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El BAR (3×05): José Luis Lapuente y la búsqueda de la inflexión

El BAR (3×05): José Luis Lapuente

Quinta visita del 2024 en el Boletín de Actualidad Riojana (BAR) de NueveCuatroUno. Tras presentar la memoria del 2023 de la Denominación de Origen Calificada Rioja y el monitor de enoturismo hace unos días, nos acompaña el director general del Consejo Regulador, José Luis Lapuente. Reincorporado “totalmente” en sus funciones después de un problema de salud, reconoce que se le han “olvidado” los paseos al parque de La Grajera. “Ahora los doy alrededor de mi despacho y de la tercera planta del Consejo Regulador”.

Y hablando del Consejo, un “consejo” para los más interesados en la materia. De respuestas largas y tremendamente analíticas, el audio completo de la entrevista está disponible en Ivoox, iTunes y Spotify para escuchar directamente de boca de Lapuente sus reflexiones.

– Entrando en harina y abriendo comillas. “Señales de alarma”. “Sufrimiento”. “Tiempos difíciles”. “Tiempos complicados”. Son frases de José Luis Lapuente al presentar el balance de comercialización de 2023. ¿Qué le pasa al sector del vino y al Rioja?

– Precisamente, eso. Vive un momento complicado. No diría tanto el sector del vino sino algunos operadores dentro del sector del vino por su caracterización y por su dimensión, lo que evidentemente también llega a Rioja. La tarta se ha empequeñecido. Lo constatamos en diversos informes que ponen de manifiesto no solo una reducción drástica del consumo a nivel mundial -la Organización Internacional de la Viña y el Vino nos sitúa en niveles de consumo de 1996- sino en las propias previsiones de la Unión Europea (UE), una de las instituciones que están preocupadas por la situación y que augura una pauta descendente del consumo incluso con un horizonte en 2035.

– ¿Qué perspectivas se manejan para 2024?

– Yo creo que 2024 va a ser un año extraño. Esperábamos que 2023 fuera un año donde se produjese una inflexión para sacudir alguna de las incertidumbres que puedan estar afectando al sector y al producto, así como superar también algunas dificultades económicas que evidentemente influyen en su consumo. Somos un producto relacionado con el ocio y con la vida social, particularmente centrada en la hostelería. Si no hay alegría ahí, evidentemente esto le afecta. Y sin embargo, vemos que esa situación, esas incertidumbres, esos factores que tenemos que despejar, se mantienen con un 2024 que no ha empezado con gran alegría y que nos está dando estas señales.

– Los últimos datos conocidos, referentes al mes de abril, reflejan un crecimiento de entorno al uno por ciento en los cuatro primeros meses del 2024 respecto a 2023. ¿Quiere decir que empezamos a respirar?

– Intentamos ser muy cautos con la información. Ese crecimiento del uno por ciento se refiere a entregas de contraetiquetas a las bodegas, que luego podrán utilizar o no, pero que no deja de ser un índice de actividad y que adicionalmente corrige una situación que se produjo en marzo. No solo para Rioja, sino también para la competencia, y es una afectación particularmente intensa por el parón de Semana Santa, aunque pueda resultar un contrasentido, más aguda que en años anteriores y que no habíamos sido capaces de prever. Al final con lo que hay que quedarse siempre son con cifras acumuladas. Un cuatrimestre empieza a dar una información de más o menos un suelo, pero no me atrevería a decir ni que el suelo sea estable ni que no se vaya a producir una inflexión positiva.

Internamente efectuamos una previsión mucho más actualizada a partir de la información de bodegas. El año pasado incluso teniendo información directa de bodegas a nivel interno tampoco acertamos. Con los datos de bodegas hubiéramos previsto un crecimiento de prácticamente un dos por ciento y, sin embargo, hubo un retroceso del cinco por ciento, particularmente por el efecto de la caída de la exportación, que ha afectado a nivel internacional a todos los competidores.

– ¿Hay preocupación?

– No es suficiente con tener un suelo sólido. No es suficiente el comercializar 325 millones de botellas, que no lo hace nadie en España y a todas luces es una cantidad abrumadora pensando en el resto de la competencia, pero es evidente que tenemos un tren que ha ido en marcha en los últimos años y llegaba en el horizonte de 2017 a ser capaz, no de producir esas 325, sino de producir 400 millones de botellas, que al final marcarían el equilibrio y que es el diferencial que está distorsionando ahora mismo la situación y al que, primero con medidas coyunturales y pasando diversas etapas y pantallas, intentamos reconducir.

– Una pregunta casi de interés personal sobre la famosa ratio de ventas -relación entre la existencia de vinos y las salidas de bodega-. A finales de 2023 andaba por el 3.65 y, se supone, que nos empieza a preocupar a partir del 3, aunque hay que actualizar esa cifra por el tiempo de crianza que ahora tienen los vinos en bodega (están más tiempo y por tanto hay más existencias). ¿En qué estado se encuentra?

– Es evidente que no se corrige en la medida en que la comercialización no crece y la producción no se reduce. Estamos en ese nivel de indicador dentro de lo que es el reloj rojo, que es necesario inflexionar y reducir. Pero aquí haría dos reflexiones. La primera, a veces es un arma de doble filo: en el ámbito de Rioja y particularmente desde la pandemia, manejamos una gran cantidad de información y además de eso gran cantidad de análisis de situación, que es lo necesario para luego tomar acciones. Es decir, tener información o analizar la situación no resuelve todo, pero es la base fundamental. Esa información veraz, aunque algunos quieran entretenerse en discutirla y en ponerla en duda, es la que nos permite luego tener una base sólida de realidad para marcar la estrategia o le permite al sector.

– ¿Cómo funciona entonces?

– Si fuéramos una denominación que no vendiese más que vino joven, el cálculo sería sencillo. Es decir, sería uno. Todas las existencias de un año es lo que tendría que tener para acometer las necesidades de mercado. Como somos una denominación volcada fundamentalmente a los vinos criados, ese número se eleva por encima de 3, que son las existencias necesarias. Si yo no produjera más para acometer las necesidades que tengo de comercialización en función de mi mix, lo que yo resaltaría es que lo importante es la tendencia de esa ratio. A veces nos obsesionamos si ha sido 3,75, si es 3,77 o si la conseguimos bajar con algunas medidas de ayuda. En realidad, eso no ocasiona un efecto inmediato en el mercado.

Es decir, no es una línea que tenga una consecuencia directa. Lo que el mercado percibe, y cuando hablamos de mercados son las relaciones entre viticultores y bodegas porque por más que atribuya viñedo y aprovisionamiento a las bodegas, la gran parte del viñedo está en manos de cooperativistas y no cooperativistas, se mueve más por impulso en función de la tendencia que observamos. Por eso insistía el año pasado en que lo importante, y por eso hablo siempre de inflexiones, es cambiar la tendencia. Hemos visto cómo un litro vendido hace el mismo efecto que cuatro litros de existencias. Con lo cual, todos los esfuerzos que se puedan poner sobre la contención son bienvenidos, colaboran al objetivo que buscamos, pero lo que es determinante obviamente es la comercialización y el comportamiento del mercado que tiene un efecto multiplicador de uno a cuatro.

– Esas medidas de contención han sido la cosecha en verde, 6.000 hectáreas en 2024 que han inscrito los viticultores solo en La Rioja (alrededor del diez por ciento del viñedo de la denominación), y diecisiete millones de litros destilados en 2023 más, se supone, otros tantos en 2024. ¿Están funcionando estas medidas o simplemente como ya se ha comentado sirven para ganar tiempo?

– Es mejor que nada y además son medidas que tienen que ser temporales necesariamente. Yo vengo insistiendo en que la ayuda destinada al vino, con carácter general, sea vino o sea uva, ha de entenderse en un contexto de lo que significa el producto. El producto es un generador de riqueza para la región y de ahí por tanto que merezca un cuidado cualificado o especial. Pero también es cierto que esto, particularmente hablando de fondos públicos, no puede ser un cuidado permanente o eterno, sino que tiene que por definición circunscribirse o menos a una medida coyuntural. La expresión de ganar tiempo la he manejado yo precisamente por eso, porque los esfuerzos que se hacen para retirar 20 millones de existencias en el ecosistema de Rioja son equivalentes a que vendiéramos 5 millones de litros más. Con lo cual, si esos 20 millones de existencias en vez de ser retirados fueran 20 millones de litros vendidos más, el efecto sería muy significativo. Pero no solo eso, sino que estaríamos consolidando una cifra que a su vez va a drenar esas existencias en los años siguientes. Yo, sinceramente, y no quiero tampoco frustrar las expectativas de nadie, no la espero.

Foto: Raquel Manzanares (EFE)

El otro día hablando en la presentación que hacía mi colega Rafael Del Rey, recordaba una situación muy complicada con tintes dramáticos en la década de los 90 cuando Rioja asciende al culmen de la pirámide como Denominación de Origen Calificada. Ahí realmente el sector estaba en shock hasta el punto de que encarga un estudio y todo el input, que le dan a la consultora Price Waterhouse, era buscar medidas financieras y desesperadas para conducir la situación. Se hablaba de rendimientos de 4.500 kilos por hectáreas, se hablaba de almacenamiento privado financiado con fondos propios y se hablaba de una reducción de la superficie de viñedo. O sea, que era un plan que evidentemente no pensaba en ayudas públicas, pero era un plan de ajuste realmente duro, horizontal y que generó muchos números y una recomendación que finalmente no hubo que poner en práctica porque el mercado comenzó a crecer.

– ¿Cuál es ahora la diferencia?

– La flexibilidad partía de la base de un contexto totalmente distinto con muchos menos competidores. Rioja estaba en una situación de prácticamente dominancia de todo el mercado nacional y eso, evidentemente, no es el contexto actual. Ojalá, pero bueno, demuestra estudiando el pasado que eso puede ser así. Si no es así, lo que sí exigía y yo sigo convencido de que ha sido el camino adecuado, es explorar todas las opciones antes de llegar a pantallas traumáticas porque uno siempre piensa que va a ser su vecino y que nunca le va a afectar a él.

– Entonces, ¿las medidas sirven?

– Ganaremos un año más en 2024 con estas medidas, pero lo importante sería que realmente esa inflexión, ese cambio de tendencia en la ratio, no fuera de una manera coyuntural por estas medidas sino de una manera natural por el tono de la comercialización. Si no es así, hay que pensar que estamos en el mundo y que esto es un negocio, desgraciadamente. Si vemos los datos del entorno podemos concluir que no es un problema del producto, que sería más preocupante todavía, sino que es un problema que afecta horizontalmente. El colectivo, más allá de que pueda haber afectados o no, está obligado a seguir mirando de frente al problema y seguir tomando medidas porque Rioja tiene que seguir siendo un proyecto de éxito y un proyecto de generación de riqueza para la región.

– Tenemos entonces claro que la solución pasa por vender más, que tampoco vamos a descubrir aquí a América, y en la pantalla traumática todavía no estamos y la estamos poniendo en el medio y largo plazo si la situación continúa empeorando. ¿Cuáles son las medidas que está tomando el Consejo Regulador y que puede tomar en el corto y medio plazo para revertir esta situación?

– Las facultades que tiene el Consejo Regulador son limitadas como institución. Otra cosa es que no deja de ser punto de encuentro de todos los operadores y un lugar donde con mejor o peor fortuna se ponen en común todas las sensibilidades. En definitiva, son los que se están jugando el patrimonio y los que terminan tomando las decisiones. El Consejo evidentemente tiene un relativo margen de maniobra en términos de rendimientos, pero también es cierto que eso se intuye que tampoco puede ser una medida permanente. Entre otras cosas, insisto, porque cuando analizamos a nivel micro hay operadores a los que les va bien, hay operadores a los que les va muy bien y hay operadores a los que les va peor o relativamente peor. Dentro de esa situación complicada, lo que observamos y por eso insisto en hablar de un proyecto de éxito (esos 325 millones de botellas tienen nombre y apellidos) es que el negocio sigue funcionando. En ese sentido, cabe esa opción en materia de rendimiento y la opción de otras recomendaciones, como ha sido el caso de recomendar a las autoridades competentes la prima del blanco sin perder la cabeza.

Luego hay cuestiones de letra pequeña que a veces es complicado cuantificar, pero que yo creo que son tan importantes como las otras decisiones. Todo el esfuerzo que se está haciendo en el campo y el esfuerzo que se hace en torno al vino por iniciativas que el Consejo ha puesto en marcha. Yo creo que es relevante tener una herramienta de gestión que individualiza rendimientos por cada parcela, que no deja de ser una herramienta de información para que todo el mundo cumpla y juegue con las mismas reglas. Tener un proyecto de evaluación sensorial que ha recualificado al panel de cata y que gravita en un ejercicio objetivo muy claro, que parte de un análisis de riesgo que intenta detectar aquellos productos que puedan llegar más justos a la calidad y por tanto descartarlos. Yo creo que tiene un final común y es estar a la cabeza del pelotón. Lo he dicho también hace relativamente poco, otra de las oportunidades que es más complicada para que la comercialización suba ya no es que el mercado crezca per se, como ha podido ocurrir en los blancos, sino quitarle mercados a la competencia o quitarle comercialización a la competencia.

– ¿Y cómo se hace eso?

– Dando más por menos. El más tiene que ser el máximo de calidad y el más tiene que ser todos esos factores que envuelven esa botella. Y ahí remarcamos también el éxito en las visitas a la región para que al final seamos la elección, porque eso va a suponer que esa comercialización mantiene a más gente dentro del sistema. A partir de ahí, es evidente que en un producto y en un mercado, el mercado se ordena solo. Quiero decir, se ordena por razón de la competencia, se ordena por razón de la eficiencia y es evidente que hace una selección natural, que sería lo más traumático y sería el final de esta historia. Entre medias, puede haber ayudas, puede haber en definitiva soluciones para el abandono, pero yo realmente soy muy escéptico respecto a eso.

– Hablaba de los vinos blancos de Rioja, que han aumentado su venta un siete por ciento en 2023. Los tintos parece que están un poco de capa caída. ¿Tenemos que tener reservas en esa apuesta por el blanco? ¿Hay nuevas apuestas del Consejo del sector en ese sentido?

– El blanco ha sido una variedad complementaria olvidada. Un color castigado. La vendimia se ha hecho en función de cómo se hacía la vendimia de tintos y el vino que casi se hacía al descuido. No se le otorgaba valor. Eso es lo que provoca en un momento determinado que, de manera estratégica, se fuera maximalista y no fue una recomendación para reestructuraciones o nuevas plantaciones, sino que al final se dijo “aquí ni una hectárea más” y se cerró la puerta al blanco. Eso explica también que tengamos viñedos más longevos, incluso los viñedos de Viura, que están viviendo una segunda época dorada. Cuando yo advierto es porque cuando hablamos de cierto agotamiento en el consumo de esa tendencia general, los blancos tampoco escapan. Es decir, si analizamos la competencia, este año los blancos están sufriendo. Hemos vivido en los últimos 10 años en Rioja crecimientos de dos dígitos a nivel nacional e internacional.

A nivel nacional, parte del éxito está en el crecimiento de ese color. Lo podemos atribuir al cambio de condiciones climáticas y a unas preferencias por estos vinos, pero sobre todo hay un dato que es bastante objetivo. Es decir, se consumía mucho menos blanco en España que a nivel mundial y lo que ha hecho España ha sido acomodar su reparto de colores a lo que podemos ver en cualquier otro país a nivel internacional. Eso ha supuesto que los blancos fueran un 20 por ciento de lo que se consumía en España y pasaron a ser un 34 de lo que se consume en 2023. Esto, cuando luego analizas cuáles son los jugadores, no tiene tantos competidores como los vinos tintos. Los vinos tintos tranquilos vemos que están mucho más distribuidos a lo largo de la geografía nacional, pero cuando hablamos de blancos de calidad, no hay tantas regiones con músculos suficientes para responder y eso ha beneficiado a Rioja. También le ha beneficiado que dentro de esa oportunidad ha empezado a cuidar el producto, le ha visto que tenía su atractivo, ha empezado a vendimiar y tratarlo con mimo, ha empezado a hacer vendimias diferenciadas, y se han empezado a hacer instalaciones exclusivamente dedicadas a blanco. Eso al final supone que con el expertise que tiene la viticultura y la enología riojana, puedas acometer cualquier tipo de mercado con una oferta muy atractiva, mucho más atractiva que a lo mejor regiones especializadas fundamentalmente en blancos jóvenes, porque nosotros tenemos mucho fondo de armario y eso nos ha dado una oportunidad a nivel nacional e internacional.

– Pero sin volverse loco…

– Aprendiendo de los tropiezos de la competencia y cerca de Rioja podríamos ver algún desliz que se ha cometido pensando que esto iba a ser interminable, yo creo que hay que quemar etapas de una manera lenta para evitar esa interpretación del mercado como que esto va a ser inagotable y que luego viéramos un desequilibrio que ahora no es tal. Si nos remitimos únicamente a los vinos de Rioja blancos y la situación de mercado, esa es la situación ideal: una situación de equilibrio que es envidiable.

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