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Los chacineros de La Glorieta

Abrigados por las óptimas condiciones de umbría y ventilación que ofrecía La Glorieta no era infrecuente ver a los hábiles chacineros que bajaban en jueves de Ventosa entre San Martín y San Matías. Los tablajeros recepcionaban a los marranos que la parroquia solía cebar en sus bajeras y garajes para darles allí mismo matarile y convertirlos prestamente en morcillas, chorizos y jamones a cambio de los despojos y dos de cada tres caretas. Estos sacrificios fueron prohibidos tras una batería de denuncias de vecinos intolerantes al hedor que la actividad desprendía y a la desmedida proliferación de aves carroñeras en el entorno de la coqueta plaza.

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