Juan Antonio Sandoval
El diestro Diego Urdiales bordó el toreo este jueves en Santoña (Cantabria) con una faena de altísimo contenido artístico y que fue premiada con una oreja, en una tarde en la que el peruano Joaquín Galdós cosechó un triunfo rotundo de cuatro orejas y salió a hombros junto a Paco Ureña.
Urdiales tuvo la mala fortuna de vérselas en primer lugar con un toro flaco e inválido, que debió ser devuelto a los corrales y que el presidente decidió mantener en el ruedo. El mal fario persistió en el cuarto, que se destrozó el pitón derecho contra un burladero. Pero Urdiales vio enseguida el pequeño filón que por ahí asomaba. Tres verónicas y media obraron el milagro de ir reduciendo la velocidad de la embestida hasta dilatar la tarde en una media que aún permanece en el recuerdo.
Con la muleta siguió el recital del riojano, que comenzó escanciando a cuentagotas las posibilidades de un toro que parecía siempre a punto de rodar por la arena. Prosiguió Urdiales a girar sobre los talones para hacer un toreo grande, con poco eco en los tendidos, pero en el que iba desgranando muletazos de oro por lo bien embrocados, lentos y acompañados que los instrumentó.
Por la izquierda parecía que no tenía ni uno. Tras una serie de aguantar gañafones llegó un nuevo suceso: atraparlo en naturales limpios y despaciosos. Los iniciados jaleaban el prodigio de este gran trasteo cuya esencia técnica se desveló antes de ir a por el acero: el toro se echó, cantando que fue el temple de Urdiales el acicate que lo mantuvo enchufado.
Pegado a las tablas cobró una estocada caída en la que fue la faena de la tarde, con el botín de un trofeo.
Fue costoso verle los pitones al segundo, de escasos que eran. Sin cara el animal, repetía pegajoso sin soltarse de las telas, ayuno de clase. Con el defecto del gazapeo, además. Por el derecho venía siempre por dentro. Ureña porfió con él y se dio un atracón de toro. Su voluntad fue recompensada con una oreja tras la estocada hasta la empuñadura, precedida de un pinchazo.
Tampoco fue generoso el cuarto, simplón y a menos. Ureña le cogió el pulso en el tramo final, por naturales, en una obra de tono medio que coronó con un buen espadazo. La petición de oreja, en el límite de la mayoría, fue atendida.
El manso colorado que rebosó en dos verónicas extraordinarias de Galdós buscó con descaro las tablas. El matador peruano lo meció a puro pulso en una serie de naturales rematada con una trinchera atronadora. Por la diestra toreó con cintura, pecho y muñecas, todo el cuerpo acompasado con la embestida simplona.
Salpicó el toreo fundamental con alardes rodilla en tierra y otros remates pintureros. Los guiños al respetable y el dominio absoluto sobre el descastado y colaborador cuatreño de Toros del Ojailén los refrendó yéndose detrás de la espada en rectitud total. El acero cayó un punto contrario catapultando la obra hasta las dos orejas.
El sexto fue el mejor del encierro. Tras protagonizar un tercio de banderillas con más voluntad que acierto, Galdós navegó con solvencia alcanzando la cima en naturales que precedieron a los circulares y al arrimón. Un nuevo cañonazo estoqueador le convirtió en el triunfador numérico de la corrida en honor a la Virgen del Puerto con nuevo doble corte de orejas.
El epílogo corrió a cargo del novillero Daniel Medina frente a un colaborador utrero de El Pilar, con el que voló bien el capote hasta la media verónica acinturada con que remató el quite. Muleteó copiosamente acreditando clase y dominio técnico. Los muletazos tuvieron la virtud de la profundidad, la largura, a veces apostando por tirar líneas. Se aferró el novillo a la vida tras la contundente estocada. Oreja.
Ficha del festejo
Seis cuatreños de Toros del Ojailén, de presentación desigual y pobre, y un novillo de El Pilar (7º).
Diego Urdiales, palmas y oreja.
Paco Ureña, oreja y oreja.
Joaquín Galdós, dos orejas y dos orejas.
El novillero Daniel Medina, oreja tras aviso
La plaza registró más de media entrada en tarde agradable.