La Rioja

Desaparecer 48 horas o comerse una cáscara: los retos virales más peligrosos

El entorno digital en el que estamos inmersos actualmente ha transformado por completo la forma en la que nos relacionamos o interactuamos. El desaparecido Tuenti, o Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp han cambiado nuestra vida, convirtiéndose en plataformas habituales para comunicarnos con amigos y familiares. Además, el entretenimiento también es cosa de Internet y, en estos últimos años, TikTok ha destacado entre todas.

El crear, editar y subir videoselfis musicales de corta duración es la moda ahora. Con este fin nació la plataforma que, dada la trascendencia y el uso masivo de Internet por parte sobre todo de los adolescentes, se ha erigido como el medio perfecto para llevar a cabo los denominados retos virales o ‘challenges’.

Jessica Ortega, miembro del Grupo de investigación Ciberpsicología de UNIR y experta en retos virales en Internet, los define como “acciones que los usuarios proponen (bailes, bromas, desafíos…) y graban para que los demás lo vean y reproduzcan. Así, dependiendo del interés que suscita, se convierte en viral por la difusión masiva que tiene Internet y la tendencia del ser humano a imitar la conducta de los demás, sobre todo en la adolescencia”.

https://www.tiktok.com/@shakira/video/7119234897922952494?is_from_webapp=1&sender_device=pc&web_id=7041146990655260166

Este grupo de investigación ya estudiaba el fenómeno de los retos antes de la pandemia, “pero a partir del confinamiento hubo una demanda masiva de TikTok, convirtiéndose en la red estrella en 2020 con más de 115,2 millones de descargas. Está hecha para triunfar. Son vídeos breves, muy personalizados, con temáticas infinitas y cambiantes. Así no hay margen para el aburrimiento”, características perfectas para triunfar entre los adolescentes.

La mayoría son inofensivos, pero cada vez más surgen retos que pueden llegar a poner en riesgo la integridad física y psicológica de las personas, muchas de ellas menores de edad. “La adolescencia es una etapa de búsqueda de sensaciones, de conocer gente nueva, y los retos virales te permiten hacer ambas cosas. En esta fase los amigos son lo más importante y la familia pasa a segundo plano”, explica Jessica, por lo que los jóvenes graban retos con el objetivo de ser valorados por su grupo de amigos, por no sentirse excluidos y por la popularidad. Porque ahora, la popularidad se mide en ‘likes’, seguidores y comentarios.

Desde el área de Ciberpsicología de UNIR clasifican los retos en sociales, que ocupan un 80,3 por ciento y no conllevan ningún riesgo, “son aquellos que se graban para divertirse, como el baile Chicken Teriyaki Challenge de la canción de Rosalía”; solidarios (20,6 por ciento), que se dirigen a concienciar y ayudar. Este sería el caso del ‘Ice Bucket Challenge’, que se popularizó hace años para concienciar sobre la esclerosis lateral amiotrófica; y por último, y lo que más preocupa, la realización simultánea de retos sociales inofensivos junto con retos peligrosos (15,3 por ciento).

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Entre los más destacados en los últimos meses se encuentran el ’48 horas desaparecido’, que consiste en desaparecer sin dejar rastro durante dos días, o ‘El cascarón’, en el que los usuarios comen todo tipo de alimentos con cáscara (huevos, caramelos con el envoltorio…), con el riesgo de obstrucción y asfixia que conlleva este tipo de comportamiento.

Pero ¿cuáles son las motivaciones que alientan a los jóvenes a involucrarse en los retos llegando a poner la cultura del ‘like’ por encima de la vida? “No tienen la capacidad de pensar realmente en los riesgos. Esas ganas de vivir nuevas sensaciones les lleva a actuar de forma impulsiva sin caer en las consecuencias. Si les pones en una balanza el ser popular y tener muchos ‘me gusta’ aunque pase algo malo, les compensa”.

Según Jessica, los adolescentes no tienen esa capacidad reflexiva y “precisamente ese es el trabajo que estamos haciendo desde la prevención y el pensamiento crítico. Porque no se trata de hacer retos virales porque sí, sino pensar si es mejor no hacerlo, si te hace daño, hace daño a otra persona, te hace sentir mal, le hace sentir mal a otra persona, incita al odio… “.

Y para desarrollar este tipo de reflexiones, es fundamental llevar a cabo labores de prevención desde todos los frentes, tanto en casa como en el colegio. “Si a los adolescentes no les das ciertas pautas, pueden verse perdidos, por ello trabajamos con varios programas en los centros escolares”. En cuanto a las familias, Jessica aconseja utilizar las redes con los jóvenes. “Les estamos dando tecnología pero sin educarles para que la utilicen correctamente. Sería muy positivo usar las plataformas para indicarles qué pueden y qué no pueden o deben hacer. Establecer unas normas con ellos”.

Porque las redes no son perjudiciales, tampoco TikTok. De hecho, hay estudios que confirman su efecto positivo en la educación. “Hay ciertos retos que consisten en resolver problemas matemáticos o responder a preguntas de geografía o cultura general… Al final, todo depende del uso que se le dé”. Esta experta también recomienda ponerse en su lugar porque “desde nuestra perspectiva no lo vamos a entender. Es fundamental velar por el bienestar de los menores a través de la educación, comunicación, concienciación y prevención, pero más que preocuparnos, hay que ocuparnos”.

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