aventura, pues en la cima de la montaña está instalada una tirolina para que los más atrevidos hagan uso y disfrute de ella. Los menos arrojados pueden conformarse con dos toboganes con vistas al valle, mientras los niños siguen asombrados con los colosos que dejaron las primeras huellas sobre el terreno en La Rioja Baja.

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