Especial Enoturismo

Calahorra: ‘La dama romana de la huerta’

FOTO: Ricardo Achútegui

La ciudad deja boquiabierto al visitante que descubre paso a paso, en un enjambre de calles y rincones, lo que fue, lo que nunca ha dejado de ser y lo que pretende seguir siendo.

Porque si algo prevalece en la ciudad, pasados los siglos, es esa herencia cada día más visitable que muestra la belleza y la importancia de una ciudad que acogió espectáculos multitudinarios, conjuntos termales envidiables y domus romanas cuyos restos florecen cada vez que una máquina abre una zanja en la ciudad.

Pasear por ella es conocer de primera mano cómo se vivía en tiempos de romanos. Las murallas que aún quedan en pie, la presa romana que surtía de agua al resto de los municipios, torreones, arcos y siglos de historia recogidos en el Museo de la Romanización que da cobijo a las piezas más importantes que han ido viendo la luz en diferentes puntos de la región y en el que se exponen más de un millar de piezas, invitando a realizar un recorrido desde el siglo IV a.C. al IV d.C.

Los yacimientos arqueológicos de La Clínica o de las Medranas, las cloacas romanas (que pronto volverán a poder recorrerse), los restos de conjuntos termales ofrecen un recorrido que se debe completar con una visita a los principales templos de la ciudad. La catedral conforma, sin duda, el eje central del recorrido. Con quince imponentes capillas y el Altar Mayor, el templo es un ejemplo del compromiso de la ciudad con su patrimonio.

De las vegas a la mesa

Porque los romanos eligieron Calahorra como lugar de asentamiento principalmente por ser un emplazamiento privilegiado. En la vega de dos ríos, no es casual que la huerta calagurritana sea una de las más afortunadas. Un simple paseo por sus fincas ofrece la oportunidad al curioso de contemplar la inmensidad de sus cultivos trabajados con mimo por agricultores, generación tras generación, que consiguen sacar de la fértil tierra unos productos de insuperable calidad. Por eso, lleva con orgullo el título de’ Ciudad de la Verdura’, una denominación que se plasma a la perfección en el Museo de la Verdura, único espacio museístico dedicado a los productos de la huerta.

Calahorra consigue así llevar del campo a la mesa la fragancia de alcachofas, espárragos, pimientos, coliflores, guisantes, habas y un sinfín de productos que dan muestra de la importancia de un sector primario que ha sido el eje, durante siglos, de la economía y el devenir de la ciudad. Primero, a través de sus conservas que fueron el corazón del sector durante décadas y ahora a través de sus restaurantes y bares que siempre tienen estos productos en sus inmensas y deliciosas barras y platos. La explosión máxima de esta deliciosa gastronomía se hace evidente en la última semana del mes de abril, con la celebración cada año de unas jornadas que ponen en el mapa gastronómico a Calahorra, con decenas de actos, un gran mercado y un desfile único en el mundo en el que las verduras se convierten en vestidos de alta costura.

FOTO: Fernando Díaz

La Semana Santa, de Interés Turístico Nacional, se enmarca dentro de las actividades más visitadas por los turistas. Primero con Mercaforum, donde el Imperio Romano saca todo su esplendor con un fin de semana repleto de actividades, calles engalanadas y un ambiente que convierte a la ciudad en el epicentro de la región. Después, con los actos más tradicionales: procesiones íntimas e indescriptibles como la del Encuentro o la de Viernes Santo o momentos realistas como la Escenificación de la Pasión cada Jueves Santo.

Naturaleza en estado puro

Si con esto no fuese suficiente, Calahorra ofrece, siempre, mucho más. Calahorra también mira a su entorno y lo hace de manera decidida. Senderos naturales, espacios de paisajes sobrenaturales son algunas de las opciones para los amantes de un turismo cada vez más afianzado. Con la laguna de la Degollada como un lugar para reencontrarse con uno mismo, además de ser un remanso de paz para decenas de especies de aves, el visitante puede pasear por una planicie esteparia surcada por barrancos y cárcavas que recuerdan paisajes de otros mundos.

Además Calahorra cuenta con un inmenso patrimonio natural que puede recorrerse a través de diferentes sendas y caminos que combinan con un gusto casi mágico terrenos de cultivo, pinares, choperas y fuentes naturales que a través de cientos de kilómetros permiten disfrutar de una diversidad casi infinita, con la Vía Verde y el parque del Cidacos como espacios naturales emblemáticos.

Y en esa mezcla que resulta de naturaleza y turismo, Calahorra además cuenta con uno de los lugares más visitados en la región. Tierra Rapaz imbrica de manera natural el vuelo de un águila con el baile de los búhos en la elegancia de la Sabana. En él encontramos un parque de aves rapaces dedicado a la educación medioambiental, cuyo objetivo prioritario es acercar la ciencia y el estudio de estas aves a todo el que se acerca a él de una manera divertida y apasionante. Un equipo integrado por expertos ofrece grandes exhibiciones de aves rapaces diurnas y nocturnas que permiten vivir una experiencia inolvidable.

FOTO: Ricardo Achútegui

La ciudad presenta además una oferta musical en festivales como Holika o Gran Reserva y la algarabía de sus fiestas, dedicadas a San Emeterio y San Celedonio, suponen un paréntesis en el día a día de los calagurritanos. Se celebran en torno al 3 de marzo y la última semana de agosto. Imprimen una explosión de algarabía en la que no faltan multitud de actos para todas las edades gracias a las peñas de la localidad que se dejan el alma en cada uno de los eventos que organizan.

Calahorra: una ciudad que aúna de manera perfecta una pasión por su esencia histórica, por su naturaleza, por su gastronomía y por unas tradiciones que van en el ADN de los calagurritanos, que acogen al visitante como si fuera uno más de la casa.

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