Toros

El capote, la torería de Urdiales y ‘Rufián’, un gran toro de ‘Jandilla’

Cuando saltó ‘Rufián’ al ruedo, el otro, Gabriel, le afeaba a Sánchez no sé qué de Melilla. Quiso la casualidad que dos ‘rufianes’ compartieran protagonismo a la misma hora. Uno, en la arena pamplonica; el otro, desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados. Sin escuchar al segundo, es muy probable que no haya estado ni de lejos a la altura del gran cinqueño que ‘Jandilla’ se trajo a Pamplona. No se había definido aun para cuando Ginés Marín quitó brevemente por chicuelinas. Fue ahí donde se desperezó para romper a embestir con calidad inusitada en la muleta de Talavante. Desde la primera serie. ‘Rufián’ tuvo fijeza, prontitud, ritmo, son, largura, humillación, profundidad y repetición. Persiguió los vuelos de la muleta de Talavante con la clase de los elegidos. Pena que su matador, a eso del tercer o cuarto muletazo de cada serie cambiara de registro e intentara un toreo que no iba a cuento de una embestida plena de virtudes y repleta de categoría.

Cerró Talavante su trasteo, tan salpicado de cambios de mano, pases por la espalda y circulares, con una serie de manoletinas. Falló con la espada y a ‘Rufián’ apenas se le aplaudió en el arrastre y mucho menos se le pidió la vuelta al ruedo en póstumo reconocimiento. Cosas de Pamplona que debieran ser tratadas en un debate sobre el estado de la fiesta. A Talavante le faltó la rotundidad que debe y, como suele a Gabriel, mayor claridad de ideas. Para entonces, el de Esquerra siguió en la tribuna de oradores.

Cuando sonó ‘El Rey’, hit ‘sanferminero’ por antonomasia, ‘Tabarro’, que hizo segundo, no hacía más que perder las manos. ¡Vaya rey de la fiesta! Tampoco se la debían dedicar a Talavante que, desde que empezara su temporada en Madrid, parece como abdicado. Así las cosas, el ejemplar de ‘Jandilla’, bajo como un zapato, empezó a venirse arriba a la vez que se dolía en banderillas. Fue desordenando la embestida y, por momentos, también destartalándola. Pese a todo, Talavante recibió a su enemigo con un pase cambiado por la espalda y de rodillas. Sobrado de codicia, el tal ‘Tabarro’ perdió las manos en ocasiones y Talavante no supo leer los códigos del toro, poco o nada encriptados. Se empeñó en practicar un toreo encimista cuando el toro le hablaba de inercias, de espacios y de dejar ir y venir. De poco atosigamiento, vaya.

Con permiso de ‘Rufián’ (el de ‘Jandilla’, por supuesto), las cotas más artísticas de la tarde llegaron a eso de las siete menos cuarto. Tan temprano Urdiales había bordado el toreo de capote. Del capotillo redentor de San Fermín por las mañanas, a la verónica perfecta de Urdiales. Porque perfecta fue la forma de echar el capote. Como de recibir y embarcar la embestida. También de soltarla. Todo tan mecido y reunido. De empaque rebosado. Todo a compás. Ganando terreno. Firmes las plantas, encajada la cintura y hundidos los riñones. Como la barbilla en el pecho. Una, otra, otra y otra. Y varias más. Y así hasta los medios o más allá.

Otra grandeza fueron las chicuelinas al paso para colocar a ‘Selvalimpia’ en el caballo. La calidad del toro de ‘Vegahermosa’ era total. Quitó Talavante por gaoneras, pese a no ser el palo que demandaba el buen son, el empuje justo y la calidad del toro. Y, mientras unos coreaban el ‘Ay, ay, ay’ del ‘quiero montarme en tu velero’, ‘Pirri, adivinó una lesión en la mano del toro y Urdiales entonó los correspondientes ‘ays’ de rabia. A partir de ahí, la faena quedó condicionada y, como suele en estas ocasiones, el torero viene a salir perdiendo. Todo hizo a favor del de ‘Vegahermosa’ Urdiales y parecía como si fuese la casta o la bravura las que mantenían en pie a ‘Selvalimpia’. Pese a todo, Urdiales dejó pasajes de buen trazo, temple, gusto y reunión. Llegaron ahí los mejores naturales de la tarde. Dudó Urdiales en irse a por la espada, justo cuando sonaba ‘que sí, que no, que nunca te decides’ y el trasteo se alargó más de la cuenta. Solo la estocada ya valía un trofeo, pero el palco de Pamplona es bipolar y hoy era día de cicatería.

Embistió mejor de salida por el pitón derecho ‘Tonadillero’, que hizo cuarto. Volvieron a brotar las verónicas con el sello de Urdiales por ese lado. Perdió las manos varias veces en los primeros tercios el único ‘jandilla’ castaño de la tarde y embistió largo y templado en la buena brega de ‘Pirri’. Tras los toreros ayudados y la trincherilla del inicio de faena, la embestida se tornó áspera y rebrincada. Demasiado violenta. Una refriega planteó con valentía Urdiales. De los inevitables pasajes tropezados del principio, brotaron dos naturales magistrales avanzada la pelea. Se impuso la torería a la bruta y basta embestida de ‘Tonadillero’. Faena para paladares exquisitos. Pero durante la lidia del cuarto en Pamplona se suele engullir a dos carrillos.

Ginés Marín consiguió pasajes notables con el tercero, otro toro de buen son, ritmo y recorrido. Además del temple, Marín se gustó en los pases de pecho, en los ayudados y en los cambios de mano. También en varios cierres de serie mirando al tendido.

Nada pudo hacer con el deslucido sexto, del mismo mal estilo que el segundo del lote de Urdiales.

Plaza de toros de Pamplona. Octavo festejo de la Feria de San Fermín. Lleno habitual. Toros de Jandilla, el primero con el hierro de Vegahermosa, bien presentados. Destacaron primero, segundo, tercero y, sobre todo, el quinto, toro de excepcional bravura. Deslucidos cuarto y sexto.

– DIEGO URDIALES, ovación tras petición y aviso y silencio tras aviso.
– ALEJANDRO TALAVANTE, silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
– GINÉS MARÍN, ovación tras petición y aviso y silencio.

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