Tanto trataron de adornar la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza, que todo quedó en un espejismo de grandeza y un desierto de emoción. El doble trofeo con el que se premió al caballero estellés en el último toro en Logroño fue demasiado espléndido. Que no ya generoso.
A la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza le faltaba el Espíritu Santo de la sana competencia. Padre, hijo, Pablo, Guillermo y nadie más. No hombre, no; el toreo es otra cosa. A pie y a caballo.
Dicho todo lo cual, también dio lástima que un encierro de Pallarés, encaste santacoloma, fuera destinado a la lidia a caballo. Los toros de la divisa sevillana tuvieron pies, motor, casta y mucho interés. Hasta llegaron a humillar en las grupas de las monturas toreras.
A tenor del abultado balance artístico (5 orejas) y puestos a pedir, hubiera sido de justicia que hubiera asomado por el palco presidencial el pañuelo azul que premia de forma póstuma la bravura del toro.
Así las cosas, los dos primeros toros parecieron desbordar a Pablo y Guillermo. Si no puede decirse que medio parecieron aperreados, a sus faenas les faltó despaciosidad cuando menos.
Un quiebro ajustado fue lo más destacable de la actuación de Pablo en el primer capítulo de la tarde. Corretón, perseguidor y muy exigente fue también la salida del segundo. Guillermo expuso a lomos de Berlín y, montando a Orfeo, se lució de los de la cara de su enemigo poniéndose de manos. No gustó que un auxiliador de Guillermo estuviera presente en el ruedo durante la práctica totalidad de la lidia. Algo parecido sucedió después en el cuarto.
También explosivo, pero no tan perseguidor resultó el tercero. Brindó Pablo al público logroñés una obra que no terminó de alcanzar el vuelo deseado por el público ni tampoco el exigido por las condiciones del astado.
Alcanzó Guillermo notables cotas de pureza y espectacularidad en banderillas, mas nunca consiguió templar ni encelar las también exigentes acometidas del toro de Pallarés lidiado en cuarto lugar. Pese a lo muy trasero que cayó el rejón de muerte, paseó ahora el primer trofeo de la tarde.
Brindó Pablo Hermoso de Mendoza su último toro en Logroño a Miguel González Villahoz, antiguo alguacilillo de la recordada Manzanera y principal valedor del rejoneador navarro, a quien llegó a hacerle toros con escobas y trapos cuando Pablo tan sólo era un niño que soñaba con ser rejoneador. A porta gayola se fue Hermoso para clavar así dos rejones de castigo y tratar de atemperar las bravas acometidas que hasta el momento iba regalando el encierro de Pallarés. Más parado y como queriendo echarse llegó ‘Bravío’, que pasará a la historia por ser el sexagésimo, toro arriba toro abajo, que despenaba Pablo sobre la arena de La Ribera. Tan parado decía que hasta el rejoneador de Estella se vio obligado a abordar la misión de colocar las banderillas cortas a lomos de Ilusión. Las dos orejas de hoy no tenían nada que ver con aquellos triunfos de Hermoso de Mendoza en los primeros años del actual milenio.
Por agravio comparativo, Guillermo hubiera tenido que pasear hasta el rabo del que cerró plaza. Tampoco es que la actuación de Guillermo fuera nada del otro mundo, pero acertó con el rejón de muerte y clavó una rosa por los adentros que levantó al público del asiento. Este de Pallarés también su bravura, su casta y su pujanza. Prueba de ello que le clavaron dos rejones de castigo, seis banderillas y dos tordas; en efecto, toda una ferretería.
Finalizó así, sin pena ni gloria el paso de Pablo Hermoso de Mendoza, dueño y señor de estos lares varios lustros atrás. El arte del rejoneo en Logroño, lejos de acabar con el papel en la taquilla, necesita una vuelta de tuerca o, mejor, unas ferias de descanso.
La ficha
Plaza de toros de La Ribera. Segunda de abono. Más de media plaza.
Toros de Pallarés, con motor, pies, casta y duración; una lástima que se destinaran a la lidia de rejones y no a la de a pie.
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio, silencio y dos orejas protestadas y muy exageradas.
Guillermo Hermoso de Mendoza: silencio, oreja y dos orejas
Al romperse el paseíllo, el Club Taurino Logroñés y varias peñas de la capital hicieron entrega de varios obsequios a Pablo Hermoso de Mendoza con motivo de su despedida de Logroño. También se le dedicó una jota al rejoneador navarro.
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