El público que asistió aquella lluviosa noche de mayo al Variedades de la calle Delicias no comprendió demasiado bien la famosa “conferencia de la maleta” en la que el literato madrileño, tras provocar un fallo eléctrico en la sala, se comía la vela que alumbraba su oratoria y con la que giraba por media España. Para quitarse el mal sabor de boca, el autor de “Morbideces” hizo parada en el afamado restaurante logroñés Las Escalerillas, atraído no tanto por la popularidad de sus lechales como por el interés en catar los vinos “de Laserna” que allí se ofrecían.
