Firmas

El punto final tiene dos puntos suspensivos

Ni el miembro del PP más pesimista había anunciado una caída como la que este domingo ha sufrido su partido en La Rioja. Veinte años de mayoría absoluta, esos que no son nada según el tango, se han esfumado de un plumazo y ha llegado el momento de llegar a acuerdos para seguir gobernando. Visto y no visto. Los riojanos han dicho con su voto que cinco legislaturas eran suficientes y que es hora de cambiar. La partida no ha hecho nada más que comenzar y hay dos nuevos invitados en la mesa. Todos llevan buenas cartas. O al menos eso creen.

Las caras en el Círculo Logroñés -centro de reunión en las noches electorales del PP- no podían hablar más claro. Ni más alto. Batacazo. La llegada de los apoderados e interventores del partido era un desfile de miradas perdidas, resignación y conversaciones esquivas. Pese a los gritos de “presidente, presidente” y “esa, esa, esa, Cuca alcaldesa”, flotaba en el ambiente un sentimiento de derrota por no haber arrasado como antaño. Decía el escritor Juan Tallón que la derrota “no es ningún drama” y que las victorias “se paladean mejor si se intercalan entre algunos fiascos”, pero no era la noche más idónea para explicarlo en el centro de la capital riojana.

No tardó mucho el presidente en salir a dar explicaciones ante los periodistas. El secretario general del partido, Carlos Cuevas, explicó que aparecería cuando el escrutinio rondara el 90% como si fuera el minuto noventa de un partido. “Una cervecita más y ya está”, dijo señalando al catering. Pero ni quedaban cervezas -sólo sin alcohol y tampoco era momento de convertirse en abstemio- ni el símil futbolístico del final del partido se correspondía con la situación que se abre para el PP tras la comparecencia de Sanz.

Ni derrotado ni fracasado ni triste. Así se describió el jefe del Ejecutivo regional tras quedarse a dos diputados de la mayoría absoluta. ¿Dimitir? ¿Marcharse? No, por el momento. Ahora toca centrarse en la confección de los ayuntamientos, comentó, y después en la formación del Parlamento regional. Hablando en tercera persona de él mismo, apuntó que se crece ante las adversidades y las circunstancias complejas y que los tripartitos no le gustan. “Disfrutemos. Queríamos más, pero hemos ganado las elecciones”, les dijo a los suyos. Y aplaudieron. Y le besaron. Y le abrazaron. Y se sacaron fotos con él.

En las alegrías y en las penas. En la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. Como si el partido fuera un matrimonio. En el PP continúa el idilio y la unidad, pero los riojanos les han enviado un mensaje: “Necesitamos darnos algo de distancia”. Cantaba Sabina que “lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas”, pero las urnas en la comunidad han dicho que eso no es así, que quieren ese aire nuevo del final de una apasionada relación y que pueden sobrellevar esa ‘penitencia’.

Quizás los que no puedan con esa carga sean Emilio del Río, consejero de Presidencia y Justicia, y el expelotari Augusto Ibáñez ‘Titín III’, concejal en el Ayuntamiento de Logroño, que, salvo cambios de última hora en las listas, no ocuparán ningún sillón ni en el Parlamento regional ni en el Consistorio logroñés. Al fin y al cabo, como también decía Sabina, “lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos”. En La Rioja, eso está por ver.

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