El Rioja

Mujeres de viña y vino

Isabel, Pilar y Gema reflexionan sobre los viejos y nuevos tiempos para la mujer del campo

Isabel Fernádez, Pilar Fernández y Gema Ochoa, en un viñedo en Ábalos. | Foto: Leire Díez

En la última semana el pueblo de Ábalos ha acumulado unos 66 litros, la mayoría de ellos caídos durante el jueves pasado. A los dos días vino otro chaparrón para no dar tregua durante el fin de semana y lo que llegó después, al comienzo de esta semana, apenas fueron pequeños chubascos y nieblas al amanecer. Las viñas, al menos algunas, no se han regado con la misma intensidad. En algunas zonas los pluviómetros de los viticultores contabilizan hasta 37 litros. Y aunque el tiempo ha sido benévolo y ha traído viento y temperaturas frescas al ambiente, lo que sí es ya visible son algunos racimos de blanco con bayas afectadas.

La campaña tampoco viene abundante. “Por lo general lo que se está viendo son racimos pequeños. Puede haber unas cepas muy grandes, sobre todo en la parte baja del pueblo, pero luego otras que apenas tienen uva. Este año viene muy desigual y hay grandes diferencias dentro de una misma viña. Yo creo que influyeron las lluvias en el momento de la floración y luego la piedra que vino también ha dejado ya los racimos tocados y pequeños”, comenta Gema Ochoa. Ella lleva como viticultora profesional unas dos décadas.

“Yo creo que lo que estamos viendo este año viene motivado también por las sequías que venimos arrastrando de años atrás y las grandes producciones. Eso sí, siempre y cuando la uva venga bien en cuanto a calidad y sanidad, por mí perfecto y lo que estoy viendo hasta ahora me está gustando mucho, pero tampoco puedes controlar la calidad de lo que hay. ¿Qué va a pasar desde este momento hasta que lleguen vendimias? Pues es que queda más de un mes y pueden ocurrir muchas cosas, pero por el momento todo marcha bien. Lo que me preocupa bastante poco es si viene poca producción. Ahora viene una carrera de fondo hasta que se acaben vendimias y hasta que se acaben las elaboraciones”, sentencia Pilar Fernández. En su caso el campo lo tiene más en un segundo plano y de lo que se encarga es de la gestión y la elaboración en la bodega familiar Fernández Eguíluz.

Gema Ochoa, Isabel Fernádez y Pilar Fernández, en un viñedo en Ábalos. | Foto: Leire Díez

“La verdad que yo preferiría más regularidad campaña tras campaña. Pero prefiero no aventurarme porque ya dejé de hacer pronósticos hace décadas. Un 30 de septiembre de 1992 vi las mejores uvas que he visto en mi vida. Empezamos a vendimiar el 1 de octubre y el 4 empezó a llover. No paró de caer agua hasta el 25 de octubre. Es que recuerdo ver hasta cómo las uvas perdían el color en el suelo. Antes, en 1988, también vino una uva super buena, pero fue entrar en bodega y empezó a pararse la fermentación en todos los depósitos. Aquel año terminamos de fermentar en el puente de la Virgen de la Inmaculada. Así que ahora los pronósticos no los hago hasta que viene el mes de enero, cuando ya está el vino hecho”, apunta Isabel Fernández. Ella es la cuarta generación de Bodegas Abeica (ya con el relevo de sus sobrinos renovando el portfolio) y más allá de las elaboraciones, su desempeño también ha estado en la gestión del papeleo. Ahora le toca gestionar también una nueva crisis en su trayectoria profesional: la caída del consumo. “Regular el mercado sería lo ideal, pero si no se bebe vino es muy complicado”.

Todas ellas son mujeres del vino y la viña en Ábalos y reconoce que esta situación afecta a las pequeñas bodegas y también a las grandes. “Tal vez las que trabajan a mayor nivel no caigan porque tienen un gran pulmón y una buena base, pero aquí estamos sufriendo todas. No hay más que ver las ofertas de vinos que hacen algunas bodegas, vendiendo un vino de Rioja a precio de vino de mesa. O las que están dejando de comprar uva a los viticultores”, apunta Pilar mientras coge un grano de una viña próxima al casco urbano del pueblo y lo estruja para ver la pulpa.

“Otra forma de equilibrar el mercado si se cae en ventas”– prosigue Isabel–”es vender parte de la uva y así al menos trata de rentabilizar y equilibrar”. En su caso ha vendido parte de la cosecha que produce durante las dos últimas campañas, mientras que Pilar se ha acogido a la destilación: “Mi bodega es pequeña, así que o la vaciamos antes de empezar las vendimias o no podemos meter la nueva cosecha. Es así de sencillo. No tenemos espacio ni tampoco barricas para meter esos litros, a diferencia de lo que ocurre en las bodegas grandes. Y lo que tengo claro es que no quiero entrar en el juego de tirar los precios porque me parece que es pan para hoy y hambre para mañana. Creo que antes de la pandemia habíamos intentado mantenernos en un nivel de precio más o menos bien, y hablo sobre todo de vinos jóvenes, pero ahora la situación es diferente”.

Isabel Fernádez y Gema Ochoa, en un viñedo en Ábalos. | Foto: Leire Díez

Tiempos fáciles en el campo no los ha habido con mucha frecuencia, bien sabían de ello las mujeres que les preceden. Muejeres que, en boca de Pilar, “han sido una bomba, que han currado como las que más y no solo en el campo, sino también en casa y con los hijos”. “Mujeres, además, que han sido listas no, lo siguiente, porque sin tener estudios de ningún tipo llevaban la economía de la casa y controlaban todo”, añade Gema. “¡Y todos hemos comido super bien siempre!”, coinciden. “Si es que se merecen un claro homenaje”.

Y aunque sea otra generación, los tiempos tampoco han sido del todo fáciles para todas. Isabel recuerda su primer empleo prácticas una vez acabó los estudios de Enología hace 38 años: “Estábamos tres chicas, pero las otras dos no tuvieron ningún problema porque iban a una bodega a trabajar al laboratorio, pero a mí eso no me interesaba para nada. Yo tenía claro que quería estar trabajando en la bodega, como un operario más, con las botas de goma y el buzo. Vaya, lo que yo había vivido con mi padre. No fue fácil, pero al final lo conseguí y de hecho luego me contrataron. Llamé a la puerta de Marcos Eguren, en San Vicente, y me dijo: ‘Mañana a las ocho te espero’. Allí me recibieron con los brazos abiertos, algo que no era nada habitual en esa época. Ahora creo que esa visión ya no existe, aunque siga habiendo diferencias porque en una bodega grande una operaria de bodega sigue cobrando menos que un operario”.

Isabel Fernádez, Pilar Fernández y Gema Ochoa, en Ábalos. | Foto: Leire Díez

“Cada vez somos menos la ‘mujer de’, la ‘hermana de’ o la ‘hija de’, pero queramos verlo o no, hoy en día este sector sigue siendo un mundo de hombres”, opina Pilar. Su llegada a la bodega familiar, tal como describe, fue un poco impuesta por sí misma. “No pregunté en ningún momento. Dejé mi trabajo en el sector textil y volví a Ábalos hace unos trece años. En mi casa siempre se había hecho vino, pero se vendía a otras bodegas hasta 1989, cuando se hizo la bodega propia. Cuando yo me incorporé me di cuenta que se podía hacer un proyecto diferente, vi mucha viña vieja y pensé que se podían hacer cosas chulas. Estudié Enología y ya me quedé”.

Gema cambió su rutina laboral en una fábrica por un calendario sin horarios; una nómina a final de mes por una retribución anual. “Y eso hay que saber gesitonarlo eh, porque la economía de tu casa y de tu familia depende de ello. Esto al fin y al cabo es una empresa y aquí no tenemos la formación y conocimientos de empresariales”. Cuando puso un pie en la viña por primera vez, a sus 38 años, asegura que no tenía ni idea de llevar el campo. “Mi familia no era de campo y solo me había tocado desnietar, pero mi marido necesitaba más manos para llevar la explotación vitícola, así que me animé y a día de hoy no me arrepiento para nada. Eso sí, con el tractor todavía no me atrevo porque me da algo de respeto, así que hago las labores de mano”, reconoce. “El único problema que he tenido cuando empecé en el campo es que no había guantes de mi tamaño porque tengo las manos muy pequeñas. Tenía que estar todo el día con esparadrapos en los dedos”, ríe. Y es en esa capacidad de gestión de una economía familiar en lo que coinciden estas tres voces: “Las mujeres tenemos una visión global y sabemos gestionar nuestras empresas y prueba de ello es lo que han hecho nuestras madres y abuelas”.

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