Celebraba este miércoles Morante su vigésimo quinto aniversario de alternativa, también allí en Burgos, donde se doctoró. Se unieron a la efeméride Diego Urdiales y Juan Ortega como compañeros de un cartel que completaron un muy escuálido encierro del ‘El Torero’. La pobre presencia de estos fue utilizada por alguien que, no sin retranca, vino a decir que lo que en estos cinco lustros habían perdido los toros, lo había ganado el torero. Malajes hay por todas partes.
Que aquel espigado e imberbe ‘Morante’ tomase la alternativa en Burgos por San Pedro, a buen seguro, no debió ser fruto de la casualidad. Si el santo que conoció a Cristo guarda las llaves del cielo, el torero de La Puebla del Río atesora las del paraíso, que otra vez utilizó para entreabrir las puertas que conducen al edén de la tauromaquia. Porque Morante de la Puebla rezumó torería desde que rompió el paseíllo hasta la terrible voltereta que recibió poco antes pasaportar a su segundo enemigo; también para recibir un puñado de regalos con los que Burgos quiso agasajar a uno de los mayores artistas españoles de los últimos tiempos. Por no hablar de los ayudados por alto con los que fue sacándose al tercio al que hizo cuarto en el inicio de la faena. Allí, entre las rayas, le dio por pararse y escarbar a ‘Dictador’ y Morante consiguió pasajes por el pitón derecho de muy buen trazo y máxima reunión; de uno en uno, eso sí.
Mejor se vinieron a encontrar toro y torero en los medios, donde el de ‘El Torero’ repetía y embestía con mayor transmisión. Allí y ahora, Morante imprimió ritmo y ligazón en unas series cadenciosas, de mucho gusto y gran empaque. Con un giro de talones, ‘Dictador’ se encontraba con los vuelos de muleta del sevillano en el hocico y la perseguía con cierta codicia. Quiso salir airoso el de La Puebla de la serie final y terminó por los aires, cayendo de mala manera y recibiendo unos feos derrotes en el suelo que, a Dios gracias, no encontraron presa. Como mareado, muy dolorido y con el chaleco hecho girones, volvió a la cara de su enemigo para tirarse arriba con la espada, con el mismo arrojo que se le adivina a un principiante. La estocada aceptable y la conmoción generada hicieron que llegara el doble trofeo. Antes, el saludó a su oponente rodilla en tierra para, erguido, alternar verónicas y chicuelinas.
‘Bombardero’, muy terciado, abrió plaza. Fue un toro de esos que se limitan a ir y venir y de esa forma acudió al relance hasta dos veces al caballo, del que salió demasiado mermado. Antes de que acortara la embestida y protestara, Morante consiguió un ramillete de bellos naturales. Sueltos, eso sí. De buen trazo y encajados, también. La estocada cayó muy baja.
Volvía Diego Urdiales a la cara del toro tras su fugaz paso por Perú y un inicio de temporada marcado por el pésimo juego de los oponentes que le tocaban en suerte. También regresaba el de Arnedo a Burgos, una de las plazas donde la pasada temporada escribió una de las muchas páginas doradas fechadas en 2021. Al romperse el paseíllo, Urdiales recibió los trofeos como máximo triunfador de la pasada feria burgalesa.
‘Caramelo’, de mayor presencia que su predecesor, embistió con rectitud y franqueza de salida y Urdiales lució a la verónica en un saludo copioso, mecido, con ritmo y cadencia, y también con soltura y empaque. Que el toro se desplazara siempre largo, sirvió para que Urdiales fuera ganando terreno y rematar el saludo en los medios. Brindó Urdiales su obra a Morante. De artista a artista, pues pleno de arte fue el inicio a dos manos por bajo, que remató con trincherilla, ayudado y el de pecho.
A media altura y sin obligar fueron las dos únicas licencias que concedió Urdiales en la primera serie por el pitón derecho, que planteo firme, encajado y asentado. Alargando el muletazo sin perder la naturalidad sirvió para que el del ‘El Torero’ fuera ganando confianza. Le dio por escarbar y por arrancarse a veces como sin avisar. Supo dar Urdiales con la distancia precisa y también con el ritmo exacto, que fue imprimiendo a medida que avanzaba cada serie. Si tiraba con suavidad en los dos primeros muletazos, el resto de la serie servía para exprimir y aprovechar el buen son que traía ‘Caramelo’ en su embestir. Urdiales, siempre en torero. Siempre tan torero.
Ni un tropiezo hubo, luego el temple fue máximo. Tampoco toques, todo delicadeza. Consiguió Urdiales vaciar a su oponente. El final arrebatado por molinetes hizo que ‘Caramelo’ se apagara por completo. La buena colocación de la espada arrancó el primer trofeo de la tarde y vino a devolver la confianza al torero de Arnedo.
Más basto fue el que hizo quinto. Y más flojo y deslucido. Y casi inválido también. Aguantaron a ‘Noticiero’ en el ruedo y el lucimiento casi fue imposible. Plateó un trasteo Urdiales sin perder un ápice de su torería intrínseca y aún consiguió algún pasaje bello. Como en el esperanzador inicio o en un final de frente y a pies juntos. Volvió a matar bien.
A Juan Ortega no le tocó en suerte un gran lote, pero tampoco hizo él nada por aprovechar lo menos malo que traían consigo sus oponentes, que, al final, embistieron con nobleza y clase. Y tenían cierto recorrido y hasta transmisión. Sucede que Juan Ortega es un gran torero y su concepto y buenas formas hacen albergar tantas esperanzas que, de no materializarse, al final parece defraudar. Para colmo, siempre quiere rematar detrás de la cadera cada uno y todos de sus muletazos y hasta allí hay pocos toros que llegan. Es entonces cuando surgen los enganchones y todo se desvanece. Como hasta su valor, que parece esfumarse y mostrarse impotente ante cualquier adversidad por pequeña que sea. Lo mejor de Ortega vino con la espada.
Por cierto, que todos los toros fueran cuatreños, al margen de su mala presentación, cuando en estas temporadas pasadas se están lidiando toros de casi seis años, también hizo que la estampa de encierro pareciera más mermada de lo que en realidad fue.
Plaza de toros de Burgos. Última de abono. Más de tres cuartos de entrada. Toros de El Torero, de escasa y desigual de presentación y juego dispar; los mejores, segundo, cuarto y sexto.
– MORANTE DE LA PUEBLA, silencio y dos orejas.
– DIEGO URDIALES, oreja y ovación.
– JUAN ORTEGA, ovación tras petición y ovación.
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