La cuadrilla serrana de albañiles, que ya alcanzó notable notoriedad en la ciudad de los rascacielos gracias a un famoso posado sobre una viga, intentó repetir la estampa durante las obras de remodelación de la torre de la Iglesia de Santiago.
La naturalidad con la que paseaban por el entramado metálico, situado a una gran altura, los mantenía alejados de la presencia del capataz y podían así prolongar durante una mañana entera la duración de sus almuerzos, que eran seguidos con gran expectación a ras de suelo.
Un accidente, producido por la caída de una fiambrera de asadurilla sobre el conjunto escultórico de la fachada sur, provocó la corrosión parcial de una de las cabezas de moro y de una gran parte del, hasta entonces, desmesurado miembro del equino del santo, debido al alto contenido en picante de tan riojano plato.
