La Rioja

Un viaje entre reses de la sierra de Cameros a Murillo

Quien nace entre novillas observa a los animales de otra forma. No le alteran los mugidos durante la noche o los restos de excrementos repartidos por los prados y caminos agrícolas. Tampoco le perturba el levantarse de madrugada porque una vaca se ha puesto de parto o llegar a casa en invierno caído el sol porque un animal se había extraviado. “Cuando naces entre novillas, vives por y para los animales”. Lo relata así un ganadero natural de Hornillos de Cameros que lleva toda su vida vinculado a la explotación que inició su padre en lo alto de la sierra y que delegó en sus manos hace ya unos siete años.

Por aquel entonces se repartían las horas entre vacuno, ovino, caprino e incluso equino, “aunque también es cierto que hacían falta menos animales para vivir”. Ahora este ganadero se encarga junto a su socio de gestionar unas 180 cabezas de ganado vacuno y alguna que otra yegua que durante casi todo el año pastan desde las alturas. Porque llegado el frío y la nieve del invierno, aunque ahora menos abundante, toca emprender un nuevo viaje. Desde hace cuatro años estos animales duermen entre diciembre y abril a cobijo y lejos de los temporales. “Las trasladamos en camión desde Hornillos hasta Murillo de Río Leza, donde nos ceden unos pabellones para guardarlas durante estos meses hasta que llegue de nuevo el buen tiempo y es, sin duda, una gran oportunidad para garantizar la seguridad de los animales y también nuestra propia tranquilidad”, reconoce.

El camión que emplean para la trashumancia de la sierra al valle riojano.

La trashumancia de vacuno es una actividad tradicional que durante décadas ha marcado el funcionamiento de una región agraria, pero que a día de hoy cuenta con pocos profesionales que aún la practiquen. “Calculo que quedaremos unos cinco. Algunos las transportan hasta Extremadura y otro las lleva a Cantabria. Yo estuve buscando por la zona del Valle de Ocón alguna parcela, pero al final conseguí estas instalaciones que cuentan con espacio suficiente para todos los animales”. Y para hacer ese cambio de ‘domicilio’ el camión ha de realizar unos cinco viajes, en función de si hay más novillas o vacas.

El ganadero reconoce que los costes son mayores ahora que practica la trashumancia a pesar del gasoil que se ahorra en viajes, y todo debido al pienso que tiene que repartir cada día y que en la sierra se lo ahorraba a menos que nevase, “pero lo que ganas en comodidad y tranquilidad es más importante”. Eso sí, el primer traslado que hizo no fue nada sencillo. Ni para él ni para los animales. “Se estresaron mucho y la primer anoche que pasaron en los pabellones penas durmieron. Fue horrible porque las ví muy mal y hasta me planteé llevarlas de nuevo a Hornillos porque siempre he velado por su bienestar. Luego fueron pasando los días y se fueron haciendo al nuevo entorno. Y ahora ya se suben solas al camión cuando las cargamos en la sierra, aunque ceirto es que se montan más alegres cuando el trayecto es el inverso, del valle a la sierra”.

Los inviernos que pasó su padre, que jamás practicó la trashumancia, se quedan para él, pero este también recuerda “aquellos años en los que la nieve te llegaba casi a la cadera”. Los sustos han sido varios en esta explotación cuando aún el traslado al valle no era rutina anual: “El problema está cuando te nace un ternero a doce bajo cero y con medio metro de nieve. Ahí ya no tienes nada que hacer… Aquello era un sinvivir, con vehículos atascados y jugándonos la vida muchos días. Un día nos levantamos con tanta nieve que allá no aparecía la quitanieves, pero teníamos que subir al monte para darles de comer. Una vez recuerdo que ni con el tractor pudimos subirles los fardos de paja y nos quedamos a medio camino, pero al poco comenzaron a aparecer las vacas a lo lejos porque nos habían oído. Lo listas que son… Y es que la alimentación es imprescindible para que aguanten bien a esas condicioneses, ya que las calorías que ganen no les van a engordar sino que les van a servir para mantenerse, por eso siempre digo que el mejor seguro frente a las bajas es estar pendiente de los animales”. Quedarse en el monte a pasar los inviernos ya no es una opción si no un “riesgo” innecesario de correr.

Ganado en los pabellones de Murillo de Río Leza.

Lo que se plantea ahora el ganadero es ir un paso más allá y regresar a las tradicionales trashumancias que se hacían antaño, recorriendo a pie el camino, aunque tampoco confía en que sea tan sencillo en cuestión de permisos, burocracia y demás. Asegura con certeza que si tuviera que ir a pie con las vacas desde Hornillos a Murillo, discurriendo por el río Jubera, “no habría ningún problema aunque estén ya hechas al camión porque estas vacas son muy tranquilas y ya tengo a un par de personas que me ayudarían a ello”.

El problema de la trashumancia, considera, no está en que no haya suficiente gente que practique esta actividad, si no en la falta de caminos o cañadas para prácticarlas. Este ganadero guarda una buena selección de animales lo más mansos posible, “y la que es más brava de la cuenta la quito”, además de retirar los toros a los cuatro años para que no cubran a las crías. “Pero el problema de serie que acompaña a la ganadería no son ni el encarecimietno de los costes de producción ni la falta de infraestructuras. El problema es la falta de gente que quiera sacrificar su vida por este trabajo. Si ya cuesta atar a aquellos que lo maman desde pequeños por sus padres o abuelos, imagina a quien no sabe de qué va esto. La ganadería, para que sobreviva, hay que mamarla, porque si no no se siente igual”, sentencia.

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