El Rioja

Martínez de Toda: “Este 2022 ha sido un aviso de lo que veremos en 2050”

Fernando Martínez de Toda, en el campo de prácticas de la Universidad de La Rioja. | Foto: Leire Díez

Fernando Martínez de Toda recorre los cortos renques de cepas del campo de prácticas de la Universidad de La Rioja donde conviven diferentes variedades, minoritarias y mayoritarias, y en diferentes sistemas de conducción. Ahora pasa más tiempo en el aula, desde su condición de Catedrático de Viticultura, pero hartas horas ha dedicado a sus viñas del Alto Najerilla, en Badarán, desde que retornó a su tierra en 1987 tras estudiar en Madrid. Porque ante todo es agricultor. La añada de este 2022 le ha permitido poner las cartas sobre la mesa y abrir una ventana ante las especulaciones y las dudas que sobrevuelan en el ambiente.

– La DOCa Rioja ha despedido ya la vendimia con la maduración más temprana de la historia. ¿Qué sorpresas y certezas deja esta campaña sobre el papel?

– Ha sido un año excepcional, sin duda, en comparación con lo vivido hasta ahora porque nadie recordaba algo igual. Pero lo importante es que lo que hemos visto este 2022 ha sido un aviso de lo que veremos en el 2050. La tendencia va a ser esa, una pérdida de acidez, ese desacoplamiento entre antocianos y azúcar… Así que ya nos podemos ir preparando porque aquí tenemos lo que veníamos prediciendo hace años. Ya no hay ninguna duda.

– Hemos vivido una especie de ‘spoiler’, entonces, hasta el estreno en las próximas décadas. Pero, ¿veremos peores episodios?

– La tónica general es que predominen estas condiciones que hemos visto ahora. Es decir, lo de este 2022 va a ser lo habitual, pero de igual forma habrá años con situaciones más extremas y otros años con unos mejores escenarios. Como ocurre ahora, con años más frescos y otros más cálidos. Hasta ahora el cambio climático nos ha favorecido en Rioja, pero va a llegar un momento en el que no sea positivo.

– ¿Y estamos preparados para lo que viene?

– Por supuesto, ten en cuenta que llevamos ya tiempo trabajando en esta adaptación. Esto avanza poco a poco, así que hay tiempo para seguir preparándonos e investigando al respecto, como venimos haciendo desde hace una década, aproximadamente, porque no fue hasta entonces cuando empezamos a preocuparnos por los efectos del cambio climático. Cuando cambiamos de siglo empezamos a ver ya años que eran especialmente cálidos, pero era un tema que no interesaba.

Fernando Martínez de Toda, en el campo de prácticas de la Universidad de La Rioja. | Foto: Leire Díez

– En otras ocasiones ha mencionado que es preferible hablar de la vid frente a las altas temperaturas en lugar de la vid frente al cambio climático.

– Es que aunque no hubiera habido cambio climático, hay zonas en España que siempre ha tenido temperaturas altísimas, como puede ser Montilla Moriles en Córdoba, zonas donde la calidad no se desarrollaba bien, porque la calidad ha estado siempre en lugares con climas no tan extremos, como Borgoña, Burdeos, Rioja. Y como las zonas principales de producción vitivinícola estaban en entornos frescos, pues nadie se ha preocupado por estudiar eso hasta que ha llegado el cambio climático.

– ¿Cuáles son las principales herramientas que tenemos para actuar?

– Pues partiendo de aspectos como la poda tardía o una conducción vertical dejando los pámpanos libres hasta la búsqueda de zonas más frescas y en altura para plantar viña. También es importante centrarnos en jugar con las proporciones de las variedades que plantamos, dedicando mayor espacio a otras de ciclo tardío como garnacha, mazuelo o graciano, y limitando la superficie de la tempranillo, que se adapta peor a estos escenarios meteorológicos extremos. Así mismo, también se puede apostar variedades minoritarias de Rioja como la monastel y por clones más tardíos adaptados que muestran hasta un mes de diferencia en la maduración. Lo que no puede ser es que la denominación sea un cultivo monovarietal, como ocurre con el clon de tempranillo RJ 43.

– No se muestra nada fatalista ante lo que está por venir… ¿Llegará un 2050 en el que desaparezca el viñedo de las zonas más bajas y cálidas de Rioja?

– ¡Para nada! Esas zonas son cálidas de por sí, con lo cual serán algo más cálidas pero la diferencia de grados no va a ser sustancial porque serán dos o tres grados más lo que se estima que suba la temperatura en los próximos 30 años. Es como comprar lo que tienes ahora en Badarán con lo que hay en el Ebro, y al final tenemos viticultura en los dos sitios. Pero serán las zonas más altas las que aguanten a ese cambio climático, pero todos los lugares se van a tener que adaptar, será un cambio global. Pero no hay que ser tan derrotista.

Fernando Martínez de Toda, en el campo de prácticas de la Universidad de La Rioja. | Foto: Leire Díez

– Y en materia de estudio de técnicas vitícolas frente al cambio climático, ¿hay alguna región que vaya a la cabeza en investigación?

– Nosotros. Fuimos nosotros, Juan Carlos Sancha, Pedro Balda y yo, los primeros quienes empezamos cuando nadie le prestaba atención aunque ya empiezan a salir más y también en el plano internacional. Pasó como con las variedades minoritarias, que comenzamos nosotros con la labor de recuperación justo en una época en la que en Rioja solo se hablaba de plantar cabernet sauvignon. Sin embargo, ahora el resto de comunidades están haciendo esa misma operación

– ¿Y alguna práctica novedosa que todavía no se haya publicado?

– Ahora estamos trabajando en un proyecto interesante que trata de obtener una doble cosecha. Consiste en hacer una segunda poda en junio para forzar las yemas que iban a brotar el próximo año para que lo hagan esta temporada y así consigues que esa producción madure dos meses y medio más tarde. Algo útil para zonas excesivamente cálidas. También estamos estudiando el comportamiento de la uva si se limita la superficie foliar de la vid. Si despuntamos, deshojamos o aplicamos antitranspirante para que la planta no haga fotosíntesis, se retrasa la maduración de la uva hasta quince o veinte días. Así que se puede jugar con varias técnicas para ver cómo se comporta el viñedo.

– ¿Cómo se ve toda esta revolución vitícola al fresco de las viñas en Badarán?

– Aquí estamos en una posición privilegiada -ríe-. Hasta hace poco aún recuerdo que éramos vinagrillos. Un amigo de Cenicero me solía decir que ‘de carril (la vía del tren) para arriba no hay más que vinagres’. Y era cierto porque en los años 70 allí no maduraba la uva, mientras que ahora somos la zona deseada. No hay más que ver que cada vez son más las bodegas que llegan en busca de viña vieja.

Fernando Martínez de Toda, en el campo de prácticas de la Universidad de La Rioja. | Foto: Leire Díez

– ¿Estamos ante la oportunidad perfecta para que Rioja modifique sus límites de cultivo?

– Grañón solicitó hace unos años incluirse como zona de cultivo de la denominación en un informe que elaboré yo y donde se veía venir todo esto, pero finalmente no entró. Pero es que ahora hay pueblos como Villaverde también donde madura perfectamente la uva. Estaría bien que se aceptara esa ampliación de los límites de cultivo, porque una cosa es limitar la producción y otra ampliar a esa zona. Así que perfectamente podría aprovecharlo Rioja como adaptación al cambio climático, pero para eso llegar a un acuerdo en el Consejo Regulador y es cierto que entran varios intereses en juego.

–  ¿Considera que a día de hoy hay una mayor atención y mimo hacia el campo?

– No hay más que echar la vista unos años atrás, a principios de siglo, para afirmarlo con rotundidad. Antes había bodegas que no tenía ni viñedo en propiedad, simplemente se contentaban con que llegase la uva en un remolque sin importarles su procedencia. Hace veinte años el desarrollo se centraba en la enología y la viticultura no importaba, a pesar de que hablaban de la materia prima. Sin embargo, en los últimos años cada vez se valora mucho más el vino por su origen y la historia que tiene detrás, no por lo que objetivamente represente en cata.

– Poniendo el foco en los futuros guardianes del viñedo en Rioja, ¿qué papel están jugando?

– Creo que han propiciado el que ahora estemos viviendo la época dorada de la viticultura como nunca antes se ha visto. Pero también es cierto que para que esta filosofía cale de verdad debe haber una diferenciación en el precio de la uva en función del rendimiento de las parcelas. Yo ese cambio lo he visto en mis propias viñas de Badarán porque antes me las llevaba un agricultor que vendía la uva a 70 céntimos y solo quería llenar el papel, pero ahora que me las trabaja Juan Carlos Sancha la uva tiene más valor añadido porque él lleva un concepto diferente y no le importa que le cueste producir la uva uno, dos o tres euros.

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