La Rioja

Inmersión juvenil en La Rioja rural

Pilar y María son dos de los quince jóvenes que participan en el programa Erasmus rURal

Pilar Corres, en el municipio de Grávalos

Un cambio de 180 grados. De tener todos los servicios al alcance de la mano a no contar ni con una tienda de alimentación en el municipio. A sus 23 años, Pilar Corres ha cambiado de domicilio durante tres meses para vivir una auténtica experiencia rural en todos los sentidos. El 13 de julio abandonó su casa en Logroño donde vive con su familia para alojarse en una antigua vivienda a 70 kilómetros de la capital.

Hasta Grávalos se ha desplazado esta joven como una de las quince participantes de la primera edición del programa Erasmus rURal organizado por la Universidad de La Rioja y financiado por el Gobierno regional para ofrecer prácticas de formación en entornos rurales. Aunque vecina de la ciudad, su familia desciende de Murillo de Río Leza y Torrecilla, por lo que tiene vinculación con el territorio rural riojano, aunque no de la misma forma que lo está experimentando este verano.

Esta estudiante de cuarto curso en el grado de Geografía e Historia de la UR (apenas le quedan dos asignaturas para colgarse la banda al cuello) acude cada mañana al consistorio de la localidad riojabajeña para trabajar en la digitalización de la historia y los servicios turísticos del municipio con el fin de elaborar un libro. Mientras le echan en falta las cuadrillas de sus pueblos de veraneo, y su abuela se preocupa de su estancia a kilómetros de distancia, Pilar ya es una gravalense más, al menos, hasta el próximo 13 de octubre cuando culmine su formación.

La sorpresa fue “enorme” cuando le comunicaron su participación en el programa: “Antes me había apuntado al Campus Rural que organiza el Gobierno de España, pero no me seleccionaron, así que tampoco tenía grandes esperanzas para este”. Pero Pilar cumple los requisitos para participar en este Erasmus rURal: no estar empadronada en el municipio donde se realicen las prácticas ni tener un vínculo familiar directo con el mismo.

El objetivo institucional de este programa, con una beca de mil euros mensuales por alumno, es acercar los entornos rurales más despoblados a los más jóvenes para que cambien la percepción que pueden tener hacia estos municipios. “Conocerlos en profundidad, conviviendo y colaborando con su gente de modo que puedan verlos como un lugar de oportunidades para el desarrollo de su futuro profesional al mismo tiempo que se contribuye al reequilibrio territorial dinamizando el tejido productivo, social e institucional de la zona”, remarcan desde el Ejecutivo riojano.

Pilar Corres, en Grávalos.

Y en este sentido, Pilar reconoce que su perspectiva ha cambiado desde que cambio la urbe por el paisaje de La Rioja Baja: “Creo que tenemos hacer más por los pueblos y menos por las ciudades porque Logroño, por ejemplo, ya tiene muchas cosas, pero hay muchos pueblos pequeños que carecen de servicios básicos, transporte continuo y atractivos turísticos. Hay que demostrar que los pueblos están vivos, pero para mantenerse necesitan ayuda”.

Aunque esta experiencia está siendo una inmersión rural al cien por cien para ella, también tiene sus hándicaps. Al llegar a Grávalos la joven logroñesa tuvo sus quebraderos de cabeza para encontrar un alojamiento. “Apenas hay viviendas libres y las que hay son muy antiguas. Yo tuve que apañármelas con un conocido de Muro de Aguas, el pueblo de al lado, y el Ayuntamiento de Grávalos para encontrar alojamiento. Al final dimos con una casa, bastante grande para mí, pero al menos estaba reformada porque el dueño es albañil”, explica.

Pilar reconoce que ese servicio debería ser facilitado por el Gobierno riojano o las propias empresas o entidades donde se realizan las prácticas “porque en pueblos tan pequeños es muy complicado encontrar una vivienda habilitada para vivir”. Obstáculo que también se encuentran futuros posibles vecinos interesados en habitar en estos entornos rurales que, en el caso de Grávalos, carecen incluso de cajero o una tienda de alimentación. “Aquí hay que desplazarse para todo y, además, los autobuses son escasos. Así que el cambio ha sido brutal porque a este nivel nunca había estado. Realmente vivir aquí es duro y creo que no todo el mundo está preparado”, reconoce.

María Rivas, en las instalaciones de la Residencia Fundación Sánchez Torres de Anguiano.

También con 23 años, María Rivas está viviendo su primera toma de contacto en el mundo laboral como independizada en otra localidad. De Herce a Baños de Río Tobía para realizar las prácticas de Trabajo Social durante tres meses en la Residencia Fundación Sánchez Torres de Anguiano. Si tiene que sacar alguna pega de este programa, coincide con Pilar en las dificultades para hacerse con un alojamiento y es que una de las alumnas solicitantes tuvo que rechazar el destino porque le fue imposible encontrar un lugar donde residir.

“En Anguiano me dijeron que iba a ser complicado hacerme con una vivienda porque en verano es temporada alta y se llena todo, además de que los precios suben. Por suerte, tengo un amigo de la cuadrilla que trabaja y vive en Baños, así que estoy alojándome con él durante estos meses”, explica. Concluye sus prácticas el próximo 18 de septiembre y asegura que le da pena despedirse tan pronto: “Al principio sentía cierto miedo e incertidumbre, pero me he adaptado bien y estoy muy a gusto en la residencia con las trabajadoras, así que recomendaría esta experiencia sin duda”.

Cuando recibió el correo informando sobre este nuevo programa de erasmus en el medio rural riojano no se lo pensó y presentó la solicitud. En su caso, la aventura del erasmus rural no ha sido tan impactante, ya que toda su vida la ha pasado en Herce. “A mí me encanta vivir en un pueblo, pero es cierto que no toda la gente de mi edad está dispuesta a ello. Aunque el mío sea pequeño, apenas de unos 300 habitantes, Arnedo está a cinco minutos en coche, por lo que tenemos todos los servicios a mano. Pero reconozco que un pueblo más grande te da más oportunidades laborales”.

Después de trabajar con los ancianos de la sierra, ahora María ya tiene la vista puesta en su próxima meta: encontrar empleo, a poder ser como trabajadora social, y ahorrar durante este año para realizar un máster en Mediación el próximo curso. A escasas semanas de retornar a La Rioja Baja, la joven hace balance de su etapa e incide en que lo importante para revitalizar estas zonas rurales es “diversificar la economía con diferentes oportunidades de empleo que vayan más allá de los oficios tradicionales de la zona, como es en estos casos la industria cárnica, la agricultura y la ganadería. Crear más atractivos turísticos y programas de este tipo, sin duda, favorecen el desarrollo”.

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