La saludable estampa de prosperidad y cosmopolitismo que ofrecía la confluencia vial frente a la Estación de Autobuses fue fruto del creciente auge de las empresas publicitarias locales que, como colmo de modernidad, ofrecían la implementación de las marcas con descomunales carteles luminosos y tipografías rellenas de gas noble, hasta el punto de que permitían prescindir por completo de la iluminación nocturna de la zona.
La escandalosa subida de las tarifas eléctricas tras la crisis del petróleo hizo que se abandonase el uso de este tipo de reclamo y fuera sustituido por el moderno buzoneo de folletos y propagandas.
