El Rioja

Identidad femenina desde la Sonsierra

Cinco mujeres dirigen la vendimia desde la bodega Castillo de Mendoza, en San Vicente

De izquierda a derecha, Martina Besga, Marian Mendoza, Eulalia Morais, Isabel Vázquez y María Besga, durante la vendimia en Bodegas Castillo de Mendoza. | Foto: Leire Díez

“¡Chicas, encended máquinas que arrancamos!”. Ya es la segunda y última semana de vendimias en la bodega Castillo de Mendoza después de varios días de parón por una meteorología loca que obliga a reorganizar agendas en busca del grado alcohólico óptimo. Acaba de entrar el primer tractor de la jornada con su pequeño remolque bien cargado y María Besga ya aguarda preparada con su horquillo para ir vaciando en la mesa de selección poco a poco los racimos. En esta bodega de San Vicente de la Sonsierra no hay tolvas de recepción como tal y la uva va desfilando ante las atentas miradas de Marian Mendoza e Isabel Vázquez, que retiran ágilmente las hojas y aquellos racimos verdes o más podridos antes de adentrarse en la despalilladora.

Dentro de las instalaciones, Eulalia Morales carga con una manguera de un depósito a otro alternando con una de sus principales tareas encomendadas: los remontados. Y recorriendo la bodega de un lado a otro está la artífice de los nueve vinos que salen al mercado: Martina Besga, como enóloga. Cinco mujeres, con Marian e Isabel como personal eventual de campaña, que arriman el hombro sin jerarquías ni organigramas claros, trabajando todas a una de manera coordinada para que ningún cabo quede suelto en la cadena de producción del día a día de esta bodega. Recepción de uva, prensados, elaboración, embotellados, etiquetados… mientras que el perfil masculino se queda en el campo principalmente. Cinco mujeres todas ellas naturales de San Vicente, de padres viticultores y conocedoras de la tradición y cultura que inunda su pueblo y en las que Eloy Antonio, actual propietario y gerente de la firma, ha depositado su confianza.

María Besga, Isabel Vázquez y Marian Mendoza, durante la vendimia en Bodegas Castillo de Mendoza. | Foto: Leire Díez

“Ahora en vendimias yo estoy más tiempo apagando fuegos”, reconoce Martina con el teléfono en la mano pendiente de cuál será la próxima llamada. Ella llegó a la bodega en 2003 después de haber estudiado Trabajo Social, “empezando como una ayudante para hacer un poco de todo”, hasta que cinco años después se incorporó a la dirección técnica de esta casa familiar. Poco después llegó su hermana María, gracias también a la buena relación que le unía a su padre con el bodeguero Antonio. En su caso, para encargarse más del funcionamiento de los mercados. Ambas se marcharon del pueblo en busca de otro porvenir sin imaginarse nunca que regresarían a sus raíces y que el vino llegaría a motivarles tanto. Mientras que Eulalia es ya casi una más de San Vicente después de 30 años residiendo aquí, así como una de las piezas clave que ha vivido todo el desarrollo de esta firma vitivinícola prácticamente desde sus inicios.

Una bodega que ha pasado de elaborar en las cuevas centenarias que sostienen el castillo de San Vicente, a una antigua destilería del siglo XVII restaurada para, finalmente, en 2001, construir unas instalaciones con la tecnología de hora, pero las tendencias de antes. Y es que la bodega cuenta con unos grandes calados de piedra excavados. Pero mientras la tradición no se ha desvinculado de la imagen de la bodega, las manos que ahora la trabajan sí han cambiado de perfil. “Y no te creas que aquí nos tiramos de los pelos”, ríe Marian, “que la convivencia es muy buena y el equipo, mejor. Lo que pasa que es curioso que seamos de las pocas bodegas donde las manos que se manchan de mosto y vino son todas de mujeres”. Y continúa transportando cajas subida al toro.

Martina Besga, durante la vendimia en Bodegas Castillo de Mendoza. | Foto: Leire Díez

La compenetración se palpa en el ambiente mientras el primer remolque ya ha descargado y el siguiente espera su turno. El año pasado recogieron algo más de 150.000 kilos de uva, y toda uva ecológica. Y es que algo que abanderan desde la bodega es el manejo de una producción bajo un cultivo en ecológico certificado que abarca hasta 35 hectáreas en propiedad divididas en diferentes pagos, todas ellas en el término de San Vicente. “Fuimos una de las bodegas pioneras en la viticultura ecológica en Rioja con la plantación en el 2000 de nuestro primer viñedo ecológico en el Alto de Mindiarte y su crianza Noralba, el primer vino ecológico lanzado en 2004. Además, ahora nuestros principales mercados, que se concentran en los países europeos, es el tipo de vino que más demandan”, remarca Martina, ya sentada a la mesa con el resto de sus compañeras de faena y los cafés calientes. Pausa laboral y hora del almuerzo para reponer fuerzas. “Y rapidito, antes de que llegue el siguiente tractor”.

La vendimia en Castillo de Mendoza va llegando a su fin con muy buen sabor de boca. “A diferencia de otras zonas donde los viticultores han llegado justos al papel o directamente ni lo han llenado, aquí hemos tenido que tirar uvas porque venía una cosecha abundante y necesitábamos que la planta continuara con su trabajo sin que la falta de agua le entorpeciera demasiado. Porque afectar ha afectado, pero no tanto ya que procuramos aliviar la parra y que no sufra”, indica la enóloga. Para lo que sí tienen dificultades es a la hora de dar con uvas certificadas en ecológico “y de la calidad deseada”, ya que con su producción no es suficiente: “Lo habitual es que una gestión del viñedo en ecológico la hagan las bodegas, no agricultores particulares, por eso nos cuesta encontrar. Aunque bien es cierto que poco a poco esta conciencia va siendo más real”.

Marian Mendoza durante la vendimia en Bodegas Castillo de Mendoza. | Foto: Leire Díez

Es en la vertiente de lo ecológico en lo que la bodega ha crecido en los últimos años, ahondando más en estas prácticas sostenibles y sacando al mercado más líneas con esta certificación. “Ahora mismo todavía tenemos algún vino que no puede salir con la certificación porque proviene de uvas de proveedores no ecológicos, pero queremos mejorar en ese aspecto. Aún recuerdo cuando sacamos al mercado las primeras 4.000 botellas de Noralba y la escasa aceptación que tuvo por tratarse de un vino ecológico. Hasta tal punto que desde la gestión se plantearon hasta sacrificar la línea de ecológico, pero al salir a los mercados exteriores vimos el potencial que tenía nuestro vino. Ahora todo ha cambiado mucho”, asegura Martina.

Por ahora el mercado para Castillo de Mendoza está cubierto, aunque recientemente han plantado otra viña para asegurar más su autoabastecimiento. Eso sí, sin la máxima de crecer mucho en volumen “para evitar desmerecer la calidad y seguir con un cuidado propio en viñedo y en bodega”. El objetivo recae principalmente en ensalzar más si cabe el “territorio privilegiado” de la Sonsierra donde descansan sus cepas para retratarlo en sus vinos.

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