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Agorafobia futbolística

Foto: EFE / Raquel Manzanares

Recorro actualmente el país para conocer los principales derbis de nuestro fútbol. El derbi andaluz, el vasco, el asturiano e incluso El Clásico. La idea es sencilla, por eso me lo han encargado a mí: llego a un bar cerca de uno de estos grandes estadios, me pido una cerveza y veo a la gente pasar. No hay nada más que hacer.

Pensaba, cuando acepté el encargo, que resultaría sencillo. Es ver pasar a gente y hablar con alguno de ellos. Esto en Las Gaunas lo hago habitualmente y es lo mejor de cualquier partido en Primera Federación. Porque ser habitualmente unos 4.000 en un estadio para 15.300 te permite llegar media hora antes, aparcar, tomar esa cerveza y hablar, si te lo propones en serio, con todos y cada de los aficionados que acuden al estadio. Nos conocemos todos.

Pero resulta que el asunto se complica cuando el tsunami humano lo conforman 20.000, 30.000, 40.000 o incluso hasta 80.000 personas. Todas van con un mismo objetivo, tomarse una cerveza, y todas cogen una misma dirección, hacerlo lo más cerca posible del estadio. Entonces, hablar con alguien, aunque solo sea con uno, resulta del todo imposible. Esa gente va al fútbol concentradísima en el cumplimiento de sus dos únicos objetivos: birra y estadio; y todo lo demás es un exceso innecesario que te acerca a verte superado por esas multitudes enormes.

Sufro, creo, por culpa de estos reportajes, de agorafobia futbolística. Es más, todos los que acudisteis ayer al fútbol experimentasteis, quizás sin saberlo, esta patología que me acabo de sacar de la manga. Igual ayer, al ir a Las Gaunas, sentiste algo raro. No digo mareos, tampoco agitación, quizás algo de nerviosismo, de prisa innecesaria, de un pelín de ansiedad, de dudas lógicas, de, seguro, muchísima incomodidad. Te han cambiado tu estadio, pensaste.

Incomodidad no porque ayer te dieras cuenta por primera vez de lo estrecho que es tu asiento de socio cuando te rodea gente por todas partes, que también. Me refiero a fuera del recinto. Cuando en tu bar de confianza en los aledaños del estadio, tu cerveza de siempre no llega a tiempo o tus amigos no se encuentran, se dispersan o se despistan. Te quedas sin cobertura de teléfono, sin Whatsapp… sudores fríos y así no hay quien disfrute. La locura de los 15.231 espectadores. Síntomas de agorafobia futbolística. Pero traigo la solución y llega de fuera de La Rioja.

Algunos aficionados se tuvieron que sentar en las escalares. / NCU

Me dicen los que viven los grandes derbis que esto no se supera nunca, pero que se le coge gustillo a eso de ser tanta gente con unos mismos colores en los bares de alrededor. Entre miles de personas uno acaba haciéndose su sitio. Los de los bares aprenden a tener más gente en barra, a sacar a la calles las barras (uno ya lo hizo ayer siendo el más hábil de todos), aumenta la oferta hostelera en la zona, y la multitud acaba teniendo su sitio.

Claro, estamos hablando de 20.000, 30.000, 40.000 personas que se mueven por el fútbol cada semana o incluso cada cuatro días si juega competición europea o copera. Están perfectamente organizados aunque para el recién llegado de la minúscula Rioja futbolística resulte del todo indescifrable. Al final, siendo tantas miles de personas, los aficionados se lo pasan bien y mucha gente ha aprendido a ganarse la vida con los partidos de fútbol. De locos.

Esto aquí no pasa. Aquí estamos tranquilos. Unos 800 un domingo, unos 3.500 al siguiente domingo. No experimentamos agorafobia futbolística, por suerte. Somos felices… en nuestra ruina.

Los aficionados se dieron cita en los bares aledaños a Las Gaunas. / NCU

“Es una pena que no veamos esto cada quince días”. Y no me lo dijo ayer un futbolero de toda la vida. Solo uno que pasaba por allí. “Porque este movimiento de tanta gente al final es dinero, es riqueza. Con la escasa inversión pública que requiere la organización de un partido de fútbol han venido 5.000 personas desde San Sebastián”. Ya, claro. “Anda que no hacen falta festivales, conciertos, y bodegas para conseguirlo”. Ya, pero lo uno no quita lo otro.

El fútbol no aplasta lo demás. El fútbol se mueve por sí solo. Hay sitio para todos. Y a pesar de tenerse por liberal quiso reconoce lo evidente en otros lugares: “Nuestros políticos tendrían que apoyar un poco más para que esto fuera habitual”. Alucinó con las ayudas al balonmano y al baloncesto. “Pero no lo hacen de forma decidida”. Concha Andreu, la presidenta, dice que se ha puesto la chupa de Actual, aunque sea más de balonmano, ayer sacó tiempo para ir al fútbol; pero Pablo Hermoso de Mendoza, el alcalde, tenía ayer noche compromisos familiares insalvables.

Aún resuena en mi cabeza la frase de una responsable de Turismo del Ayuntamiento de Logroño: “Al final es que a mí el fútbol no me gusta”. De Turismo, insisto, y más por lo visto ayer. No ve lo que sí vieron miles de posibles votantes. Y diría que a los comerciantes de Logroño también. Aunque no lo tengo del todo claro tras escuchar esto de boca de un hostelero no hace muchos días: “Al final vendrán muchos vascos porque nuestra calle es la que tira de toda la región”.

Y no le falta razón. Pero se le olvida un pequeño matiz, importante, esa calle es tan turística porque se lo han trabajado y porque el abuelito ya difunto Club Deportivo Logroñés la hizo famosa en los ochenta y en los noventa. Aquel fútbol la hizo famosa, y este fútbol la convertiría en leyenda.

Pero no pasa nada, tranquilidad, al menos por aquí no sufrimos de agorafobia futbolística como en otros lugares en donde sí apuestan por el fútbol de masas. Quieren enfermar a su gente.

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