Agricultura

El olivar riojano se prepara para un ya presente cambio climático

El olivar riojano se prepara para una ya presente crisis climática

Lo ocurrido durante este 2022 ha vuelto a agilizar la toma de medidas en la gestión del cultivo del olivar frente a los escenarios de sequía y altas temperaturas derivados del ya presente cambio climático. Con la campaña de recogida del aceite en pleno desarrollo, los retos de este cultivo mediterráneo vuelven a posarse sobre la mesa para redefinir las técnicas y el manejo en campo, como puede ser la búsqueda de altura y el empleo de variedades mejor adaptadas a estos episodios.

Emilio Abad, agricultor de Arnedo dentro de la DOP Aceite de Oliva de La Rioja, además de ingeniero técnico agrícola y asesor de explotaciones agrícolas, asegura que el estudio de estas plantaciones se aborda desde la perspectiva de la mejora de la calidad del aceite de oliva virgen extra: “El olivar siempre ha estado relegado a las zonas altas, aquellas donde no se podía cultivar otras cosas como huertas o frutales. Esos olivos viejos conviven ahora con los olivos plantados hace 15 o 20 años en las zonas bajas de los valles, terreno más fértiles y en muchos casos con sistemas de riego. Zonas bajas que antes tenían más riesgo de sufrir heladas, pero que ahora registran una menor incidencia debido al cambio climático”.

Un cambio climático que este año ha dejado huella en todos los cultivos posibles, pero no de manera uniforme, ya que no estamos ante un mar de olivos repatido por la región. “Aquellas localizaciones más altas, aunque se vean afectadas por la sequía, no han estado tan dañadas por el calor como las de la ribera. En cambio, estas sí han tenido la posibilidad de echar mano del riego para hacer frente a ese estrés hídrico, aunque las altas temperaturas hayan marcado el cuajado de la aceituna. Vamos, que esta ha sido una campaña rara porque al final lo que ganas por un lado lo pierdes por otro”, apunta el ingeniero.

Y con tanto vaivén meteorológico, la producción de oliva en La Rioja durante esta campaña viene con una marcada merma generalizada. En algunas almazaras que ya llevan varias semanas descargando y molturando olivas tantean que esa reducción va a rozar incluso el 50 por ciento respecto a la cosecha de 2020 (ya que la del 2021 tocaba más escasa por la vecería del cultivo).

“El olivo es un cultivo adaptado al clima mediterráneo, pero el problema es que el clima mediterráneo está cambiando. Cierto es que la mejor adaptación la tienen aquellos árboles más viejos, de más de 25 años, que cuentan con más recursos en la madera y una raíz más profunda que les ayuda a obtener agua del subsuelo con mayor facilidad, al igual que ocurre con el resto de plantas. Al final, cuanto más ‘vicio’ se les da (como el riego o el abonado), más débiles se vuelven y menos aguantan el estrés hídrico y las altas temperaturas”, incide Abad.

Y en este sentido las variedades juegan un papel fundamental para determinar esa mejor o peor adaptación. Aquellas que se han considerado óptimas para su desarrollo en La Rioja ahora no son tan preferidas. El agricultor arnedano asegura que aquellas variedades que resistían bien a los ciclos de más calor y sequía propios del sur de la península van a encajar ahora mejor en las zonas de cultivo riojanas. “Pero con el cambio climático también puede darse que un año venga una fuerte nevada un 20 de noviembre y reviente la cosecha, como ya ocurrió en Jaén con el temporal Filomena en enero de 2021”.

Variedades como la picual, la arbequina o empeltre, que hace 30 años no se recomendaban plantar en la comunidad por su mayor sensibilidad ante el riesgo de heladas, pero que ahora sí son más aconsejables. Por ello antes de plantar hay que evaluar suelo, zona climática y altitud, este último factor determinante en la maduración del fruto: “En busca de una maduración más tardía, las nuevas plantaciones se están llevando a mayores alturas donde el contraste térmico entre el día y la noche sea mayor, lo que deriva en unos aceites más aromáticos y con un perfil organoléptico más complejo”, matiza Abad.

“Las tendencias de cultivo que se barajan en estos últimos años con mayor frecuencia son plantaciones en intensivo y superintensivo, algo motivado también por la falta de mano de obra, por lo que la mayoría de productores tienden a mecanizar la recolección. Aunque no siempre es una buena alternativa porque no todas las variedades se adaptan tan bien a las máquinas como la arbequina, por ejemplo”. Pero esos cultivos en intensivo y superintensivo, donde los árboles están más juntos y cuentan con más superficie foliar por hectárea, también implican una mayor frecuencia de riego para mantener así la producción. “Todo manejo y gestión del cultivo depende de los costes que el agricultor va a tener que afrontar, así como de lo que va a percibir por la venta de su género. Pero ahora, con la inflación, si produces más, también tendrás mayores gastos a pesar de que el precio de la oliva no ha variado”.

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