Toros

Una gran faena de Urdiales en Soria es ninguneada por el palco

A estas alturas de la carrera de Diego Urdiales, que el riojano hubiera abierto hoy la puerta grande de la plaza de Soria parece intrascendente. Y en verdad puede que lo sea, pero no así para los derroteros que está cogiendo la temporada de sus bodas de plata como matador de toros. Sin apenas contratos a corto plazo, la foto del riojano abandonando el coso soriano en volandas bien pudiera haber supuesto un revulsivo para el futuro más próximo de Urdiales, máxime ahora que Morante de la Puebla anda dejando numerosas vacantes en el calendario taurino, siendo éstas suplidas por toreros de muy diferente corte del diestro sevillano.

Sólo un presidente sin sensibilidad y sin afición es capaz de cometer el atropello que hoy se materializó en el coso soriano. Fue en el quinto, el toro de más alzada del encierro, pero de excelente viaje, por ritmo y hondura, por el pitón derecho y con el que Urdiales alcanzó los momentos más toreros de la tarde.

Fue la suavidad la nota predominante en un trasteo en el que el gusto, la naturalidad, la verticalidad, la reunión y el buen trazo fluyeron a compás. El pecho ofrecido en el cite, los vuelos en el embroque, la cintura acompañando el lance y las muñecas imprimiendo ritmo y profundidad sirvieron para poner de acuerdo a toda la plaza menos al señor del palco. Qué pena. Aquellas virtudes que derrochó ‘Víboro’ por el pitón derecho fueron un dechado de defectos por el izquierdo. Sonaron dos avisos, si bien el primero llegó sin que Urdiales hubiera intentado la estocada y el segundo tras un fallo con la puntilla.

El primer enemigo de Urdiales, sin apenas cuello, fue un animal de escaso viaje y constante cabeceo. Hizo todo el de Arnedo a favor de su enemigo y solo así se puede explicar que Urdiales consiguiera pasajes templados y de buen trazo. También es cierto que al trasteo del riojano le faltó limpieza.

No supo aprovechar Miguel Ángel Perera el buen viaje de su primer enemigo, largo y repetidor, por ambos pitones. El extremeño estuvo casi siempre mal colocado y, por lo tanto, su trasteo careció de la más mínima reunión.

El trato violento trato inicial de Perera a su endeble segundo, condicionó para mal el resto de la lidia. Aun así, Perera logró pasajes meritorios con las telas a media altura. Falló con la espada.

El que sí abandonó la plaza en volandas fue Borja Jiménez, que paseó un trofeo de cada uno de los toros a los que se enfrentó. La primera oreja vino por la vía de la épica, pues Jiménez fuer feamente volteado cuando se disponía a torear al natural. Así las cosas, el sevillano obvió el toreo con la mano izquierda para volver a un pitón derecho por el que ya había ligado dos series a base de dejar puesta la muleta e impedir que su enemigo viera el más mínimo resquicio de salida. La estocada cayó trasera y tendida.

Ante el sexto, Jiménez, ahora ya sí al natural, consiguió dos series de mano baja y buen trazo ante un noble y colaborador toro de Julio de la Puerta.

Quizás sea lo cercana que está aún en el recuerdo la pasada feria de Madrid, pero comprobar el trapío de los toros que Julio de la Puerta ha enviado hoy a Soria es asomarse a un abismo. Hubo uno, el lidiado en segundo lugar, que dio un peso de 436 kilos, un kilo tan solo más que el mínimo permitido.

La ficha

Plaza de toros de Soria. Dos tercios de plaza en tarde fresca y encapotada. La lluvia hizo acto de presencia en la segunda mitad del festejo.

  • Toros de Julio de la Puerta, justos de presentación, nobles y manejables en conjunto.
  • Diego Urdiales: oreja y vuelta tras dos avisos
  • Miguel Ángel Perera: silencio tras aviso y saludos tras aviso.
  • Borja Jiménez: oreja y oreja.
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