La Rioja

La supervivencia de las librerías de pueblo

Ivo y Nadia con su hijo, a las puertas de su librería. | Foto: Clara Larrea.

Existe entre el Ministerio de Cultura y la empresa pública Correos un convenio firmado para establecer medidas de apoyo para las librerías rurales con el fin de impulsar su digitalización y la distribución ‘online’. Un acuerdo para ayudar a mantener abiertas las tiendas de libros más pequeñas y de proximidad de las zonas rurales.

Un acuerdo, sin embargo, que se limita a los comercios cuya actividad principal (al menos el 60 por ciento) es la venta de libros nuevos al por menor y a aquellos que no pertenecen a grandes cadenas. Por lo que con estos requisitos se mantienen fuera del convenio otras librerías de pueblo que trabajan a fondo cada día por sobrevivir en un escenario cada vez más convulso, pero que comercializan mayormente libros antiguos. Estos son lugares donde el tiempo y la memoria se han detenido, lugares donde las ediciones descatalogadas, grandes clásicos y las rarezas campan a sus anchas en las estanterías y recovecos. A veces, más que librerías son santuarios del libro.

Es el caso de El Velo de Isis, una reconocida librería en el centro de Ezcaray que ya desde la puerta invita a sumergirse en un océano literario inusual. “Las librerías de lance, las que son de viejo, de segunda mano o de ocasión, quedamos excluidas de dicha tarifa acordada en el convenio y es una pena porque nos parece muy buena idea y nos gustaría poder acceder a ella”, reconoce Nadia Lafuente, una de las responsables de este local que trabaja de la mano de MRW y Correos con tarifas especiales para este tipo de negocios y, en algunas ocasiones, incluso comparte gastos de envío con el cliente.

Junto a su pareja Ivo Iglesias, regenta desde 2011 El Velo de Isis, año en el que dieron un giro a sus vidas para implantar en la Plaza de la Verdura del municipio riojalteño un punto de encuentro con el libro viejo y de ocasión en el que antaño fue un taller de bicis y en la época de la Guerra Civil, un café de moda. “Aunque las librerías de novedades y las de viejo tengan el fin común de vender libros, nosotros nos caracterizamos por la venta de ejemplares antiguos, con más de cien años de historia, algunos descatalogados, de segunda mano, ediciones difíciles de conseguir como pueden ser obras sin reeditar o primeras ediciones. Por no mencionar el enorme fondo de títulos de ocasión que hay debido a la gran cantidad que se edita y la celeridad con que desaparecen de las librerías de nuevo dejando paso a siguientes ediciones. Como dijo aquel, ‘la gente ya no lee, solo escribe'”.

Nadia reconoce que el esfuerzo de sacar adelante una librería de pueblo, compatibilizándolo con acudir a las ferias nacionales y la “destacable labor que implica sacar el libro a la calle, acercarlo al lector y que el lector se acerque al librero”. Pero todo esto se compensa con el placer que supone trabajar rodeados de historias: “Perderse en una librería de viejo es sinónimo de pasear entre estanterías cargadas de miles de referencias y posibilidades, ejemplares de épocas pasadas que bien merecen ser revisitados”. O, en palabras de Virginia Woolf: “Los libros de segunda mano son libros salvajes, libros sin hogar; se han reunido en grandes bandadas de plumas variadas y tienen un encanto del que carecen los volúmenes domesticados de la biblioteca”. Una cita que recibe a los clientes de El Velo de Isis desde un rincón de la librería.

Librería El Velo de Isis, en Ezcaray. | Foto: Ricardo Aransay.

Un pilar clave, el de la calidad del fondo de libros que ofrece el establecimiento, que influye en gran medida en la supervivencia de este tipo de librerías de pueblo, junto a la ubicación geográfica, la afluencia de público y también el interés cultural que tenga el lugar. Pero es la venta ‘online’ la que da el impulso a la facturación del local. “Funciona como un escaparate abierto las 24 horas y con la posibilidad de acceder a clientes de otros países. Nosotros nos lo tomamos más en serio a raíz de la pandemia, cuando se reactivó bastante esta opción de venta, y le dedicamos unas horas al día porque también cuidamos la descripción que acompaña a la reseña del libro viejo aportando un vocabulario específico. Si se investiga un poco por estos portales, se puede comprobar que, en muchas ocasiones, es pura literatura”.

Unas ventas ‘online’ que engordan más las cifras de ingresos en el periodo invernal y que, curiosamente, se relajan más durante el verano. No tienen miedo de la competencia de otras plataformas de venta, “es algo conveniente”, pero reconocen que “la considerable participación de particulares no profesionales perjudican notablemente al sector devaluando, frecuentemente, el libro”.

Al margen de todo este revuelo que supone internet se encuentra Rebeca Martínez. Ha abierto cada día las puertas de su librería El Cabás en su natal Baños de Río Tobía desde hace 35 años para dar salida a la prensa local y foránea y mostrar las novedades literarias que llegaban al local y abasteciendo de material escolar a los jóvenes del pueblo y alrededores. Pero todo de puertas para dentro. “Nunca he distribuido ‘online’ ni lo voy a hacer ya a estas alturas con mis 50 años cotizados. Luego, las grandes casas ofrecen mucho material y compiten en precio, pero yo no puedo trabajar con esos descuentos”, remarca.

Negocio consolidado y referente para esta zona del Valle del Najerilla, la librería ha sobrevivido a tendencias y pandemias sin someterse a los ritmos marcados por el comercio digital. Martínez quiere mantener la esencia de lo que ha sido siempre su negocio, “funcionando como una librería personal, vendiendo solo de cara al público y con la misma ilusión de siempre”. Pero, con sinceridad, asegura que el futuro de las librerías de pueblo se atisba “muy malo, porque si no hay ayudas nadie va a querer abrir un local así en un municipio ya que la mayoría de la gente compra libros por Internet”.

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