La fiesta de los toros atraviesa hoy un momento tan delicado y denostado a partes iguales que parece que la presentación de una feria siempre es motivo de celebración. Pues mire usted, está muy bien que Logroño tenga toros por San Mateo, pero de ahí a que estemos rebosantes de alegría, gozo y entusiasmo va un trecho importante. El mismo trecho que parece que separará la presencia del toro bravo y encastado de los animales que aparecerán por la puerta de toriles de ‘La Ribera’ a partir del próximo sábado 17 de septiembre.
Me explico: la pasada feria de San Mateo fue una pasarela de toros descastados, deslucidos e insulsos: de embestida tan bobalicona como de comportamiento previsible. Parecía que solo había una manera posible de ahondar más aún en aquel naufragio ganadero: trayendo una corrida de Juan Pedro Domecq. Pues bien, ya tenemos la corrida de Juan Pedro este San Mateo. Ver para creer. O increíble pero cierto. Los hierros menos apetecibles del campo bravo español juntos en un mismo cartel. Logroño, año de 2022.
Efectivamente, la feria, atendiendo a las divisas anunciadas, no es nada del gusto del aficionado. Y eso es lo malo. Porque el aficionado no es alguien que viva ajeno a la realidad; el aficionado es el que, a base de presenciar tardes y tardes de toros, sabe que ni Juan Pedro, ni Zalduendo, ni ‘Cuvillo’ ni Domingo Hernández consiguen lidiar un puñado de toros con la transmisión, el picante, el poder, el motor y la casta suficientes como para llevar la emoción a los tendidos. Muy de vez en cuando les sale algún toro con cierto interés, pero demasiados pocos como para poder afirmar con rotundidad que esta feria matea amenaza ruina (una vez más) en el apartado ganadero. Solo cabe esperar que la presentación de los animales a lidiarse en Logroño se cuide al máximo.
Vale que esta feria es, a su vez, demasiado corta como para anunciar un encierro de marcado acento torista. Véase Victorino, ‘La Quinta’, ‘Adolfo’, ‘Cuadri’ o ‘Escolar’. Pero hay otras vacadas dentro de lo denominado comercial con muchísimas más garantías de éxito. Ahí van cuatro: Victoriano del Río, ‘Jandilla’, ‘Alcurrucén’ o ‘La Palmosilla’. Las dos primeras, desde octubre, ya no tenían toros para Logroño. ¡Qué cosas!
Por todo ello, no podemos hablar de una buena feria de San Mateo. Se supone que faltará el toro bravo y este espectáculo de los toros, en no habiendo toros, es una caricatura de sí mismo.
Así las cosas, les diré que lo más positivo de estos carteles viene por el lado de los toreros anunciados. Aunque a veces cueste mucho verlo, todo en la vida tiene un lado positivo. Que la empresa y Diego Urdiales se hayan arreglado tras las desavenencias de Bilbao es una fantástica noticia para el toreo y para nuestra feria. Su doblete está más que justificado y un servidor prefiere ver mal a Urdiales que bien a más de la mitad del escalafón. Bien es cierto que falta ‘El Juli’, figura desde hace décadas y triunfador absoluto del pasado San Isidro. El motivo de su ausencia se debe a la falta de entendimiento en lo económico y lo artístico (sic).
Que no haya un festejo netamente de rejones es también de agradecer. Que hay dos festejos mixtos, pues bueno, mejor cuatro toros de rejones de esa forma que seis del tirón. Además, Guillermo Hermoso de Mendoza lleva una temporada casi perfecta. La presencia de su padre, efectivamente, resulta más pesada. En el mismo hilo positivo incluyo la presencia de Antonio Ferrera: no porque me guste, no, sino porque se ha habituado a anunciarse en solitario, lo que viene a ser un auténtico coñazo (con perdón). Que a Logroño venga dentro de una terna es de agradecer.
Celebro la inclusión de Paco Ureña en este serial. El murciano acabó la temporada de 2019 en lo más alto y que no pudiera o no supiera gestionar aquel estatus de figura durante los años de la pandemia no le hacen peor torero. Al contrario, las formas de Ureña han de ser siempre muy tenidas en cuenta. A Leo Valadez lo apodera la empresa, de ahí que su nombre se anuncie en Logroño. En mi opinión, creo que meter al torero de la casa en una feria de solo cuatro tardes es un abuso.
Si la presencia de ‘Cayetano’ se justifica en su triunfal paso por Logroño en 2019, yo hubiera preferido ver a Ginés Marín, que también cortó un porrón de orejas por aquel año en ‘La Ribera’ y, hoy en día, su concepto y el momento que traviesa no tiene ni color con el del pequeño de los Rivera.
Dos figuras más: Talavante y Manzanares. Me ilusiona más la presencia del extremeño que la del alicantino, pero a Talavante, cuya reaparición era uno de los acontecimientos de la temporada, no solo se le han escapado toros de triunfo, también ha estado muy por debajo de toros de gran calidad. Lo mismo en Logroño reverdece laureles. Ojalá.
La Casa Chopera tira la casa por la ventana en un fin de feria colosal. Morante, posiblemente el mejor torero desde hace muchos años, en atroz competencia artística con otro torero muy de su corte, nuestro Diego Urdiales. Ambos, frente a otro torero, menos artista, pero que nunca se deja pisar por nadie, Roca Rey. Sin duda, un cartel de muy alto voltaje, de no ser por lo aislante de lo de Núñez del Cuvillo.
Habrá quien eche de menos a Pablo Aguado o Juan Ortega, pero las ferias de cuatro tardes no tienen sitio para todos.
El cartel anunciador de la feria, con el monumento al General Espartero transformado en picador, es una auténtica delicia. Lo afean y mucho los hierros de las ganaderías anunciadas. Joder, nunca hay nada perfecto.
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