Agricultura

Unas cerezas de altura a expensas de una lluvia que las engorde

Unas cerezas de altura a expensas de una lluvia que las engorde

Foto: Adeturocón

La cosecha de cereza riojana ha dado sus primeros pasos en el extremo más oriental en un contexto meteorológico que ha dado un vuelco sustancial en la última semana. Más tardías vienen las cerezas de la Finca La Morita, en Aldealobos, que suele arrancar máquinas entrado el mes de julio, aunque este año la labor se adelantará un poco. La merma de producción va a ser generalizada en unas zonas y otras, independientemente de su ubicación, pero las necesidades a partir de ahora difieren entre un tipo de cultivo y otro.

Alfonso Pascual es el responsable de esta explotación ubicada en el término de Ocón y que comercializa bajo la marca Cersabor. Tiene el privilegio de beneficiarse del microclima que le otorga estar a unos 800 metros de altitud, donde las cerezas se protegen del viento al estar rodeadas de montaña, así como de las heladas de abril que llegan en plena floración. Además, las temperaturas frescas en plena Reserva de la Biosfera mantienen el fruto más tiempo en el árbol para que gane en azúcares y color y macere de una forma más natural gracias al salto térmico entre el día y la noche.

“Esto es lo que diferencia a estas cerezas de cualquier otra, que destaca además por su mayor resistencia y buen tamaño. Pero por contra, el estar en el monte y con estas condiciones nos deja al mismo tiempo un menor rendimiento que en zonas de la ribera, dado que las floraciones no son tan homogéneas y se producen en momentos fríos e incluso con lluvia”, valora.

Unas 60 hectáreas cubiertas bajo mallas negras aún claman lluvia para seguir engordando el fruto, mientras que En La Rioja Baja aborrecen cualquier signo de humedad que pueda llegar y alterar su campaña. Pascual relata cómo el ciclo en Aldealobos venía con cierto retraso inicial, pero los calores aceleraron de nuevo el desarrollo que, sin embargo, ahora se ha vuelto a frenar con el bajón de temperaturas y las ligeras lluvias de los últimos días. Los vaivenes meteorológicos se suceden de igual forma que las fluctuaciones en los precios de mercado, por lo que a Alfonso Pascual le cuesta predecir cómo será la cosecha de 2023.

“Ojalá fuera parecida a la del año pasado que, aunque estuvo marcada por las olas de calor, fue buena en términos generales. Las últimas lluvias han sido muy escasas y con el viento rápido se han secado, por lo que lo ideal sería que cayeran más litros. Aquí, al estar altos, no nos van a venir mal y así sirven para que engorden más las cerezas”, apunta, al tiempo que reconoce que la presente cosecha estará muy condicionada por la sequía cuando en años habituales la producción ronda las 500 toneladas.

Esta explotación agrícola cuenta con sistema de riego, pero su responsable insiste en que no es comparable el agua que cae del cielo con el que cae de los aspersores: “El agua de riego no provoca las mismas reacciones que el agua de lluvia, que es destilada. Es una cuestión de conductividad, que influye en la facilidad o no de absorber nutrientes, y a mayor conductividad, más problemas para que el árbol adquiera esos nutrientes. En el caso de las precipitaciones esa conductividad es cero y si en el suelo tenemos una conductividad de 1,2 lo que hace el agua de riego es disminuir esa conductividad al cincuenta por ciento. Mientras, cuando llueve, la reacción es mucho más magnificada, a mayor nivel, por eso es preferible que llueva aunque el riego siempre ayude”.

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