La faena avanza a cuentagotas. Algunas viñas por el extremo más oriental, desde Aldeanueva y Alfaro hacia Rincón de Soto, Autol y Quel. Las vendimiadoras también están por Calahorra y al otro lado del Ebro en la ribera navarra, por San Adrián, Azagra, Andosilla, Bargota, Viana y Mendavia. Otras por la zona de Galilea y Murillo. También ha llegado la vendimia al otro lado de la muga con Álava, concretamente al Elvillar y Laguardia, así como a Briones para recoger lo que dará forma a los vinos espumosos de Vivanco. Y con todo ello se superan ya los primeros dos millones de kilos de la cosecha 2024 (2.005.697 kilo recepcionados hasta este viernes en las bodegas de la DOCa Rioja, de lo que 1,6 millones corresponden a variedades blancas).
Hasta la fecha, la gran mayoría de lo que ha entrado corresponde a tempranillo blanco, verdejo, chardonnay, sauvignon blanc y viura. Aunque las primeras uvas tintas de tempranillo y maturana también se han colado en el arrastre diario. Pero con calma. Así ha comenzado esta nueva vendimia en la región inaugurada el pasado 21 de agosto, once días después de lo que lo hizo en 2023.
Una vendimia interrumpida de repente por las tormentas, aunque por suerte sin granizo. Desde este pasado jueves las nubes ya arrojaron con ganas en el entorno de la capital riojana para después dirigirse también a zonas de Rioja Oriental. Algunas máquinas vendimiadoras tuvieron que parar y otras aceleraron con la llegada de las primeras gotas para acabar cuanto antes esa viña que ya habían empezado. Unas lluvias que prácticamente han paralizado el inicio de campaña (en las pocas zonas donde habían empezado) durante todo este fin de semana y principios de la siguiente porque el agua ha seguido cayendo sobre la parra. Eso sí, las precipitaciones más abundantes, especialmente caídas en zonas del Valle del Jubera y el Leza, y también por Rioja Alta con Casalarreina, Haro y Cuzcurrita de Río Tirón como principales puntos, han descargado en municipios que por el momento no han sacado los cestos a las viñas.
Y es que estas lluvias, al mismo tiempo, van de perlas para gran de la denominación donde a la vendimia todavía le quedan los últimos retoques de maduración. Este agua (nunca mejor dicho) caída del cielo va ayudar a que esas bayas, aún algo pequeñas, acaben de madurar y ganen algo de peso. Y es que en lo que coinciden gran parte de los productores de la denominación es que esta cosecha viene corta en kilos.
Un viernes 30 de agosto han inaugurado la vendimia en Bodegas del Medievo, en Aldeanueva de Ebro, rezando para que la lluvia no retrasara más de la cuenta la recogida del sauvignon blanc y el chardonnay. Aunque el sábado ya fue tarea imposible continuar. “Este año viene todo bastante más atrasado que el año pasado. Con el tempranillo tinto calculo que empezaremos a mediados de septiembre y es muy probable que con la garnacha tinta nos vayamos a los primeros días de octubre, algo que en el 2022 y 2023 fue impensable. Pero todo se irá viendo estas próximas semanas”, tantea Santiago Garde, enólogo de la casa.
Lo que tiene claro es que la presente campaña va a ser mejor que las dos anteriores (“si no se tuerce la cosa a última hora”). Primero, porque no ha habido nada de pasificación en los racimos, a diferencia del año pasado. Y luego porque tampoco ha habido deshojado. “Sí que hemos vivido algunos días de calor fuerte, pero han sido puntuales y no prolongados durante varias jornadas, por lo que la vid no ha sufrido tanto como en la campaña anterior”, celebra.
Y lo más importante: “Viene todo sanísimo, con una calidad perfecta”. En cuanto a kilos, Garde ya sentencia que el tinto no va a llegar a los rendimientos estipulados por el Consejo Regulador (fijados al 90 por ciento). “Las viñas que tienen más de 30 años vemos que vienen muy justas y donde parece que va a haber poca uva aún hay menos en realidad. Ya tras la floración vimos que había sacado poca muestra, así que esa va a ser la tónica general de la campaña”. Nada que ver con el blanco, que en la mayoría de casos sí alcanzará los 9.000 kilos por hectárea.
“La viña pinta bien. Ahora sí, como venga bochorno después de las lluvias se va a empezar a pudrir la uva”, advierte Víctor Ausejo. En Alberite cayeron el jueves cerca de 30 litros, calcula. “Un agua más que bienvenida” y que puede retrasar algo el inicio de campaña para este pequeño productor y elaborador, que echa cuentas y prevé que será a finales de septiembre cuando comience a cortar uva.
“Hay que esperar a ver cómo se desarrollan estas próximas semanas, pero es cierto que hay uvas que están más pequeñas que el año pasado, así que este agua va ayudar a que engorden. Al menos en las viñas que tienen hoja y pueden seguir madurando, porque en las que ya no cuentan con vegetación a causa de las altas temperaturas del verano no hay nada que hacer”, asegura.
Y es que durante este año ha llovido pero de manera desigual. “Y lo ha hecho con tormentas puntuales, poco repartidas a lo largo del ciclo, y la planta no ha podido cuajar de buenas formas. A eso hay que sumar el estrés hídrico que arrastraban las viñas de los años anteriores y que esta campaña también ha dejado ver sus efectos”. Una vendimia mermada que, mientras a algunos les beneficia, a otros como Ausejo no satisface del todo sus necesidades. “Yo voy un poco al revés del funcionamiento que vemos en los mercados globales porque no tengo suficiente vino para cubrir la demanda”, reconoce.
Sentimientos compartidos, situaciones diferentes, pero mismos contextos. Rioja da sus primeros pasos y se prepara para coger carrerilla en la que se atisba será, un año más, una vendimia de tensiones (más fuera de la viña que dentro), pero que previsiblemente dejará mejores sensaciones en campo que el año anterior. Cunachos listos, máquinas engrasadas y tijeras en mano, Rioja está lista.