Hasta la bandera de público, con un mercado artesanal, concursos de monta, exhibición de ganado, bocatas hechos por los integrantes del River, paseos en calesa… Rincón de Soto se ha sumergido este martes en una nueva feria de San Marcos que ha conseguido llenar el municipio de rinconeros y vecinos de otros municipios deseosos de disfrutar de un día diferente. Mucho público, muchas actividades, pero tratos pocos o casi ninguno.
«Ya no es lo que era». Ese, al menos, es el comentario general de los tratantes que se pasan cada San Marcos por Rincón de Soto. La feria, que llegó a ser una de las más importantes del norte de España, perdió fuelle con la llegada de los tractores al mundo rural, y desde entonces, se ha quedado en una demostración y exhibición de animales. Mucha fiesta pero pocos tratos. «El año pasado parece que se movió algo el negocio después de dos años sin poder celebrar la feria, pero este año hemos vuelto a las mismas, la gente viene a disfrutar pero lo de comprar animales ya es otra cosa».
«Ya no se necesitan los animales para el campo, es casi un artículo de lujo y eso se nota, pero es verdad que seguimos viniendo más por tradición que por otra cosa, también por ver a amigos que si no, no nos vemos en todo el año», comenta uno de los tratantes que viene de la ribera de Navarra.
Raúl, de Rincón de Soto, es la cuarta generación de tratantes de la familia. «Esto ya no es lo mismo, te tienes que dedicar a otras cosas si quieres vivir», dice el joven que además de colaborar en el negocio familiar del ganado lleva ropa a los mercadillos de la zona y montó hace unos años su propia tienda en el municipio.
«Antes se hacían muchos negocios, la feria llegó a durar hasta cuatro días y el pueblo se llenaba de gente y de ganado, había que dejar las eras para guardar a los caballos durante esos días, salían negocios con gente del País Vasco, de Barcelona; la mayoría venían en tren, otros incluso andando desde localidades más cercanas», recuerda de lo que le han contado sus mayores.
Las primeras ferias de ganado se remontan a finales del siglo XIX, como cuenta Guillermo Martínez en su libro sobre la historia del municipio. Los documentos históricos fechan la primera feria en 1894, un primer evento que gozó de un éxito inesperado al concentrar a centenares de ganaderos que provenían de diferentes regiones del país e incluso del sur de Francia.
Incluso la empresa de ferrocarril reducía, entonces, el precio de los billetes con destino a Rincón de Soto durante los tres días que duraba la feria y la barca que unía el municipio con la ribera navarra ampliaba su horario esos días para dar solución al aumento de la demanda en los viajes.
«Y los tratos se hacían con un apretón de manos», recuerda Raúl. Ahora, los pocos que hay, también se siguen haciendo así. «Entre particulares es otra cosa pero entre los tratantes con un apretón de manos es suficiente para cerrar el negocio», cuenta. «Luego si viene alguien que te ofrece más no puedes ya romper ese trato que habías hecho, la palabra vale más que una escritura», asegura.
La vara es la que atestigua quien tiene la posibilidad de hacer los tratos. «Todos los que llevan vara es porque tienen ganado para vender», explica mientras el resto de los que pasan por allí curiosean lo que entre ellos se habla o disfrutan viendo a un grupo de niñas bailar sevillanas. «Esto ahora es una fiesta, está muy bien que se mantenga la tradición, pero durante décadas fue un lugar para el negocio, y de los buenos en Rincón de Soto».
Y así, Rincón de Soto recuerda este martes su pasado tratante y disfruta de la añoranza en forma de una de las fiestas más importantes del municipio que se llena de actividad desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la tarde.
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