El Rioja

Las garnachas del norte recuperadas por Vintae

Pedro Balda, director de I+D de Vintae, durante las Catas Underground. | Fotos: Fernando Díaz/Riojapress

El equipo que conforma la familia de Vintae se define como “una cuadrilla de locos que aman el vino”. Desde fuera podría parecer que se empeñan en buscar lo diferente y salirse de lo común en cada nueva elaboración. Pero en lo que realmente centran sus esfuerzos es en volver a los orígenes de lo que fue aquel pueblo, aquella viña. A la esencia de una viticultura de antaño, empapándose del saber de esas gentes de campo. Y ya después se esmeran en plasmar todo eso en una botella.

Esa filosofía de recuperar lo que otros crearon se degustó este miércoles en la segunda cita del V Ciclo de Catas Underground organizado por NueveCuatroUno y Calado by Criteria de la mano de Argraf, Cartonajes Santorroman, Cork Supply, Ramondin y Tonelería Magreñan como patrocinadores y sin perder bocado con los pinchos de Deliciuos Gastronomía. El capitán de barco esta vez fue Pedro Balda, director de I+D en la Compañía de vinos. El viticultor y enólogo de San Vicente de la Sonsierra diseñó un recorrido solo apto para exploradores del paladar donde las viñas y los pueblos de cuatro denominaciones diferentes (donde Vintae tiene bodegas) fueron los protagonistas y la garnacha, la gran admirada.

Foto: Fernando Díaz/Riojapress

Para ir en busca de garnachas viejas en Rioja hay pocas zonas que puedan colocarse en el mapa y el Valle del Najerilla es una de ellas, una de las más frescas de la DOCa donde abundan los suelos rojizos por los óxidos del hierro. En estas tierras de Cárdenas es donde recae el germen de Vintae, donde la compañía hizo un pacto por la tradición. “El Pacto de Cárdenas Ojo Gallo es una garnacha vendimiada excesivamente temprano para lo que es esta zona, en torno a la primera semana de septiembre. Se busca sacar la acidez y aromas, más que la extracción de color, porque queremos un vino frutal y dinámico que muestre verticalidad en boca. Un vino largo y fluido”, describió Balda.

Este fue una de las creaciones que se sirvieron al público durante la velada y sin salir de este valle entró en escena Fernando, un viticultor que mantiene una viña centenaria (plantada en 1912 y 1918) en Cárdenas a más de 600 metros. Las cepas de garnacha tinta (también supervivientes) son las mayoritarias en esta parcela catalogada como Viñedo Singular de menos de una hectárea, pero otras diez variedades más entre blancas y tintas les dan la mano de manera intercalada. Y así, con mucho mimo, crean Valdechuecas “un vino donde entra en juego la viticultura más humana y tradicional”.

En Navarra han hecho lo propio en una de las zonas más frescas de la denominación que les ha dado el perfil más atlántico posible. Esta tierra fue una de las grandes afectadas por la llegada de las “variedades semejantes”, como eran cabernet, merlot o sauvignon. Las foráneas desterraron en poco tiempo a las autóctonas, que principalmente eran las cepas de garnacha que inundaban la comunidad, sin saber que aquello sería uno de los mayores errores.

“Esas garnachas viejas eran terruño, eran pueblos, daban vinos basados cien por cien en esas uvas. Y eso es justamente lo que hemos hecho con nuestra apuesta por Navarra”. Vintae aterrizó en esta DO en 2014 y compró algunas viñas en el Valle de Yerri, en Tierra Estella, que afortunadamente estaban cultivadas en ecológico. Rodeadas de algún que otro frutal y con cepas también de otras uvas como viura y tempranillo, daban buena cuenta de lo que antaño había sido la viticultura del lugar. “Y simplemente la hemos mantenido, preservando la esencia de la garnacha de Navarra, pero con un cambio: hemos hecho una cofermentación con un 20 por ciento de la uva sin despalillar, en racimo entero, y el resto ya despalillada”. Otra joya recuperada de la que apenas sacan unos 2.000 o 2.500 kilos por hectárea.

Foto: Fernando Díaz/Riojapress

El blanco también tomo parte en esta cata con una malvasía castellana de Toro, conocida como Doña Blanca. Vintae ha logrado encontrar en esta denominación un perfil de vino poco pesado y para ello ha tenido que acudir a vendimias tempranas (la primera semana de septiembre) aunque ello implique sacar poca graduación alcohólica (en torno a 12,5). Así ha conseguido mantener el frescor en boca a la vez que hay complejidad de aromas. Y la madera, además, tiene poca influencia gracias al uso de bocoyes de unos 500 o 600 litros que aportan un envejecimiento más prolongado. Fruto de ello han creado La Jefa de su gama Matsu, “un homenaje a todas esas mujeres viticultoras que trabajaron en el campo”.

Con ese espíritu de salirse de lo corriente volviendo al origen aterrizaron hace unos años en un pueblo soriano de gran tradición vitivinícola que, sin embargo, fue perdiendo su paisaje poco a poco. En Villálvaro, a casi mil metros de altitud, en la zona nororiental y más escondida de Ribera del Duero, dieron con unas viñas prefiloxéricas sobre suelos arenosos, en una primera capa, y arcilloferrosos después que sobrevivieron al abandono. En homenaje a este territorio bautizaron su vino Bardos Villálvaro que este miércoles se descorchó para presentar un Ribera alejado de lo comúnmente preconcebido: un ribera muy fluido, suave y donde la fruta fresca gana terreno. Por supuesto, con la garnacha también presente. Los exploradores de Vintae siguen así su camino por el territorio nacional en busca de esos recovecos que han caído en el olvido para volver a darles el valor que merecen. Ya están presentes en 14 denominaciones de origen españolas y el viaje continúa.

Subir