Toño Miranda se calza sus zapatillas de trekking y visualiza su próximo objetivo. Arena, tierra, piedras, … El terreno es lo de menos; dónde fija la vista, lo principal. La brújula de este joven de 22 años comenzó a girar en 2016 con aquella primera carrera popular en la que participó en Autol, la ‘Ogrito’ y sus 18 kilómetros, pero no lo hizo solo. Acompañado de una Canon 1100 que le compró a un amigo, aprovechó los ratos de descanso para capturar expresiones, sensaciones y paisajes, conociendo y mostrando otro enfoque de los eventos deportivos, «pero como un mero aficionado, porque la fotografía siempre había estado entre mis hobbies».
Con residencia oficial en Rincón de Soto, aunque con lazos también en Aldeanueva de Ebro, su DNI real no entiende de fronteras geográficas, sino orográficas. Desde aquella primera competición ha recorrido ya más de diez países, con más de una trintena de vuelos cogidos en el último año y sumando a su reloj digital decenas de rutas de montaña. Y desde esa Canon «más básica» con la que se inició han pasado unos cuántos cuerpos más hasta llegar a su actual Canon EOS R6, por no hablar de la cantidad de objetivos diferentes que porta en su mochila y que han posibilitado la creación de multitud de instantáneas como las que ocupan su perfil de Instagram.
Pero no fue hasta hace dos años cuando Toño visualizó su ángulo perfecto, fijó su encuadre y disparó para convertirse en un fotógrafo ‘freelance’ profesional. ¿Llegó primero el deporte o la fotografía? «Pues casi que a la vez. Una cosa fue consecuencia de la otra porque esa afición al deporte y a hacer carreras me hizo después participar más en este tipo de escenarios, ya como fotógrafo. En su día empece el Grado de INEF (Ciencias de la Actividad Física y del Deporte), aunque nunca lo acabé. La fotografía de carreras deportivas me fue llevando de un sitio a otro y ya era inviable continuar con los estudios», recuerda. Pero el deporte tampoco salió entonces de su vida.
Acumula dorsales que le transportan a aquella Ultra Trail Bosques del Sur de 100K en Cazorla (Jaén), a la Ultra Trail de Sierra Nevada 62K o a la más reciente, el pasado mes de septiembre, con la Ultra 100K de la Canfranc-Canfranc. Y asegura que esa es la clave para hacerse un hueco en este sector de la fotografía: «Al final la mirada que pones a través del objetivo es también la de un corredor y piensas en la foto que querría tener ese deportista después. Y con eso, solo queda saber moverse y saber con quién hablar para destacar entre tanto fotógrafo deportivo, porque hay muchos. Por no hablar de que hay que ir casi codo con codo con los participantes, por lo que hay que estar también en forma físicamente porque a veces te toca hacer incluso más kilómetros que los que hacen los propios corredores».
Apenas ha pasado unos días en casa por Navidad después de volver de Perú y hacer una rápida parada en Pirineos antes de volver a hacer las maletas y regresar al asfalto. Si todo va bien, llegará a los Alpes franceses e italianos para hacer visita obligada a Los Dolomitas y terminar en primavera en tierras de Noruega. Ascensiones y cientos de kilómetros para seguir conquistando cimas y retratando esos éxitos en los rostros ajenos. Suena a un verdadero planazo, sobre todo para los amantes de la montaña. «Y lo es, pero a veces también se extraña estar en casa con los tuyos porque paso demasiados meses fuera. Es más, creo que la pega de este trabajo es esa inestabilidad, porque en el plano económico no me puedo quejar», reconoce. Pero, aunque sea un nómada que se mueve entre montañas y teleobjetivos, su pueblo natal siempre está presente con ese ‘Made in RDS’ grabado sobre su piel.
Ahora su nuevo hogar son los cinco metros cuadrados de su Mercedes Vito camperizada, una casa sobre ruedas que lo lleva allá donde su mente maquina la próxima aventura y un lugar, remarca este joven rinconero, donde se respira «pura felicidad». Nunca ha despegado los pies del suelo e incide que, ante todo, es realista. Así que va estudiando el terreno, analizando las pendientes y las dificultades del siguiente trayecto para evitar imprevistos y alcanzar cada vez mayores éxitos que lo sitúen en proyectos más grandes de estilo documental y también más personales, enfoncados a deportistas concretos.
Si este oficio le va a acompañar durante muchos años más lo desconoce, pero siempre y cuando haya nuevos horizontes que conquistar y trabajos más ambiciosos ahí seguirá cámara en mano. «Y si llega ese día en el que siento que no avanzo profesionalmente, que estoy estancado, me despido de todo y me voy a la viña con mi padre. Ya dejaré por ahí algún contacto para que quien quiera me busque y venga a verme», ríe.
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