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Gol en Las Gaunas: ‘Referentes y referencias’

Un joven Pablo Bobadilla (Nájera; 16-11-96) hablaba por primera vez ante un micrófono. Era 2016, y entonces apenas sabía cómo decir aquello que quería explicar. Era una de las referencias del Promesas de la UD Logroñés, después de haber liderado el Juvenil A de la entidad blanquirroja. Por aquel entonces trataba de contar que llegar al primer equipo, para él, era ya todo un éxito, pero que de momento le tocaba trabajar lo mejor posible en el equipo de Tercera División.

Desconocía lo que le iba a tocar vivir en la UD Logroñés. No sabía a los muchos puntos de inflexión que se iba a tener que enfrentar en su carrera deportiva, que ahora le trae de nuevo a casa para jugar en Segunda Federación, es decir, para volver al barro tras saborear las mieles del éxito en el Racing de Santander, donde logró el ascenso a Segunda y donde siguió una temporada más.

Con treinta partidos en Segunda (29 de ellos en el club de su tierra), el central de Nájera deberá explicar qué hace un chico como él en un sitio como este. Pero todo apunta a que el asunto estaba cerrado para volver a casa tras el ascenso del equipo a Primera Federación; acuerdo que se ha mantenido pese a la derrota ante el Marbella. Porque hay chicos como él a los que el sentimiento de pertenencia les provoca que no se dé marcha atrás por un mal resultado deportivo a una decisión meditada y oportuna. La vista está puesta más allá de la Segunda Federación.

La UD Logroñés necesita a Bobadilla para salir de esta división, tanto como el najerino necesita a su club para volver a sentirse futbolista tras dos temporadas en grandes proyectos deportivos -Racing (Segunda División) e Ibiza (Primera Federación)- en los que no ha jugado muchos minutos. Esto, a buen seguro, lo ha aprendido de Iñaki, que volvió a casa, tras una primera etapa siendo aún joven, a la UD Logroñés. Quiso llevarla hacia arriba y lo consiguió en 2020. Y parece que Bobadilla está empeñando en seguir los pasos del gran capitán.

Bobadilla celebra su primer gol con la UD Logroñés.

Ambos asumieron prácticamente toda la responsabilidad de mantener al fútbol riojano en Segunda División. Solo los que estuvieron dentro saben el nivel de sufrimiento que experimentaron durante esta primera y hasta el momento única experiencia de la UD Logroñés en el fútbol profesional. Lo reconocía hace poco Rubén Martínez, ahora por Grecia. El extremo balear explicaba hacía unos días que “aquella plantilla iba un poco justa de calidad para salvar la Segunda División”. Y aseguraba para este medio, justo antes de afrontar la final ante el Marbella, que de haber podido contar con la afición en Las Gaunas, “el final podría haber sido distinto”. En sus palabras se averiguaba lo duro que fue competir en soledad contra el Girona, el Espanyol, el Almería, el Rayo, el Sporting de Gijón, el Real Zaragoza…

Y quienes formaron parte de esa plantilla saben el nivel de padecimiento que acumularon unos cuantos futbolistas durante esa horrible segunda vuelta de campeonato en la que parecía imposible ganar a alguien. Iñaki bregó hasta la extenuación, pero no fue suficiente. El mejor lateral izquierdo de esa temporada acabó desfondado durante aquel naufragio. Sigue recuperándose del shock, y también de una lesión en el tendón de Aquiles. Bobadilla tuvo que salir de Logroño, pagó con el más que necesario exilio deportivo su implicación hasta el agotamiento.

Porque Bobadilla puso en riesgo su integridad física en un partido en Almería. De repente, sabedor de que era el cuarto central del equipo, se veía entre la espada y la pared en uno de los encuentros de la temporada. De ser un central ‘para por si acaso’ mientras aprendía en el fútbol profesional y en el equipo de su casa, pasó a ser imprescindible y necesario para frenar a Umar Sadik en el encuentro contra el Almería, jugándolo prácticamente todo durante aquella intensa y complicada recta final de campeonato.

Bobadilla en aquel encuentro en los Juegos del Mediterráneo.

El najerino lució aquel día el brazalete de capitán, ante la baja de Iñaki, y jugó con la necesidad de parar como fuera al mejor delantero de la Segunda División, situación agravada por el intenso dolor físico que sentía y que le impedía prácticamente golpear la pelota. Jugó porque era la UD Logroñés. No debió hacerlo. Pero dio la cara, mientras otros se protegían tras el joven riojano, al que no le correspondía un rol que asumió por el hecho de seguir adelante con su particular sueño, que ya por aquel entonces se estaba transformando en pesadilla: había logrado llegar desde atrás para debutar en el fútbol profesional con el equipo de su tierra y en el que se había formado, algo que no había vivido ningún otro jugador riojano en las dos últimas décadas (premio que compartió con Álvaro Arnedo).

Salió hacia Santander para poner algo de tierra de por medio. En Primera Federación y lejos de casa fue cerrando aquella herida sangrante. Porque Pablo Bobadilla había asumido una temporada antes más responsabilidad de la que le tocaba. Puso distancia para poder jugar sin tanta presión a tan temprana edad y en una categoría superior a la que le correspondía por aquel entonces. En el Sardinero demostró que estaba entre los mejores centrales de la tercera categoría del fútbol español, a la que pretende llegar de nuevo con la UD Logroñés.

El mejor alumno de Iñaki ha vuelto a casa, de la mano de Carlos Lasheras, responsable en su momento de que el capitán volviera a Las Gaunas justo a tiempo.

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