El Rioja

Un viaje más por Rioja, una revista más en bodega

La gran cepa de Rioja se sostiene valiente y firme mientras la balancean las aguas revueltas por las que surca. Una ola de sequía que la azota durante meses agotando sus reservas en los suelos. Otra ola de falta de maduración en la uva y al fondo se aproxima otra con carácter amenazante: la falta de mano de obra en el campo. Unos y otros vaivenes la debilitan, pero no la tumban. La gran cepa de Rioja con sus profundas raíces resiste y afronta cada bandazo hasta que pasa el temporal. Ahora las aguas ya están más en calma, la tensión y los nervios se han esfumado y solo queda esperar para evaluar qué zonas de la cepa han salido más perjudicadas.

El balance final, sin embargo, es positivo. Pese a los contratiempos iniciales, cada uno de los brazos de la cepa, algunos jóvenes y otros con varias décadas de vida, ha sabido aprovechar su potencial para enfrentarse con fuerza a la tempestad y apenas ha habido daños que lamentar. Algunos han tenido más paciencia que otros, sabiendo esperar al momento óptimo en el que actuar, pero la mayoría de brazos han logrado unas buenas maduraciones y el equilibrio deseado.

Que se lo digan a Bodegas Vivanco, que ha tenido dos meses de vendimia entre la recogida de unas y otras uvas y aún le quedan unos 20.000 kilos colgando de sus cepas. Pero esos racimos aún deberán aguardar un poco más hasta que alcances esa podredumbre noble necesaria para el vino dulce de invierno. También apuró las fechas de vendimia Inés Echeverría, aguardando al aviso de inicio desde Muga para proveerle de su cosecha ‘made in’ Sajazarra.

Más temprana ha sido la temporada en uno de los brazos más orientales de la denominación, donde se ha practicado una vendimia nocturna, mecánica y dirigida en Aldeanueva de Ebro. Y entre tanto, diferentes perfiles para completar la gran cepa de Rioja. No han faltado en esta aventura los locos por el blanco, como la familia Valdemar y Bodegas Murua, donde se visten de auténticos exploradores rebuscando estos claros racimos. Tampoco los locos por los monovarietales, como los dos amigos de Sístole y su maturana tinta de Clavijo o las garnachas de Tudelilla que abrazan en la bodega familiar Sáenz Yustes. Todo ello bajo la atenta mirada del equipo de la Estación Enológica de Haro que actúan como el ‘CSI’ vitivinícola de Rioja amparando el sello de calificada.

Los hay también de mentes, y manos, que rebuscan los viñedos más especiales y recónditos de la denominación para destapar la fuerza de la veteranía. Bryan Macrobert, quien recupera la viticultura más tradicional de azadas y mulas entre sus viejas cepas, o Richi Arambarri, que viaja hasta los límites de cultivo en Rioja Alta para extraer de ahí sus nuevos espumosos. Desde San Vicente, Viñedos de Sonsierra también se ha querido unir a esa búsqueda de lo extraordinario alzando en nueve copas los viñedos más singulares del municipio.

Singular es también el personaje de Jade Gross, que acabó elaborando su propio vino en Rioja tras pasar por las cocinas de Mugaritz y los fogones parisinos. Una que se suma a la revolución de pequeños y jóvenes productores que rebosan poderío y dinamismo en la región, como Ricardo Fernández en Ábalos o Carlos Mazo en Aldeanueva de Ebro. Revolución también la que se vive bajo la piel femenina en el sector vitivinícola, algo que analizan con profundidad Amaya Urbina y Pilar Fernández desde Ábalos.

Y si hay que hablar de ‘terroir’, ahí entran en juego los defensores de su pueblo. Los hermanos Ángel y Pedro Urbina y su Cuzcurrita de Río Tirón, Carlos Fernández en su natal Labastida con su proyecto Tierra o la pareja formada por Ana Benés y Carlos Mendoza que preservan el equilibrio en San Vicente de la Sonsierra. Sin olvidar tampoco a las mentes más expertas y renombradas del mundo del vino, dentro y fuera de nuestras fronteras y para quienes sobran las presentaciones, como Marcos Eguren y su afán de hacer de esta tierra la pequeña Borgoña, o Álvaro Palacios, quien se atrevió a abrir puertas que nadie antes había explorado.

Vendimia en Bodegas Tierra. | Foto: Leire Díez

Y tras este extenso repaso por los personajes más variopintos de la denominación, ha llegado la hora de recoger la pluma y colgar las botas. Y ya van otros más de 1.500 kilómetros recorridos entre la Rioja joven, la Rioja adulta y la Rioja más veterana. Una Rioja de valles y sierras, de ríos y arroyos, de altura y ribera. El quinto número de la revista Diario de Vendimia ya ha salido de depósito y reposa en prensas durante una corta crianza antes de empaquetarse y lanzarse al público final en las próximas semanas*.

En esta nueva edición se disponen con buena organización decenas de hojas llenas de suelos arcillocalcáreos, laderas y terrazas, maderas centenarias, raíces al descubierto, manos enfangadas en mosto, rostros cansados a la vez que emocionados, y racimos y más racimos llenando cestos, barcas y remolques. También ahínco y esfuerzo en cada renque recorrido, pasión en cada remolque descargado y orgullo en cada depósito catado.

El sentimiento de pertenencia a un territorio es lo que más ha abundado en este viaje vitivinícola que he realizado por Rioja durante poco más de dos meses. El querer plasmar la autenticidad de un terruño, la identidad de un pueblo, la tradición de unos abuelos, el valor de lo próximo. El querer llevar a lo más alto la riqueza vitícola de ese territorio. Eso es justo lo que hace que cada vez Rioja sea más diversa, con proyectos cada vez más personales que nacen en busca de la singularidad y diferenciación de una tierra, haciéndola más atractiva si cabe. Me comentaba hace escasos días el gran conocedor de esta región Fernando Martínez de Toda que los futuros guardianes del viñedo en Rioja han propiciado el que ahora estemos viviendo la época dorada de la viticultura como nunca antes se ha visto. Dicho queda.

*Se podrá recoger gratuitamente a partir del 16 de noviembre en la Redacción de NueveCuatroUno (Avenida de Portugal, 12, 3º Izq) y en los quioscos al precio de diez euros.

Subir