La Rioja

Teresa y sus nuevas cinco vidas en la India

La familia de Teresa pudo donar desinteresadamente sus órganos en un país donde negociar con ellos es habitual

Aitana Pérez, médico del Hospital de Calahorra, aún no puede dejar de emocionarse cuando lo recuerda. Preparaba un roscón de Reyes cuando una llamada le cambió la vida para siempre. Su madre llevaba unos días de viaje en la India, sus compañeros de trayecto la llamaban para decirle que no se encontraba bien, que habían tenido que ir al hospital, que estaba en estado crítico.

“Al parecer, se había perdido de la excursión y se había disgustado mucho, cuando subió al autobús empezó a encontrarse mal, en un principio pensaron que podía ser una bajada de azúcar pero, en seguida, ella misma se dio cuenta de que le estaba dando un ictus, le dolía mucho la cabeza y no podía mover un brazo y una pierna”, detalla Aitana.

Teresa en un viaje anterior

La suerte de estar cerca de un hospital no les libró de la magnitud del percance, pronto entró en coma. “Me volvieron a llamar desde el hospital, me empezaron a enseñar las imágenes del escáner y me di cuenta de que era muy grave, de que probablemente no había solución”.

Entonces su hermano y ella emprendieron el viaje a La India. “La verdad es que las instituciones se han portado de maravilla con nosotros, nos abrieron el consulado en un día festivo para poder hacer los visados y luego, allí, el canciller se volcó con nosotros”, recuerda.

Una vez en la India, la situación se fue complicando. “Estuvimos mirando la posibilidad de un avión medicalizado para traerla a España pero fue imposible y allí en un principio nos ponían pegas para desconectarla aunque sabíamos a ciencia cierta que estaba en muerte cerebral”, va contando. “Como aún parecía que respiraba espontáneamente…”, dice sin poder terminar la frase.

Teresa junto a sus hijos y al resto de su familia

Aitana había dado consentimiento para que la operasen aunque no hizo falta. “Recuerdo ahora que le dije a una amiga, que no entendía por qué les había dado permiso si yo a cualquier paciente en las mismas circunstancias le hubiese aconsejado no operar en España; pero en esos momentos de nervios, tan lejos…”.

Seis días en un hospital a miles de kilómetros de casa. “Es verdad que los sanitarios y el resto de los pacientes se portaron muy bien con nosotros, nos dejaban estar 24 horas con ella, le poníamos música, le leíamos los mensajes que nos llegaban desde España…”. Pero llegó un momento en el que no había nada qué hacer. “Llegamos a pensar que la estaban manteniendo enganchada a la máquina porque era un hospital privado y así cada día iban aumentando la factura”.

Así, les aconsejaron amigos y autoridades españolas de la India presionar. “No había nada que hacer, era alargar su agonía, le hicieron unas pruebas para determinar la muerte cerebral y al séptimo día dejó ya de respirar”.

Teresa era farmacéutica y trabajaba en un hospital de Almería

Entonces decidieron donar su órganos. “Con 67 años mi madre estaba físicamente fenomenal, si podíamos salvar vidas, los íbamos a hacer”, asegura Aitana. En un país en el que el negocio con los órganos es habitual su mayor obsesión era que nadie tuviese que pagar por los de su madre. “Nos empeñamos en que todo fuese como en España, que no se cobrase nada por los órganos de mi madre”.

Así, Teresa, su madre, pudo cumplir su voluntad después de muerta. La familia de la farmacéutica donó los suyos desinteresadamente. Y entonces llegó la repercusión mediática. La prensa de la nación de los 1.400 millones de habitantes y los 200 millones de hambrientos llevó a sus páginas lo que afortunadamente ya no es noticia en España.

Gracias a algún medio de la nación se pueden conocer detalles de su donación que en España sería impensable. Los órganos principales de Teresa fueron para cuatro indios, uno de ellos un médico de 54 años al que le fue trasplantado el hígado. El quinto receptor fue un libanés, al que se le puso el, siempre lleno de emociones, corazón de Teresa.

Su pasión por viajar y hacer deporte la llevo más allá de su jubilación

Teresa se acababa de jubilar y si en su vacaciones había viajado por medio mundo, ahora con la jubilación en la mano no paraba de hacerlo. Farmacéutica, trabajaba hasta hace unos meses en un hospital de Almería como especialista en Análisis Clínico. Además era tutora de residentes. Una mujer a la que le apasionaba bucear, hacer trecking (cada día andaban 20 kilómetros), subir a volcanes y disfrutar de la vida.

A Aitana, su hija, le quedan tres lecciones de vida tras el fallecimiento de su madre y el periplo que tuvieron que vivir su hermano y ella a miles de kilómetros de casa. “Lo primero es que no somos conscientes de la suerte que tenemos con la salud pública en España, no nos damos cuenta hasta que no la tenemos”, asegura. Lo segundo: la importancia de hacer un seguro cuando se viaja. “Aunque a nosotros no nos entraba la estancia en el hospital, de no tener seguro hubiese sido impagable todo lo que ha habido que hacer”.

Aún queda una tercera lección. La importancia de donar los órganos. “A pesar de la tristeza, es reconfortante saber que hemos salvado muchas vidas en un país donde posiblemente no hubiesen podido conseguir un órgano sin pagar por él”.

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