El Rioja

De la vid amurallada, el vino recordado

Ana Martín, enóloga de Bodega Castillo de Cuzcurrita. | Foto: Leire Díez

Las fronteras siempre han dibujado líneas divisorias, muchas veces, reales; otras, imaginarias. A menudo, con carácter conflictivo; en otras ocasiones, con fines distintivos. Fronteras como las que marcan las grandes murallas que custodian, miman y dignifican lo que en su interior albergan, acrecentando así la curiosidad de quienes no alcanzan a ver lo que hay allí dentro.

Algo parecido a lo que ocurría en el Castillo de Cuzcurrita de Río Tirón allá por el siglo XVI, cuando fue donado por Enrique II a la familia Rojas. El legado fue cediéndose a las sucesivas generaciones y después a diferentes dueños, hasta que la era de los señoríos llegó a su fin a mediados del siglo XIX. La construcción, que según algunos documentos podría datar del siglo XIV, pasó entonces a manos del Marqués de Lazan y seguido, a los Condes de Alacha. Fue entonces cuando se produjo la remodelación de un castillo de planta cuadrada hecho de piedra de sillería junto a sus cuatro muros gracias a la cual ahora es posible seguir custodiando lo que entre dichos muros se esconde a orillas del río Tirón.

Los últimos y actuales propietarios de esta fortaleza, un grupo familiar de Madrid, pusieron un pie en el municipio riojalteño en 1999 atraídos por la belleza de este enclave y se dieron de bruces con unas hileras de cepas que se extendían por un extenso terreno amurallado, compartiendo terreno con abundante vegetación. Unas cepas plantadas en 1970, sin embargo, ‘ignoradas’ por los antiguos dueños, ya que vendían toda la uva a otras bodegas. Pero tuvo que llegar Ana Martín desde Bilbao para demostrar que lo que aquella torre de defensa y las murallas custodiaban con esmero era justamente ese viñedo de tempranillo, el gran potencial del lugar, y que desde 2017 ocupa además las listas de los ‘Viñedos Singulares’ de Rioja.

Viñedo singular de la Bodega Castillo de Cuzcurrita. | Foto: Leire Díez

Esta enóloga, que forma parte de la familia de la Bodega Castillo de Cuzcurrita desde sus inicios, con aquella primera y escasa añada del 2000, tenía una máxima cundo se adentró en este oficio: “Plasmar la identidad del municipio y de esta zona en el vino que sale de esas cepas dentro de los límites del recinto amurallado”. Desde entonces, reconoce que la evolución en estas dos décadas ha sido evidente. “Antes este era un viñedo preparado para producir más, mientras que nosotros lo hemos preparado para traer uva de calidad y en ese proceso lo hemos convertido a ecológico, al igual que todas las parcelas en propiedad (13 hectáreas en total, todas ellas en Cuzcurrita a excepción de una viña en Cihuri)”.

Como no podía ser de otra forma, este viñedo, de cerca de siete hectáreas y compuesto por dos parcelas separadas por un camino que da acceso a la bodega (y también al cementerio del municipio), lleva el nombre de Cerrado del Castillo. Por un lado, el Cerrado grande, por ser esta finca la de mayor extensión, y al otro lado, el Cerrado arenoso, por los suelos arenosos donde reposa la parcela. Ambas parcelas, que todavía aguardan a ser vendimiadas, se vislumbran desde lo alto de las nuevas instalaciones de la bodega, inauguradas en 2005 junto a las antiguas casas que funcionaban antaño como viviendas, gallinero y almacenes. Con la mitad de la cosecha ya en bodega (recogen en torno a unos 12.000 kilos de uva), y buenas sensaciones en cuanto al color que se extrae y al grado, Ana calcula que quedan por delante unos siete días de campaña, fechas en las que se vendimiará El Cerrado.

Ana Martín, enóloga de Bodega Castillo de Cuzcurrita. | Foto: Leire Díez

Desde estos mismos ventanales en alto se observan ligeros cambios de tono en las hojas de la parra. “Por el medio de las parcelas el suelo es más pobre y con más canto rodado, lo que deja unas betas más rojizas. Esta diferenciación nos permite hacer una selección también en campo de la mejor uva”, explica la enóloga. Lo que se prima en esa minuciosa labor de clasificación es extraer una uva lo más concentrada posible de una zona que presume de uvas con poca estructura pero muy buena acidez ante un clima que permite sacar grado y aromas. “Todo esto confiere al vino un buen equilibro y elegancia”.

De igual forma, la elaboración de Cerrado del Castillo también ha evolucionado en estos 20 años, por no hablar de que las barricas descansaban en el interior de la torre hasta que la nueva bodega se construyó. “Primero se hacía con un año en barrica y dos o tres en botella. Ahora, en cambio, llevamos varios años que lo dejamos hasta dos años en barrica y tres en botella. La idea es que pueda salir también como un gran reserva el año que queramos. Y ahora lo que vemos es un vino con más sabor y estructura, mientras que antes la uva tenía más agua y se notaba más la madera”, apunta. De él sacan algo más de 10.000 botellas (el año que más lograron elaborar 15.000), pero Ana incide en que no le importan las etiquetas, ni la de ‘Viñedo Singular’ ni la de gran reserva: “El vino va a salir sí o sí, con o sin etiquetas distintivas, porque lo lleva haciendo veinte años y su éxito está asegurado. Lo que tiene que cumplir son nuestros criterios, unos que hemos reforzado con el paso del tiempo y que son reconocidos por nuestros consumidores”.

Vino Cerrado del Castillo de Bodega Castillo de Cuzcurrita. | Foto: Leire Díez

El Cerrado no es el único viñedo que se encuentra bajo la familia de ‘Singulares’ de esta bodega. En El Monte, como lo llaman las gentes del lugar, reposa un pequeño viñedo desde lo más alto y sobre piedra “que ya rondará los 80 años de edad”. Un viñedo del que apenas consiguen sacar tres barricas por añada (“unas 5.000 en casi 10 años”), siendo especialmente exclusivos aquellos años en los que logran sacar el vino al mercado. Como fue el 2013, el 2016, el 2020 y el 2021.”Y este año habrá que verlo, porque este vino requiere de años frescos y ciclos largos de maduración, cosas que no han caracterizado a este año. De momento ahí tengo las uvas y ya veré qué hago con ellas, pero no las tengo todas conmigo porque no tiene la calidad deseada. Lo cierto es que este vino va siempre a su aire”.

Ana tampoco puede asegurar que Cerrado del Castillo sacará su edición de 2022. “No es un año con el perfil idóneo para sacarlo, como sí lo fue el 2021, que gozó de una buena acidez, con mucho fresco por las noches y una vendimia que empezó más tarde. Ya pasó en 2018, año en el que Cerrado del Castillo tampoco vio la luz. No se logró la concentración y diferenciación que exigimos para esa uva, así que el producto fue a parar a Señorío del Castillo, un vino que cada vez va mejorando en calidad de uvas, pero no tiene tanta vida como Cerrado”.

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