La vendimia 2024 es la primera que María Jesús Agustín va a realizar como directora de campo del Grupo Marqués del Atrio, un cargo que se incluye en el equipo técnico y que hasta ahora no existía en las bodegas asociadas (Marqués del Atrio, en Mendavia, Faustino Rivero Ulecia, en Arnedo, y Valderrivero, en Ribera del Duero). Esto refleja el propósito por trabajar desde el viñedo la excelencia de los vinos resultantes. A él se incorporó el pasado junio y en estos pocos meses el trabajo de preparación ha sido una auténtica montaña rusa. Cuando cruzó las puertas del Grupo, Agustín se encontró con 250 viticultores proveedores de uva repartidos por gran parte de la geografía de la denominación y que juntos abarcaban hasta 1.141 hectáreas (en torno a un millar de variedades tintas). «Una auténtica locura, sobre todo este primer año que me pilla todo de nuevas, pero al mismo tiempo es divertido recorrer diferentes zonas, con diferente viticultura y diferentes viticultores para ver cómo se desarrolla la campaña. Este es el patrimonio de Rioja y para mí es una suerte poder trabajarlo de cerca», describe.
Especializada en la gestión de los viñedos y el control de la calidad en la producción vitivinícola, Agustín ha ejercido durante los últimos tres años como inspectora en el Consejo Regulador de la DOCa Rioja y previamente, como responsable de calidad y viñedo en Marqués de la Concordia, un puesto que la mantuvo 15 años ligada al sector vitivinícola de la región. Tiene claro que con su incorporación al equipo de Marqués del Atrio va a apostar por reforzar la calidad de la materia prima que sustenta las bases del grupo al mismo tiempo que refuerza el valor que tienen esos proveedores en el territorio. «El Grupo tan solo cuenta con unas 50 hectáreas de viñedo propio, por lo que nuestro fuerte son nuestros viticultores externos, que nos proveen de seis millones de kilos de uva cada año». Desde la zona navarra que cubre Azagra, Andosilla, Mendavia, Viana y Bargota, pasando también por Grávalos, Cervera del Río Alhama, Alfaro, Arnedo, Calahorra, Alcanadre y llegando incluso hasta San Asensio, Tirgo, Fuenmayor y Navarrete.
Esta vendimia, sin embargo, seguro que esa cuenta de la producción final se ve alterada. Las lluvias de septiembre se han repartido por las diferentes zonas que controla la bodega, con algunos términos registrando entre 50 o 60 litros, en los casos de mayor acumulación. Unas lluvias que han acelerado todo. La vendimia en Marqués del Atrió comenzó este lunes con el tempranillo blanco de las viñas de Mendavia aunque estaba previsto empezar la pasada semana. «Estaba todo listo y venía muy sano, pero el agua lo frenó todo. Ahora hemos visto que hay algún grano más blando y ya no se puede esperar más por riesgo a que puedan aparecer algunos focos de botrytis porque las plantas han estado unos 15 días con humedad tanto en el suelo como en el ambiente. Pese a ello, no hemos visto ningún signo del hongo y tanto las blancas como las tintas pintan muy bien, por lo que aunque la uva haya engordado algo más no va a interferir en la calidad. Eso sí, aunque había hojas con signos de sequía y este agua ha ayudado en el final de la maduración, hubiera preferido que lloviera la mitad y secara pronto. En cuanto a producción la cosecha viene justita, pero se cubrirá el papel en la mayoría de zonas, a excepción de las viñas de Cabretón en donde pocos años se se llega a los rendimientos», apunta Agustín.
La vendimia ha continuado este martes en la zona de Calahorra con los tempranillos blancos y también en alguna zona entre Alfaro y Grávalos, donde recogen uva para elaborar un espumoso de Rioja. Seguido vendrán la viura, el sauvignon blanc, la garnacha blanca, el chardonnay y, previsiblemente para mediados de esta semana, los tempranillos tintos más adelantados comenzarán la carrera, aunque para la mayoría tendrán que esperar hasta que recuepren el grado. La garnacha, el graciano, las pocas parcelas de mazuelo y maturana tinta, así como las viñas viejas de calagraño vendrán después para completar el mapa vitícola de Marqués del Atrio.
Mientras tanto, esta técnico de campo recorre bolsa de plástico en mano una finca de tempranillo tinto al vaso de los años 90 y ubicada en el término La Plana de Calahorra. Sobre este suelo de cascajo ha pisado durante años José, el dueño del viñedo, controlando cada cepa para que dé lo mejor de sí. «Esta viña es ideal porque filtra muy bien el agua y con este suelo se consigue una maduración homogénea del racimo», explica. Sus uvas, que se vendimiarán la próxima semana, irán a parar a la bodega de Arnedo, aunque todo dependerá de la capacidad de esta y la de Mendavia. «Se trabaja con las dos instalaciones simultáneamente, pero siempre se tiene en cuenta la ubicación de la parcela», añade mientras se mete un grano a la boda y seguido pone las pepitas y el hollejo sobre la palma de su mano. «Todavía les queda un poco para acabar de madurar».
Reconoce que se le avecina un arduo trabajo a la hora de desarrollar esta vendimia, que calcula que se prolongará hasta el 20 de octubre, cuando se vendimien las viñas más tardías ubicadas en la zona de Cabretón y Cervera. «Todo viene en fechas más o menos nomarles a lo que eran antes las vendimias y creo que esas garnachas viejas del Alhama nos van a dar muchas alegrías. También controlamos viñedo viejo por Arnedo y San Asensio y creo que es nuestra responsabilidad el mantener estas viñas con más de 40 años que se adaptan tan bien. Viñas que traen muy pocas uvas, algunas con 3.000 kilos por hectárea, y que no salen a cuenta al viticultor, por lo que es probable que sean las primeras que se abandonen. Por eso desde la bodega nos estamos encaminando hacia una política que prime esas parcelas viejas de mucha calidad. Además, hay que hacer hincapié en qu ese potencia una mejor gestión del riego para que no se desperdicie el agua y luego se acabe con fincas de 8.000 o 10.000 kilos por hectárea».
«Es cierto que nuestros proveedores son gente muy profesional en la viña, pero también es bueno que haya un asesoramiento por parte de la bodega, que les guíe en tratamientos, fechas de vendimia y demás. Queremos ser un apoyo para ellos, tanto en cuestiones de campo como en asuntos burocráticos y por eso apostamos por ellos desde el viñedo. Creo que esto es muy importante para crear valor en los municipios y que, especialmente los más pequeños, sigan manteniendo su economía de vida. Es el caso de Cabretón, porque si a esos viticultores no les garantizan la compra la uva acabrán jubilándose y poniendo fin a este modelo de vida. Nuestra apuesta, aunque sea más complicado para la bodega a la hora de gestionarlo, es la de garantizar la compra de uva a estos viticultores», sentencia Agustín.
Y para dar valor a esos agricultores y a sus viñas antes tiene que comprender con qué territorio trabaja. Su principal reto ahora es zonificar su trabajo por pueblos y, dentro de cada pueblo, por parajes y términos. «Porque claro, incluso dentro de un mismo pueblo hay muchas diferencias en la maduración, por eso son clave los muestreos previos de las parcelas. Al final no tiene nada que ver una garnacha de aquí con una de Cervera, o la viura de esta zona con la que hay por San Asensio que es más temprana. Hay que intentar juntar zonas en la medida de lo posible para facilitar la vendimia, pero siempre y cuando sea viable. Llevo desde junio cuando llegué a la bodega visitando los viñedos, conociéndolos y conociendo también a sus propietarios, pero esto requiere tiempo». Comienza una nueva aventura para la directora de campo, que la afronta con «ilusión y ganas», pero tanteando el terreno en cada paso que da. «El año que viene cuando ya conozca a más viticultores y más viñedos podré organizarlo todo mejor para poder crearme un mapa con mis zonas de referencia y diseñar así los planes de actuación».
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