El Rioja

El restaurador de viñas

Bryan MacRobert consigue la categoría de Viñedo Singular para uno de sus parajes en Lanciego

Brayan MacRobert en su Viñedo Singular de Lanciego. | Foto: Leire Díez

El instinto por recuperar antigüedades vitícolas fue lo que hace un par de años llevó al sudafricano Bryan MacRobert a acercarse a un enclave a las puertas de Lanciego y descubrir “una verdadera pieza de museo”. Propiedad todavía de su antiguo dueño, descendiente del municipio alavés, el enólogo la arrendó con el objetivo de darle una segunda vida y despertar en ella el valor que durante años había mantenido oculto, cuando sus uvas iban a parar a un mismo remolque como complemento a otras viñas de mayor producción y con el fin de llegar al papel.

Y para demostrar su potencial, Bryan despieza cada uno de los factores que lo cautivaron. El Paraje de La Virgen, como así se llama, data de 1920 según la fecha oficial, pero probablemente se plantó con anterioridad debido a que en ese año todavía no existía el órgano del Consejo Regulador. “Y lo que es más importante, fue plantada justo después de la filoxera y creo que podría ser una de las primeras que se plantó después de esto. Es interesante porque se la mezcla de variedades e incluso la mezcla de clones dentro de una misma variedad. Aquí, por ejemplo, no tengo el tempranillo habitual que se conoce en Rioja, sino el de Toro”.

Viura de diferentes clones, malvasía, tempranillo tinto, garnacha y graciano se reparten en 0,7 hectáreas plantada en una ligera pendiente a unos 600 metros. Reconoce que no ha hecho un estudio como tal para conocer el material genético de este viñedo, pero asegura que la diversidad es enorme. “Me maravilla su capacidad para mostrar dónde estaba Rioja en ese momento de la historia. Ver cómo se plantaba hace cien años, con esas dimensiones de 1,80 por 1,80 metros, e injertando como antaño. Hemos recuperado ese hacer de mayor trabajo en campo para tener poca intervención en bodega”.

Racimo de viura en Lanciego. | Foto: Leire Díez

Aunque la andadura de Bryan en el sector casi se podría remontar a sus primeros años de chaval en la granja familiar en la región de Swartand, cercana a Ciudad del Cabo, donde tenían viñedo y donde se forjó en sus primeras cosechas. Fue entonces cuando despertó en él una ambición. Se formó y viajó, siendo Priorat uno de sus destinos repetidos durante varios años, pero sin desprenderse de sus raíces. De punta a punta de ambas regiones vitícolas supo que su proyecto se centraría en trabajar viñas viñas plantadas al vaso y sin riego para elaborar unos vinos de calidad y personalidad con los que ya soñaba.

Y lo cumplió al llegar a Rioja, donde se adhirió a la familia Canals en 2013 para impulsar su proyecto bajo el nombre de MacRobert & Canals en una nave de unos 300 metros cuadrados asentada en el Polígono Cantabria. Todo empezó con unos corros en Villabuena de Álava, con mitad blanco y mitad tinto, que entre todos no sumaban ni 4.000 metros cuadrados, y a los que se fueron sumando otros parajes especiales, diversos y singulares tanto en terruño como en clima y cepas. Ahora ya son 4,5 hectáreas las que trabajan repartidas entre esta localidad, Laguardia y Elciego, más otras 3,5 de las que compran la uva a dos viticultores, uno de ellos certificado en ecológico.

En El Paraje de La Virgen solo mete azadas y una mula para remover la tierra a mayor profundidad, pero sin destrozar. Nada de mula mecánica, “que machaca la tierra, pero sin ahondar”. Se trata, incide el enólogo, en “crear textura y no centrarse solo en la parte más superficial para que las raíces profundicen en busca de agua, pero para eso necesitan que la tierra arada llegue a mayor profundidad”. Una ardua tarea que realiza sobre un suelo calcáreo y arenoso y que también repite en su otro Viñedo Singular en Laguardia, certificado desde 2017.

“Nos encanta poder restaurar estas joyas de viñedos, pero debería haber más concienciación por diversificar en materia de viticultura. Mira cómo hacían antes y lo bien que se mantenían las viñas. Ahora, si entra cualquier plaga o enfermedad se lleva por delante todas las cepas porque todas van con el mismo clon. Aunque claro, luego está la burocracia, que a la hora de calificar te ponen pegas si está todo mezclado porque no saben poner el porcentaje de cada variedad. Es más, en el papel de esta viña aparece todo como tinto porque antes el blanco no contaba si la proporción era menor”, asegura.

Brayan MacRobert en su Viñedo Singular de Lanciego. | Foto: Leire Díez

El vino que procede de El Paraje de La Virgen lo empezó a elaborar en 2020 pero no fue hasta 2021 cuando ya pudo incorporar a su etiqueta la categoría de Viñedo Singular (publicada el pasado mes de agosto por el Ministerio de Agricultura, pesca y Alimentación (MAPA). “Frescura, mucha fruta y sobre todo el tempranillo, que se mantiene más en la fruta roja cuando lo habitual es que se pasen más a la fruta negra. Y la altura a la que está sí condiciona, pero lo que más le influye en esa acidez es la cercanía a la montaña. Un vino, además, elegante, con poca madera, un tanino más compacto y poco grado (este año calculo que rondaremos los 13,5 grados), gracias también a la presencia de uva blanca que baja la graduación de la uva por lo menos un grado”, define Bryan sosteniendo una de las cerca de 600 botellas que saca de esta viña.

¿Y su mercado? Tanto nacional como internacional, a pesar de la “saturación del mercado” y la dificultad de hacer marca. “A mí aquí me cuesta producir 12 euros el kilo de uva y en otra parcela que tengo plantada en espaldera me cuesta 1,5 euros. La diferencia es bestial y por eso el precio de la botella también lo es (50 euros al cliente final), por lo que, si no puedo venderlas a ese precio, no me sale rentable tener esta viña. Es cierto que cuando pasas de los 15 euros por botella casi nadie compra sin recomendación y cuando pasas de 35 o 40, nadie lo hace sin haber probado antes el vino. Así que lo más complicado de este oficio no es trabajar la viña como hacían antes, sino vender el producto final”.

Pero antes toca vendimiar. Bryan prevé hacerlo en pocos días. Barca en mano y agradeciendo la frescura que ha acompañado a principios de esta semana, favoreciendo así el parón en la graduación y que las cepas consigan coger algo de agua del suelo para completar la maduración del hollejo y las pepitas. Ya totalmente asentado en la cultura del Rioja, le ha cogido gusto a eso de hacer de explorador de viñas viejas con futuro prometedor. Así que sigue en busca de más recovecos especiales que desempolvar y restaurar para los paladares de hoy, pero sin alterar la esencia del ayer.

Subir