La Rioja

“Aunque quisiera, ya no tengo a donde volver”

Tania, Liana y Myroslava llegaron a Autol tras los primeros bombardeos en Ucrania

“24 de febrero, 4.31 horas de la madrugada”. Nazar tiene esa fecha y esa hora grabadas a fuego. Rusia comenzaba a bombardear Ucrania. A pesar de que llevaba más de dos décadas viviendo en Autol, cuando los teléfonos empezaron a sonar, el estómago, en un primer momento, y la vida, después, le dieron un vuelco. Lo primero era comprobar que su familia estaba viva. Después de eso comenzar a ayudar. A más de 3.600 kilómetros de casa había que hacer todo lo posible para colaborar ante la tragedia. No habían pasado ni 24 horas cuando comenzaron a trabajar para hacer llegar todo lo que fuese posible a su país de origen.

Él, junto a Igor y sus familias, llevan en un año siete tráileres llenos de alimentos, material sanitario, generadores… En seguida saldrá el octavo. La ayuda aún es necesaria allí.

Mientras, Liana, junto a su hija y su nieta Myroslava, emprendían un viaje sin rumbo fijo en el sentido contrario. Ellas viven en ahora en Autol. La pequeña ya casi controla el idioma, para los mayores aún es complicado ligar dos palabras seguidas. Nazar hace de traductor en una historia de devastación y muerte.

La casa de Liana quedó derruidada en uno de los bombardeos. Su marido murió a causa de uno de los primeros misiles que cayeron en su municipio. Fue en ese momento cuando decidieron salir del país en un periplo por media Europa que les hizo terminar primero en Quel, en el albergue, y finalmente en Autol. Dos semanas viviendo en la parte inferior de su casa, sin luz, en pleno febrero ucraniano, con temperaturas bajo cero. Después, en Polonia; más tarde, en Alemania: en un hotel para refugiados y en un polideportivo.

Liana y Myroslava estuvieron los primeros días en el albergue de Quel

Fue en abril cuando llegaron a La Rioja gracias a la ONG Coopera, poco más tarde su hija encontró trabajo en Autol, ahora lo busca ella para contribuir con los gastos familiares.

El recorrido de Tania fue similar. Pasando de país en país hasta llegar a Salou, donde su hija trabajaba. “Allí fue complicado encontrar trabajo y unos conocidos me comentaron que en esta zona era más fácil encontrarlo”, cuenta sin dejar casi de mirar al café que poco a poco se va quedando frío en la mesa.

Saben que muchas compatriotas han vuelto a Ucrania. “No es fácil permanecer en un lugar cuando la decisión de salir no ha sido tuya, las bombas fueron las que nos empujaron a salir”. Vira confirma la situación. “No es lo mismo cuando vinimos nosotros, al final fue una decisión nuestra para buscar un futuro mejor”. Oskana se reafirma en esa idea. “Nosotros llegamos hace veinte años, habíamos estudiado en la universidad pero sabíamos a lo que veníamos, lo habíamos decidido y entendimos que había que trabajar en lo que saliese. Ellas vienen de un día para otro, sin idioma, sin haber querido realmente salir de sus ciudades, con toda su vida destrozada por los misiles”.

Liana, a la que casi ni le ha dado tiempo de llorar a su marido, tiene claro que, incluso después de que termine la guerra, su vida estará aquí. “Aunque quisiera volver ya no tengo a donde hacerlo, destrozaron nuestra casa y nuestras vidas”. Aquí aún no se sienten en casa pero reconocen la ayuda que están recibiendo de todos. “La gente se ha desvivido por nosotras”. Otra de sus nietas ha vuelto a Ucrania. “No se hacía a la vida aquí y ha querido volver con su padre que está allí porque no puede salir, ningún hombre puede hacerlo”.

Así quedó la casa de Liana tras el bombardeo

Nazar e Igor se miran a los ojos y asienten ante la pregunta de si en algún momento han pensado en ir a Ucrania a luchar con sus compatriotas. “Es lo primero que pensamos pero hemos visto la experiencia de otros que lo han hecho y creemos que desde aquí se puede ayudar”. Nazar cuenta cómo amigos suyos han vuelto a Ucrania a luchar en el frente. “No están luchando porque se está tirando de gente que tiene experiencia y además una vez que entras en el país ya no te dejan salir. Los que conocemos que lo han hecho están colaborando con alguna ONG, así que nosotros lo hacemos desde aquí”.

De los amigos que están en el frente, muchos han muerto. “El pasado 30 de diciembre falleció mi amigo de la infancia, está siendo todo un horror, más del que nos enseñan en televisión”. Ellos lo saben a ciencia cierta, hablan cada día con familia y amigos que permanecen allí. “Mis padres podrían venir, pero él tiene cáncer y está en tratamiento y los médicos le han aconsejado que no viaje, no se quieren mover de su casa. Es duro pero hay que respetarlo”.

La respuesta de los riojanos ha sido ejemplar. “Hay empresas que se están desviviendo por colaborar con nosotros Cidacos, Celorrio, MCA, Emperatriz…”, quieren nombrar a todos, es lo justo. “Incluso la empresa Nuevas Ambulancias de Soria nos ha donado once camillas para que las enviemos en el próximo camión”.

Camiones con material humanitario

Ya llevan casi 200.000 kilos de comida enviados durante este año. “Lo más complicado es la logística, llevarlo hasta allí pero tenemos claro que hay que seguir colaborando porque sabemos que lo que nosotros enviamos llega a donde realmente hace falta”.

Aunque son muchos los que aseguran que la guerra va a ser determinante esta primavera, ellos no ven fácil la solución al conflicto. “Los rusos no van a parar hasta que no se hagan con toda Ucrania y ahora mismo Zelenski no puede parar hasta que no recupere los territorios que nos han quitado y paguen por todo el horror que han causado en el país”. Mientras, ellos seguirán colaborando en todo lo que puedan y ellas, que han llegado ya para quedarse, sólo desean vivir en un sitio donde “cualquier ruido deje de recordarte que en tu país siguen cayendo bombas”.

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