La Rioja

El otro “encierro” de los compañeros de Ortega Lara en Logroño

FOTO: EFE/ Raquel Manzanares.

Ana Lumbreras.- “El secuestro por ETA de nuestro compañero José Antonio Ortega Lara no se tenía que olvidar. Nuestro trabajo en la prisión de Logroño continuó como siempre, pero nos organizamos para que, durante los 532 días que duró, visibilizáramos su recuerdo diario y también nos ‘encerramos’, siempre había alguien y no fallamos”.

Los funcionarios de prisiones Enrique Soto, Agapito Pérez y Jorge Miguel Cabezas así lo recuerdan a Efe, cuando este viernes se cumplen 25 años de aquel 1 de julio de 1997 en el que su compañero en el centro penitenciario de Logroño José Antonio Ortega Lara fue liberado después de ser secuestrado por ETA el 17 de enero de 1996 al llegar a su domicilio en Burgos tras salir de trabajar.

Después de unos primeros momentos de “sorpresa, indignación, rechazo y estupor” al conocer el secuestro, “se trataba de mantener vivo el recuerdo de José Antonio todos los días. Toda la plantilla de la prisión de Logroño, sin siglas y de forma anónima, nos unimos y dimos un paso al frente de forma espontánea”.

Siempre alguien en el “encierro”

Para ello, relatan estos tres funcionarios de prisiones, se decidió habilitar una sala que estaba en desuso en el interior del centro penitenciario con unas literas, unas mesas y un pequeño frigorífico para que “siempre hubiera alguien ahí, mediante turnos, acompañando a José Antonio en su encierro, día y noche”.

Jorge Miguel Cabezas, Enrique Soto y Agapito Pérez. | EFE/ Raquel Manzanares

“Era nuestro punto de referencia, donde nos reuníamos, donde recibíamos a las visitas… y nunca estuvo vacía esta sala, siempre había uno o varios compañeros”, recuerda el zamorano Agapito Pérez, quien resalta el esfuerzo y la voluntad de todos, por encima de las circunstancias personales y familiares de cada uno, para mantener esos turnos, incluso en días tan significativos como las Navidades.

Esta sala ahora se ha convertido en un comedor para los funcionarios, pero aún quedan recuerdos de esos 532 días y de la “magnífica” e “impresionante” respuesta y apoyo que recibieron por parte de toda la sociedad, en especial la de La Rioja, que “se volcó” para que “no cayera en el olvido” el secuestro más largo de ETA.

A Jorge Miguel Cabezas, nacido en León, se le saltan las lágrimas al recordar a los compañeros de entonces que ya no están, algunos fallecidos. “Todos estuvimos al pie del cañón, surgió un gran compañerismo entre nosotros y de todos los centros penitenciarios de España, no nos sentimos solos”.

“Queremos dar un fuerte abrazo a esos compañeros que entonces estuvieron con nosotros y que ya no están”, insiste Agapito Pérez. “En general, todos hicimos un esfuerzo tremendo por estar allí tantos días encerrados. Ahora han pasado 25 años, te quedas con lo bueno, pero, sin lugar a dudas, mereció la pena. Era lo que teníamos que hacer”.

FOTO: EFE/ Raquel Manzanares.

Los miércoles, concentración en la prisión

En ese afán permanente por mantener vivo el recuerdo de José Antonio, sus compañeros, durante el secuestro, cada miércoles, convocaron una concentración en el patio exterior de la prisión, en la que el papel de los medios de comunicación fue “fundamental” para dar voz a todas las acciones que se llevaron a cabo durante tanto tiempo y “no decaer”, afirma el logroñés Enrique Soto.

Y el 17 de cada mes, coincidiendo con el día en que fue secuestrado Ortega Lara, el céntrico paseo del Espolón de Logroño acogía una concentración para recordarle y más de una manifestación, “de las más numerosas que se han celebrado en la ciudad”.

Los tres insisten en que ese apoyo y ánimo de la sociedad les mantuvo en su esfuerzo por reivindicar cada día la libertad de su compañero, por lo que agradecieron entonces y, “también ahora”, todo lo que se organizó en España desde diferentes colectivos y sectores: marchas a pie hasta la prisión, partidos de fútbol, recorrido de canoas en el Ebro, colocación de lazos azules…

La cinta para hacer los lazos azules que simbolizaron el apoyo a los secuestrados de ETA se acabaron en La Rioja y “había compañeros que nos los enviaban desde otras ciudades para que no faltaran. Desde Andalucía nos enviaron 500 rollos de cinta”.

Y un día más en la pancarta

Esas concentraciones en la prisión, a las que se solían sumar diferentes representantes políticos, sindicales, de las fuerzas y cuerpos de seguridad, de muchos colectivos…, estaban presididas por una gran pancarta colgada en la fachada del centro, con el lema ‘Libertad inmediata José Antonio’, junto a dos grandes lazos azules y un número que recordaba los días de secuestro.

FOTO: EFE/ Raquel Manzanares.

“Era un día y otro día, cada día sumábamos un número más. Llegaron las decenas, las centenas, algo que no estaba previsto, y los 532 días. Cada día había que hacer un número más y era muy duro”, según Soto, quien también recuerda cómo sopesaban las declaraciones que hacían por la repercusión que pudieran tener en la situación de Ortega Lara.

A esa pancarta, desgraciadamente, se unieron los nombres de otras personas que, en distintos momentos de esos 532 días, también permanecieron secuestradas por ETA, como José María Aldaya y Cosme Delclaux; y Publio Cordón, por el Grapo, afirma Pérez, quien guardada muchísima documentación y objetos de todo ese periodo.

Paciencia, compañerismo, solidaridad y voluntad

“No piensas en un desenlace fatal del secuestro, pero era algo que estaba sobre la mesa”, asegura Cabezas, pero, como añade Soto, “nos mantenía la esperanza de pensar que estaba vivo”.

Los tres, que tenían entonces una relación con Ortega Lara de compañero, no de amistad, afirman que la paciencia, la voluntad, el compañerismo, el autocontrol y la solidaridad caracterizaron aquellos días de “vivencias muy intensas para todos”, en los que no se escatimaron esfuerzos para apoyar y reivindicar cada día que regresara con vida.

“No podemos olvidar -afirma Soto, con el asentimiento de Pérez y Cabezas- que, al mismo tiempo, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no pararon ni un segundo de trabajar los 532 días, de forma silenciosa y continuada, para liberar a José Antonio”, lo que materializó la Guardia Civil al encontrarle en un zulo de una nave industrial en Mondragón.

Para ellos, aquello fue un “revulsivo”, el inicio del principio de fin de ETA, “el hartazgo de la sociedad, que dijo ¡hasta aquí hemos llegado!, ¡basta ya!”, lo que se incrementó a los pocos días, el 13 de julio de 1997, con el secuestro y asesinato del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco.

“¡Está vivo!”

Enrique Soto no puede reprimir las lágrimas cuando recuerda el momento en el que se enteró de la liberación de Ortega Lara: “era muy temprano -fue liberado hacia las 7:00 horas-, estaba en la prisión, me llamaron para decirme que le habían encontrado y que estaba vivo. No puedo describir esa emoción que sentí”.

Uno de los primeros a los que telefoneó fue a Agapito Pérez, quien estaba en casa, “abracé a mi mujer y salí zumbando hacia la prisión, donde la barrera de acceso, que siempre está bajada, estaba levantada porque éramos muchos los que estábamos llegando”.

“Recuerdo abrazos, lágrimas, una gran explosión de emotividad porque todo había acabado bien, había salido vivo, cuando no lo teníamos tan claro”.

A Jorge Miguel Cabezas la noticia le llegó mientras trabajaba, por lo que no pudo salir al exterior de la prisión a celebrarlo con sus compañeros, aunque “la sensación fue estupenda”.

FOTO: EFE/Fernando Díaz

“Pasamos por los módulos para informar a los compañeros que también estaban trabajando y, cuando pasamos por el que estaban los etarras, era como comerte las entrañas y aguantarte. Me hubiera gustado decirles algo, pero tienes que hacer de tripas corazón porque no puedes dejarte llevar y hay que callar, sin más”.

En esos momentos, ha recordado, había cinco etarras en la prisión de Logroño y, durante esos 532 días, “no hubo ningún problema ni ninguna mala cara ni ninguna mala expresión con ellos por parte de ningún funcionario”.

“Gracias por no olvidarme”

El reencuentro con Ortega Lara, una vez ya liberado, también lo recuerdan con emoción, pero reconocen que él aún estaba bajo los efectos de todo lo que había pasado.

Fue el propio Ortega Lara el que, antes de que se cumpliera el primer mes de su liberación, se acercó a saludar a sus compañeros de la prisión de Logroño y “no expresaba mucho, es lógico, aún estaba muy tocado”.

“Nos dio las gracias por no habernos olvidado de él durante todo el secuestro”, recuerdan sus compañeros, quienes insisten en la importancia de que “no hay que olvidar lo que pasó, sobre todo las nuevas generaciones”.

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